Aprendizaje adolescente, suspense ético para todos los públicos: «Nada», de Janne Teller

Nada. Janne Teller
Traducción de Carmen Freixenet
Seix Barral (Barcelona, 2011)

En enero de 2000 la escritora danesa Janne Teller recibió una carta de una editorial. Querían una novela para adolescentes, terreno árido para una autora que trabaja para comprender los aspectos más recónditos de su personalidad. Pensó en rechazar la propuesta, pero finalmente se encendió una lucecita en su cerebro en forma de frase acicate que abrió el camino de las ideas: “ Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo”.

Palabras con mucha miga que dieron lugar al nacimiento de Pierre Anthon, un chiquillo que deja el colegio al darse cuenta del sinsentido de la existencia. Sube  a un ciruelo y encaramado en una de sus ramas proclama a los paseantes las razones de su ascetismo posmoderno, convencido de actuar según principios irrefutables. Sus antiguos compañeros de clase rechazan su credo, se juntan y deciden emprender una gran acción que desmonte el tinglado de su coetáneo, más cuerdo al deducir que es absurdo darle tantas vueltas a las cosas. Todos moriremos y el Planeta seguirá derrumbándose por la excesiva consideración que se dan los humanos, seres que con sus pretensiones moralistas van siempre de mal en peor.

Janne Teller (foto © 2004 Holtum Morten - Nielsen)

Agnes, la narradora, y sus amigos lanzarán un órdago que pondrá en tela de juicio su escala de valores. Para derrotar la filosofía de Pierre elaborarán un plan con connotaciones sentimentales y capitalistas. Cada uno de ellos prescindirá de algo que tenga mucho valor en sentido personal para crear un colectivo montón de significado que exponga la absurdidad de creer en la nada al abundar objetos, sensaciones y acontecimientos trascendentes en el Universo. La primera tanda es un absoluto fracaso. Los chicos no se empeñan en su compromiso al desembarazarse de ítems simbólicos que no exponen riesgo alguno ni pueden impresionar al enemigo. Surge el descontento. La urgencia de poner toda la carne en el asador y tomarse en serio la partida causará estragos. Rodarán cabezas y se generarán preguntas que la anterior normalidad ignoraba. El horizonte se amplía hasta límites insospechados que el adulto relacionará con factores prototípicos de nuestra sociedad: el apego a la propiedad, el respeto a la muerte, el precio de una vida, la virginidad o, simplemente, la pérdida. Sin embargo, si hacemos el esfuerzo de transportarnos a nuestros quince años, puede que comprendamos el torbellino Nada desde otra perspectiva guiada por dos directrices. Por una parta está la cuestión ética. Cada elección conlleva que el dolor sea mayor en el afectado, que tomará cumplida venganza proponiendo un envite más cruel y peligroso que da enjundia al montón a costa de caer en un egoísmo morboso hasta el paroxismo . Tumbas. Cruces. Perros. Semen. Dedos. Por la otra tenemos la magnífica recreación del in crescendo hacia el estupor, porque la iniciativa termina revistiéndose macabra hasta un delirante empecinamiento que viola la ley para satisfacer el acelerado impulso y perturbar la paz comunitaria a través de una impresionante serie de profanaciones más allá del cementerio.

Los protagonistas de la novela son hijos de su tiempo. Su corta edad no impide identificarlos con un buen número de clichés en muchos casos reales. Son jóvenes víctimas del aburguesamiento y su batalla es consecuencia de una indudable estrechez de miras que amenaza con robotizar a los que vendrán. Son ingenuos y aún no abusan de Internet, pero saben muy bien cómo llamar la atención con mecanismos contemporáneos. Pierre Anthon viaja en otras latitudes, heredero de Sócrates, risueño pese a recibir pedradas y sacudidas en su mágico árbol. Le da absolutamente igual la sorpresa de los que siguen aferrados al pupitre y alardean de su hazaña. Para él, la acumulación de enseres es un pasaporte a la nada. Bienvenidos. Las cosas claras y el chocolate espeso.

