Álex Chico: Diálogo desde el no lugar, por Iván Humanes

Un lugar para nadie. Álex Chico
De La Luna Libros (Mérida, 2013)

La primera parte de la conversación transcurre en el laberinto. Álex Chico (Plasencia, 1980) sabe que para convencer al otro no hay que servirse de aspavientos, ni de agresiones contra el cuerpo, menos aún con el que es el entrevistador y por una de esas puede anotar o deformar o decir que el entrevistado ha dicho tal o cual cosa. No hay que forzar las respuestas. Y Álex mantiene, con el cigarro en la mano derecha y la mirada perdida, que Norman Manea ya se preguntó, acertadamente, sobre el laberinto, sobre la vida y el poema: “¿es la salida del laberinto o la extensión del laberinto mismo?”.

–Una y otra cosa –le comento.

Y será por eso que el poeta extremeño ha incluido esa cita de Manea al comienzo de su libro. Le digo que, no obstante, mi conclusión preferida es la de Leopoldo Marechal cuando anotaba eso de que “de todo laberinto se sale por arriba”.

–Claro, claro –asiente Chico.

No deja de inquietarle el hecho de haber sido citado en este lugar que en verdad tiene poco de lugar, pues apenas puede distinguirse lo que nos rodea. Ni paredes, ni árboles, ni estanterías, ni siquiera una referencia concreta más allá de nosotros dos. Uno frente al otro, de pie. Ninguna referencia espacial. La negrura. El no lugar. No me extraña el desasosiego, es innato a los poetas. Es su motor. Un lugar para nadie recorre L’Isle Sur La Sorgue, Ischia Porto, Sant’ Angelo, Lourmarin, La Verneda, etc. Pero también la zona de la escritura. Y en epílogo escribe Álex Chico que esa fe de vida queda en lo que sigue: el camino que conduce a una playa minúscula; en la boca cerrada de quien todo lo dice; en la noche; en la pantalla de un cine; en el tiempo detenido de las ventanas de un café… Y así. Y por eso la pregunta:

–¿Acaso el lugar pese a estar uno allí es un no lugar?

–El lugar es el momento del que mira. Hasta entonces no hay Isle Sur La Sorgue, ni Ischia Porto, ni Verneda. De la misma que sucede con el gato cuántico de Schrödinger. El gato puede estar vivo y muerto a la vez dentro de la caja, esos dos estados indistinguibles se dan en su paradoja. Como con los lugares. Los lugares están vivos y muertos a la vez.

–Se trata de recoger el tiempo –le digo.

–Algo así, como digo en el poema «Place de l’Eglise»: el hastío hacia la vida se refleja en el proceso: lexemas, palabras, frases, lenguaje…

–Sí, concluyes que el  poema sucede en lo oculto. En el laberinto.

–En una mirada que, tal vez, no se sabe recoger a tiempo. Todo es un enigma –dice.

–De ahí la relación con el lugar, no lugar y la poesía…

–Absolutamente. Un lugar para nadie es, al final, el lugar de la escritura. Pensemos en nuestros espacios de escritura, en lo que ocurre cuando estamos en ellos. El acto de escribir es solitario, sin embargo pocas veces se convocan a tantos seres. Invisibles, memorizados, intuidos. La soledad, por eso, nunca podrá existir para un escritor. La ficción le acompañará siempre.

Y quiero rematar diciéndole que todo es un laberinto, pero sería reiterar una idea que no debe remarcarse, pues es evidente que sobrevuela durante todo el poemario de Chico.

–Soy un apasionado de las citas –cambio de tema.

–Como bien sabrás, si te has leído el libro, son mis puertas. Abren los poemas recogidos desde el sentido que late en ellos. Así el poema de Laia López que dice: “buscaste una casa / y encontraste / la prolongación / infinita de una sombra” o “Cambiar el final para que cambie todo”, que es de Fernando Clemot.

–Lo siento, no conozco a Laia López. Ni a Clemot.

