Autores de Novela Negra (II): Félix G. Modroño

Félix G. Modroño (Vizcaya, 1965) ha sido capaz de envolvernos en pleno Siglo de Oro con dos novelas en las que la trama de intriga se enriquece con amplios conocimientos históricos. Su «detective», el doctor Fernando de Zúñiga, fue bautizado en el género con el caso de La sangre de los crucificados (Algaida, 2007), ambientada en 1682 en Zamora, Salamanca, Madrid y Sevilla. Ahora, nos situa un año más tarde. En Muerte dulce (Algaida, 2009), De Zuñiga se reencontrará con la muerte y un misterioso caso: el asesinato por envenenamiento de su amigo Pedro Urtiaga. La investigación le llevará a reclamar ayuda al hijo del difunto, Pelayo, enamorado en secreto de Leonor, una de las hijas del doctor, que acaba de salir del convento para unirse con ellos en la aventura, junto a Isabel, el ama de llaves que también mantiene en secreto su amor, y el padre de ésta, Germán. Durante la investigación, que les lleva a tierras bilbaínas, se enfrentarán a graves peligros, descubrirán al creador de un curioso juego de cartas denominado «mus» y acabarán por desvelar el misterio que encierra la muerte de Urtiaga.

Lo de escribir, ¿te vino por azar? ¿Ibas haciendo pinitos?

Soy un escritor de vocación tardía. Lo intenté con otras cosas, con la fotografía… Pintar no, porque no sé hacer la «o» con un canuto…

Pero fotografía sigues haciendo…

Sí, pero todavía no he vendido casi ninguna, he publicado algunos reportajes. Me gusta la fotografía artística, a ser posible, retrato en blanco y negro, y es un género difícil para hacer exposiciones. Pero mi problema es que tengo un trabajo muy estresante, absorbente y monótono.

¿Qué haces?

¿Lo puedo decir de verdad?

Si es decente… (risas)

Va a sonar mal.

¿Eres inspector de Hacienda?

Soy director de banco, que es casi lo mismo (risas). También tenemos corazón. Te cuento que yo intento ponerme siempre de parte del cliente, soy un poco atípico en ese sentido como director de banco y me miran raro cuando recomiendo que no se metan en hipotecas y esas cosas. Y, en fin, retomando el hilo, llegando a los cuarenta, entré en crisis porque siempre había tenido esa vena artística que no supe materializar. Tuve un accidente muy serio en ojo, vine a Barcelona a operarme y lograron salvarme el globo ocular aunque perdí totalmente la visión de ese ojo, me ha quedado como de adorno. En el periodo de mes y medio en que estuve permanentemente boca abajo para ducharme, para comer, para dormir…, se interrumpió mi dinámica diaria y, como mecanismo de defensa, comencé a buscar una historia. Y así nació mi primera novela, La sangre de los crucificados que, por cierto, sale este mes en edición de bolsillo.  Cuando terminé el proceso de escritura tuve la buena suerte de que me la aceptó la primera editorial a la que le había echado el ojo bueno (risas).

Tus novelas, al margen del interés que suscita la intriga criminal y lo interesante que pueda resultarte crear esos misterios, nacen más de la pasión hacia tu tierra.

Sí, pero es que mi tierra es muy amplia. He vivido en tantos sitios… Por fortuna o por desgracia, he sido un niño trasladado y, al final, el bagaje que llevas es bonito, a pesar de ser también duro.  Las raíces llegan a estar un poquito separadas de la tierra, pero se aprende a conocer a gente diferente. Tengo una serie de ciudades a las que adoro que son Zamora, Salamanca y Sevilla, donde se desarrolla la primera novela y en Muerte dulce me voy más a Bilbao, que es de donde soy. Teniendo lugares tan bonitos y novelescos sobre los que escribir, no me voy a ir a otros que no conozco…

Hay una rigurosidad histórica que pesa mucho en tus libros.

La ambientación…

… y el uso del lenguaje. Rescatas palabras hermosísimas totalmente en desuso, casi podrías escribir un diccionario.

Claro. Me ayuda que mis padres sean de Tierra de Campos, una comarca que abarca Valladolid, Palencia, León y Zamora. Y hay palabras que he oído desde la niñez que me resultaban familiares y que cuando he salido de allí me he dado cuenta que resultan extrañas. Las he rescatado porque forman parte del castellano antiguo y debían estar en las historias de Fernando de Zúñiga.

De Zúñiga dice «Todos los vizcaínos son nobles». Ahí sale la vena patriótica.

Sí, pero eso es historia (risas). Es verdad, es el sentimiento que todos llevamos dentro. La hidalguía bilbaína no era no pagar impuestos, sino no tener que aportar soldados a las levas. De hecho, se permitió incluso que todos pudieran ser propietarios, algo que no sucedía en el resto de Castilla. Todos los vizcaínos eran hidalgos.