La traca, claro está, es el final, bomba de relojería lógica, porque ahora sabemos cómo proceden muchos chavales por la contaminación audiovisual y demoledora, con más de un ingrediente letal. Janne Teller entregó su manuscrito, fue rechazado y esperó siete largos años hasta verlo publicado. Fue prohibido en una región de la liberal Dinamarca y la historia se repitió en Noruega, donde lo vetaron en escuelas,  Francia, en la que algunos libreros se negaron a comercializarlo, y Alemania, país con padres enfurecidos que denegaron la lectura a sus hijos. Meses más tarde el libro se impuso, ganó múltiples premios y actualmente es recomendado en la mayoría de colegios y hasta se representa en el teatro, dando así a su contenido un extra al valorar que supera el ámbito para el que estaba inicialmente destinado.

Y es absolutamente cierto que Nada rebasa su parcela, invadiendo lo intergeneracional por su misma estructura narrativa, que al alambicar polifonías en un hecho concreto es veloz y sobresaltada, sin desajustes, válida para los que ya tienen barba por el suspense aliñado con diatribas conceptuales que confieren a la obra otra dimensión más allá de lo banal, si bien cabe recalcar que su arquitectura tiene ingredientes recurrentes del género best-seller por la brevedad de sus episodios y los mil y un puñetazos que cortan nuestra respiración para que deseemos más, adentrándonos en una espiral muy cinematográfica por su trepidante montaje.

En cambio, para los más pequeños puede suponer un verdadero estímulo a la lectura al ser un libro que desde su trama teje finas capas que aúnan aprendizaje y una verdadera experiencia que les sitúa en pie de igualdad al tratarlos con respeto mediante argumentos fuertes y un lenguaje nada rebajado. Dicen por la calle que a los niños se les debe hablar con naturalidad y sin las típicas muletillas, onomatopeyas que chirrían oídos y denigran cerebros que con Nada se sentirán agradecidos en una época donde los adolescente tienen sobrada capacidad para asimilar nociones que demasiadas veces les escondemos, como si fueran especímenes encerrados en una cápsula que les impide acceder al manantial de información disponible. No se puede, ni se debe, domar la curiosidad.

Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com

Jordi Corominas i Julián

Jordi Corominas i Julián (Barcelona, 1979) ha publicado dos novelas en catalán ('Una dona que sap jugar amb els peus' y 'Colors', editadas por Abadía Editors), una biografía histórica en italiano ('Macrina la Madre', 2005) y el poemario 'Paseos simultáneos' (Ed. Vitrubio, 2010). En 2009 coeditó la antología 'Matar en Barcelona' (Alpha Decay). En 2011 publicó 'Loopoesía(s)' (Descrito Ediciones) y el cuento 'John Wayne' (Sigueleyendo). Es integrante y fundador del proyecto poético-experimental Loopoesia. Como crítico coedita 'Panfleto calidoscopio', y colabora en varios medios, entre los que destaca RNE. En 2012 ha publicado los poemarios 'El gladiador silenciado' (Versos&Reversos), 'Oceanografías' (Vitruvio) y la novela 'José García' (Barataria). En 2013 salió su poemario 'Los lotófagos' y en 2014 aparecerá su suite 'Al aire libre', versos con los que el proyecto Loopoesía cumplirá un lustro de existencia.

4 Comentarios

  1. Es fantástico que todavía quedan autores que se toman los adolescentes en serio. La literatura juvenil merece tener más espacio en las librerías y bibliotecas. Me gusta Janne Teller. Es genial que los autores estén dispuestos a despertar conciencias y generar polémica. Es necesario, vital para seguir pensando, procesando la sociedad, generando ideas. Sólo por eso ese libro, NADA, ya vale la pena. ¡Me apunto!

  2. […] Janne Teller tiene la mejor foto de solapa que he visto. Y encima, ha escrito un pedazo de clásico que para mí lo quisiera. Es uno de esos crossovers tan de moda, libros que traspasan las barreras de edad del público al que va dirigido (barreras que crean las editoriales y los centros comerciales, no nos engañemos), y constituyen un relato para lectores “de ocho a ochenta y ocho”. Me aburrió El Señor de las Moscas, por poner una referencia parecida, pero este libro es genial, se lee de un tirón y su crueldad es creciente. Aunque lo he leído buscando el truco (que lo hay) no he dejado de disfrutarlo. Os lo recomiendo con mucho entusiasmo. […]

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