Autores de Novela Negra (III): Don Winslow

Don Winslow (Nueva York, 1953) es una de las sorpresas del último año. Completamente desconocido en España, pero con una larga bibliografía a sus espaldas, nos fue descubierto por Rodrigo Fresán al incluirlo entre los primeros lanzamientos de su colección «Roja & Negra», dedicada al género que nos ocupa, y que edita Mondadori. Lo hizo con El poder del perro, un novelón de 700 páginas que transcurre durante treinta años. La historia, elemental y a la vez complejísima: 1975: Un agente de la DEA, Art Keller perseguirá durante treinta años al nuevo capo del narcotráfico mexicano, Adán Barrera, responsable de la muerte de su compañero y de introducir cocaína en los Estados Unidos. Rabiosa, desmesurada, violenta hasta decir basta, El poder del perro se encuentra ya entre las grandes obras norteamericanas de los últimos cincuenta años. Una saga de perdedores que se convierte en adicción, droga dura, chute de adrenalina no apto para menores o mayores con reparos.

¿Cansado de hablar de tu libro?

No, no, estoy estupendo.

Hace doce años que comenzaste a trabajar en la historia de El poder del perro, buscando respuesta a los actos de violencia y la ejecución de inocentes en México en 1988. ¿La encontraste?

Sí y no. He encontrado respuestas históricas sobre cómo han evolucionado los cárteles. También respecto a la implicación americana en la creación de estos cárteles. Y creo que también las he encontrado respecto a la espiral de violencia en el mundo del narcotráfico, al menos por lo que se refiere a México. Sobre si he encontrado respuestas globales a la capacidad humana de cometer horrores te diré que creo que no.

¿No lo ves como parte de nuestra propia naturaleza? ¿Nuestro lado animal?

Me temo que esa es la conclusión a la que llegué. Quizás la gente se endurece, paso a paso, poco a poco, y acaba haciendo cosas que ni hubieran sospechado. Y hay otro tipo de gente que son psicópatas, sociópatas…

Se ha hablado mucho de la parte histórica del libro, del retrato del narcotráfico, de la política, la violencia… pero muy poco de los personajes. Art Keller, el agente de la DEA (Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas), protagonista del libro, busca la redención durante treinta años.

Sí, absolutamente. Creo que El poder del perro, precisamente, trata sobre la búsqueda de la redención. La mayor parte de los personajes no la encuentran. Art Keller, en una pequeña parte, sí lo logra. Todo el mundo me dice que trata sobre el tráfico de drogas. Para mi, ese es el contexto, más que el tema. En realidad no estoy tratando sobre eso.

Hace un año, cuando se publicó el libro en España y toda la crítica comenzó a compararlo con El Padrino de Mario Puzo y Coppola, pensé que estaban equivocados y que a lo que se aproxima es a la gran tragedia shakesperiana, el drama absoluto y brutal, algo que también encontramos en la novela de Puzo, pero de forma menos evidente.

Es una observación muy aguda sobre algo que muy poca gente ve porque sólo se quedan en la superficie. El libro se compone de cinco partes que, efectivamente, es la estructura de las tragedias de Shakespeare. Siempre lo he visto así.

No solo está explícito en la forma de la obra, sino en la manera de abordar el drama desde la primera página, los diálogos tan teatrales…

De joven fui actor y las tres primeras cosas que escribí como profesional fueron obras de teatro. Me encantaba Shakespeare, dirigí alguna cosa en Oxford. Quizás el subconsciente fue trabajando sobre esto. ¡Pero de ninguna manera me quiero comparar a Shakespeare, que quede claro! (risas).

Ya hay quien habla de «clásico» respecto a El poder del perro.

De ninguna manera (risas).

Ha sido citada como una de las mejores novelas publicadas el pasado año en España. Transcurridos cinco años desde su publicación en Estados Unidos, aún está en boca de todos. ¿Te imaginabas hablando de tu obra en Barcelona?