Explicas en las notas de Muerte dulce que, al finalizar tu anterior novela, querías escribir una obra contemporánea y, de repente, comenzaron a llegarte señales que te llevaron a esta nueva aventura de Fernando de Zúñiga.

Es muy curioso. La primera novela nace de una casualidad. Conozco el Cristo de la Capilla del Hospital de la Caridad, en Sevilla, la misma semana en que veo la imagen de El Cachorro (es la imagen de Cristo crucificado en el momento de expirar, que se encuentra en la Capilla del Patrocinio de Sevilla). Los asocio inmediatamente al darme cuenta de que son casi coetáneos: Uno es de 1672 y el otro de 1682. Me pareció, cuanto menos, curioso.

En el caso de Muerte dulce, estaba en la biblioteca y, en un momento de descanso, veo en los anaqueles donde los lectores van dejando los libros para que luego los vuelvan a colocar en su sitio, un ejemplar de Léxico del Naipe del Siglo de Oro, de María Inés Chamorro Fernández. ¡Precisamente estaba ideando una historia sobre el mus y me encuentro con ese libro que ha venido a buscarme! Yo creo en este tipo de cosas. Al final, alguien me digo que debía escribir otra historia de Fernando de Zúñiga y dejar la que tenía en mente para después.

Es inevitable pensar que, en el Siglo de Oro, los que mejor podían investigar misteriosos crímenes eran los hombres de ciencia, como es el caso del doctor Fernando de Zúñiga.

No habían muchas más posibilidades. Entre la cantidad de analfabetos y supersticiosos que existían, creo que se reducían enormemente. Algunos me han achacado eso de que De Zúñiga sepa de casi todo, pero hay que centrarse en el contexto y la época. Entonces en España había muy poquita gente…

Sí, es gracioso lo que explicas en la novela, que se sabían hasta la cantidad de Pedros que habían en la comarca, por la poca gente que la habitaba.

Para hacernos una idea, Bilbao tendría unos doce o trece mil habitantes. Todos se conocían. Más aún alguien como un médico o un profesor. La labor de ambientación para imaginarme el Bilbao del siglo XVII es irme a un pueblo que ahora tenga nueve o diez mil habitantes. Mis padres son de un pueblo, Villalpando, de tres mil habitantes. ¡Claro que se conocen todos! Y una persona culta como mi protagonista era alguien con amplios conocimientos, siendo profesor y no creyendo en la ciencia tradicional. No todo en él es erudición o superstición, ese es su gran acierto.

Ilust: J.L. Huerga Beato

Fernando de Zúñiga, ¿te nació complicado o se te ha ido complicando?

Si hay algo que no me gusta de este tío es que es veterano. De las sagas detectivescas me encanta la evolución del personaje a lo largo de las novelas. Pero claro, a De Zúñiga ya le he pillado evolucionado (risas). En las dos historias publicadas no cambia mucho, pero tengo pensada alguna cosilla que le pueda hacer evolucionar. Volviendo a la pregunta, nació como tenía que nacer. Fernando de Zúñiga no podía investigar en esa época crímenes que tuvieran que ver con la superstición.

Pero no me negarás que sí hay complejidad en el personaje: No es religioso, pero siente devoción por una virgen…

Es contradictorio, como yo… (risas).

…colaboró con la Santa Inquisición…

Sí, un poco obligado, por si acaso. Él mismo podía ser acusado de hereje.

Vamos, que hay muchas cosas interiorizadas y quizás valdría la pena sacárselas.

Claro, ahí tengo yo novela. Todo lo que me contáis los lectores, lo proceso en el disco duro, no creas… (risas).

Hay personajes que acompañaron a De Zúñiga en la primera entrega y reaparecen en Muerte dulce

Sí, me preocupaba que las dos novelas se pudieran leer de manera independiente. Estoy convencido de haberlo conseguido. Lo natural sería hacer una lectura ordenada, pero no es imprescindible conocer los sucesos de La sangre de los crucificados para adentrarse sin problemas en la segunda.

¿Lo de la corrida de toros en Bilbao es la única libertad histórica que te has tomado?

¿Libertades? No, no, libertades hay poquitas y las menciono al final. Lo de la corrida no es totalmente exacto pero sólo por un mes de diferencia. Entonces las corridas de toros eran en el Corpus, no en Santiago. Pero hasta hay llego. Nadie podrá decir que no había corridas en 1683.

Hay una meticulosidad casi excesiva por describir cómo se actuaba en el siglo XVII, por ejemplo, en cuestiones médicas. Mueves a los personajes en los límites y avances de la época sin recurrir a trucos para justificar un hallazgo.