Se lo repito un par de ocasiones. Parece no creerme. En cualquier caso me intereso por el poema «El lugar de la escritura», el que incorpora la cita de Laia López. Le suelto que combina, justamente, lo que estamos hablando desde el inicio de esta conversación, lo de cerrar ventanas y puertas, levantarse, que todo eso es heroico, que hay algo heroico en todo eso. Chico responde que claro, que esa heroicidad debe ajustarse, como comenta en su poema, a la mirada hacia el interior de uno:

– Se trata de dar vueltas en círculos y averiguar el alcance de las manos.

–Hay algo heroico en quien no logra vivir / más allá de una habitación encerrada –le digo, recordando cada una de las palabras finales del poema.

La última vez que nos citamos Álex y yo fue en una nave industrial, en una fábrica. Y el recuerdo del lugar no es baladí. El detalle sembraba la descripción que hizo Chico del momento. Me lo comenta nada más escuchar “habitación encerrada”. Que había una minúscula ventana en uno de los extremos de la sala, que se veía la torre de Collserola, que él recuerda que despertó en una butaca y entre nosotros había una mesa, un flexo en el techo desprendía una luz intermitente. Y es que Un lugar para nadie es una vivisección del lugar y del instante. Quizás las respuestas a uno se encuentren en el detalle, en la búsqueda de lo geográfico a través de la mirada interior, y a la inversa, de lo interior a través de la extrapolación de las referencias externas. Parece que está pensando lo mismo, pues regresa a Clemot y me comenta que no deja de ser curioso que este autor haya publicado un libro donde el motivo también es el viaje. El viaje y la memoria que sirven de autoconocimiento.

–El fundamento de todo está en la mirada. Hace apenas unas semanas salió su libro. Y ahora el mío –dice.

–Entonces, ¿qué es Un lugar para nadie para Álex Chico?

– Es, quizás, el libro más importante que haya escrito, porque es la primera vez que he sido consciente de una trasformación creativa. De una evolución en el fondo y en la forma, sin ataduras y casi sin esquemas. Y por ser la primera vez en donde he querido voluntariamente ponerme en la piel de “el otro”.

–Entiendo que parte de “culpa” de esta idea anterior es consecuencia de cómo fue escrito…

– Era la primera vez que tenía un manuscrito comprometido con una editorial, mucho antes de que fuera concluido. La limitación de tiempo (un año y poco) me ha beneficiado. He sido más constante y, algo mejor aún, he sentido una libertad creadora que antes no había tenido del todo.

Fuma. Me da la sensación de que se ha habituado al no lugar. Está cómodo y parece agradecer que haya decidido la cita en esta celda de aislamiento, sin accidentes a la vista que despisten el diálogo. En sus poemas está presente la soledad. Pese al espacio relatado cobra importancia el lugar deshabitado. También las personas, reales o irreales, que han desfilado por la vida, por la suya. Y es el emplazamiento el que define al que transita por él. Se trata de seguir siempre a la espera. Pese a regresar siempre a casa escapar de los días propios. Abandonar el mundo, a veces cercano y a veces no; el gato que está muerto y vivo a la vez, como el poeta. Y los dos sabemos que este diálogo se acaba, que se pierde en la negrura y que ahora la cámara abandona la escena, se aleja haciendo un picado, que apenas puede captar ya nuestra presencia, ni recoger los dos últimos versos del libro que alguien de nosotros recuerda: “Abandonamos el hueco. / Volvemos al libro o la calle”.

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Álex Chico ha elegido lugar para su presentación. Un lugar para nadie (De La Luna Libros) será presentado por Eduardo Moga el martes 19 de marzo en La Central del Raval (C/ d’Elisabets, 6 – Barcelona) a las 19 horas.

Iván Humanes Bespín
http://ivanhumanes.blogspot.com

Iván Humanes

Iván Humanes (Barcelona, 1976). Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona. En el 2005 publicó el libro "La memoria del laberinto" (Biblioteca CyH), en 2006 el ensayo "Malditos. La biblioteca olvidada" (Grafein Ed.) y en 2007 en la obra "101 coños" (Grafein Ed.). Prepara la publicación de su libro de relatos "Los caníbales" con la editorial Libros del Innombrable y la publicación de la novela "La emboscada" con la editorial coruñesa InÉditor.

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