Me parece muy aceptable que para algunos autores el contexto histórico sea simplemento eso, un contexto y no les importe mucho saltarse la investigación meticulosa, creando anacronismos siendo conscientes de que lo están haciendo. No sé por qué, pero yo me he impuesto esa meta obsesiva contraria a ello. Creo que al lector, al final, le da lo mismo que un cuadro estuviera en un determinado lugar en un momento concreto, pero a mi sí me interesa y soy más fiel conmigo mismo si respeto el trabajo que me propuesto. Me joroba mucho cuando alguien descubre algún fallo, algo que, por cierto, resulta casi inevitable. Hay una anécdota al respecto: Pongo en boca de un personaje, refiriéndose a otro, que le faltaba el oxígeno.  Y alguien me advirtió de que la palabra «oxígeno» no existía en la época, se creo cuarenta o cincuenta años después. Y me fastidia, aunque sé que ningún lector se va a molestar.

Lo de la creación del mus me parece interesante…

Eso sí lo he recreado. A los escritores que nos gusta ambientar las intrigas en otra época, que no es lo mismo que hablar de escritores de novela histórica, buscamos esos pequeños huecos que la historia nos deja. El nacimiento del mus es un tanto oscuro, no se sabe si se creó en Navarra, en Vizcaya… Me permito novelar una posible creación del juego.

Todos estos detalles que aportas hacen de tu libro, a su manera, quizás no una novela histórica, diría casi un libro de historia.

Cuando la gente lea con qué respeto se retratan las calles, los ambientes, las comidas, los detalles sobre las medicinas, los venenos o las tradiciones en mis novelas, puede tener la tranquilidad de que cualquier descripción está documentada. Detalles como si existían los sobres, las características de los lápices… Además de las tramas, que procuro que enganchen y son fáciles de leer, quiero que el lector tenga la certeza de que se está empapando de la época.

Utilizas una narración muy dinámica. Los personajes siempre están en movimiento, hay intrigas entre ellos, lances amorosos… Esto le da mucha riqueza a la historia, como decías.

Una novela criminal debe ir acompañada de una intriga amorosa. Creo que, al final, las intrigas amorosas son más cercanas y cotidianas que las criminales. Todos hemos tenido intrigas amorosas, por fortuna, los que las han tenido criminales son minoría.

Bueno, a veces las intrigas amorosas acaban siendo criminales (risas).

Eso también (risas).

Al pobrecito Pelayo, el joven acompañante de Fernando de Zúñiga, le tienes amargado con esas dos mujeres con las que tropieza.

Está naciendo a la vida. Los veinte años de antes no son los veinte de ahora. Me lo imagino como un chaval de catorce de ahora, descubriendo a las mujeres.

¿Cómo trabajas, después del proceso de investigación?

Hay una labor de ambientación y de maduración muy larga. Me imbuyo en la época, en lugares que, aunque sean distintos a los que narro, mantengan la esencia, los olores, los mercados antiguos… Me voy a Tánger, a oler los zocos, aunque no me gusta Marruecos, pero debí hacerlo porque imaginé que los mercados de Castilla en el XVII olerían como los zocos actuales. Y leo libros y más libros, que no quedan plasmados en la novela, pero sí impregnan el espíritu de lo que escribo. A partir de ahí, creo la intriga que, como todos los autores de género, escribo de atrás hacia adelante. Los personajes no me llevan a ningún sitio. Van donde yo quiero que vayan. Esquematizo los capítulos de manera metódica.

¿Y ahora? ¿Retomarás la idea de la novela contemporánea?

No he tenido ninguna otra señal, por ahora (risas). He recuperado la idea que te comentaba antes, pero tengo otro De Zúñiga en mente. Ya tengo la historia. Volverá.

José A. Muñoz

Y mañana…

Don Winslow, autor de El poder del perro (Roja  & Negra/Mondadori), una de las mejores novelas publicadas en 2009.

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

1 Comentario

  1. Hola, me ha gustado mucho la entrevista que habéis hecho a Félix G. Modroño. Las preguntas y las respuestas han sido interesantes y muy entretenidas. Pocas veces se ven buenas entrevistas y entrevistados… y esta es una de estas. He dado de casualidad con la misma, pero la verdad es que me alegro. He podido leer las dos novelas protagonizadas por Fernando de Zúñiga, y las recomiendo. Es cierto que no importa si lees primero la segunda y luego la primera, pero también es cierto que la segunda se leer con más gusto después de ya conocer a los personajes protagonistas de la primera, porque aunque independientes las historias, el tipo de personajes que han surgido de Félix G. Modroño, son de esos personajes que te gusta ir conociendo cada vez más y mejor, y que hacen que vayas disfrutando cada vez con cada entrega. Yo al menos soy de los que además de una buena historia, también tiene que haber unos personajes que merezcan la pena. Y lo cierto es que estoy ansioso por seguir sus evoluciones…
    Por cierto, conocí a Félix G. MOdroño en la firma de libros que hizo en Bilbao en el año 2009, sin haber leído aún la primera de sus novelas, y es una pena que este año no le invitaran a pasarse por Bilbao de nuevo, pero supongo que volverá…
    Saludos,

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