Para mi es todo un honor, pero te contaré algo: Las semanas previas a la primera publicación del libro pensé que mi carrera estaba acabada. Y mucha gente compartía esta opinión. Llamé a mi editor desde París y comenzó a gritarme: «Â¡Hay que revisarlo!» y yo le respondí: ¡»Me da igual si lo publicas o no. Me retiro! ¡Era más feliz trabajando como detective privado, así que lo dejo todo y volveré a ejercer! ¡No me llames, no me escribas ni me envíes mensajes!». Añadí algunas palabrotas que no repetiré (risas) y colgué. Mi editor comenzó a buscarme hasta que dio conmigo en Inglaterra. Cuando me localizó me pidió que fuera a Nueva York para hablar con él. Estuvimos toda una noche en la cocina de su casa editando el libro a mano. Esta edición fue la que se acabó publicando. Si no hubiera tenido éxito nunca más habría publicado. Piensa que estuve cinco años trabajando en El poder del perro, fuera del circuito editorial. ¡Había desconectado tanto durante ese tiempo que cuando hice la gira de promoción del libro mis lectores me confesaban que creían que había muerto! Me contaron que se rumoreaba que había acabado en un psiquiátrico… Acabé aterrorizado. Por lo tanto me jugaba mucho con la novela y, como te decía, a punto estuvo de no publicarse.

En esta reunión en la cocina editando el libro, ¿quedó mucha cosa fuera?

¡Sí! -Sí, lo sé, es un tocho (risas)-, pero había más… Eliminamos unas ciento cincuenta páginas. Él iba bebiendo whisky y yo agua (risas). Cuando había alguna cosa que me interesaba defender y discutíamos por ello, le acababa diciendo: «Sí, bueno, bueno, lo dejamos aquí a un lado y ya lo hablaremos luego» (risas). A las cuatro de la mañana ya tenía nuevos argumentos para rebatirle.

Este es el libro al que le has dedicado más tiempo de tu vida. Cuando lograste acabarlo, ¿notaste cambios en tu manera de trabajar, de hacer las investigaciones para documentarte? ¿Hay «un antes y un después» de El poder del perro?

Sí, más o menos. Por lo que hace al análisis del material, sin duda. Pero, precisamente, ese era parte del problema, porque como detective lo que te enseñan es a no sacar conclusiones precipitadas, mientras que como novelista debes tener algún tipo de estructura en mente antes de comenzar, más allá de las cinco partes de la novela. Yo no tenía nada.  O sea, tenía un montón de material de búsqueda, en gran parte cosas de las que no tenía ni idea, no sabía nada de la intervención americana en la historia de América Latina, desconocía completamente el origen de los cárteles de la droga antes de descubrir todo esto, la teoría de la liberación, Chiapas -que fue la parte que quedó fuera del libro-. Cogiendo esta perspectiva de detective y sus enseñanzas te dicen que has de ser persuasivo, seguir investigando y tenerlo todo, y saberlo todo y enlazarlo todo teniendo dos fuentes de cada cosa que fueran independientes. Llegó un punto en que era insostenible. Claro que podía desarrollar todo un caso como detective, pero con un caso no hay suficiente para hacer una novela. ¡Hubiera sido más fácil coger toda la información y llevarlos a juicio que escribir este maldito libro! (risas).

Droga, política, corrupción, religión… Art Keller es un católico devoto y esto también influye en su manera de cargar con la culpa y sufrir por sus pecados. Pero no hay que olvidar al resto de personajes, incluso a los femeninos. Se ha dicho que es una novela de hombres, pero las mujeres son muy importantes y la fuerza y el peso que tienen en la historia la esposa del narco, Pilar, o Nora, la prostituta de lujo, las hacen imprescindibles.

¡Pues sí, y gracias por sacar el tema! Las mujeres reaccionan respecto al libro. He tenido, al menos, cinco reacciones de mujeres que han venido a mi y me han dicho: «Yo soy Nora. Te has inspirado en mi». ¡Mujeres a las que no conocía de nada! Estoy firmando ejemplares y me dicen estas cosas. Y lo único que se me ocurre pensar es que debía andar por buen camino, que lo he hecho bien. Sin embargo, cuando lo estaba escribiendo, algunas amigas demostraron tener una visión despectiva y me preguntaban: «Como hombre, ¿qué puedes escribir desde la perspectiva de las mujeres? ¿Cómo vas a poder hacer creíble a Nora, si eres un hombre?». Digo yo que si llevas esa lógica hasta las últimas consecuencias tendría que limitarme a escribir pequeñas novelas de hombres para hombres. Tampoco podría escribir sobre el tráfico de drogas, o sobre el maltrato, porque ni soy traficante ni pego a nadie.

Yo quería mujeres fuertes en el libro. Llevo casado con una mujer de fuerte carácter durante más de veinte años. Así que me sentía muy cómodo hablando sobre estas mujeres. Por cierto, también fue interesante entrevistar a prostitutas de alto standing (risas).

Hay algo que quizás has percibido y es la atracción que sienten algunas mujeres por la violencia masculina.

Sí, precisamente una de las cosas más peligrosas de la violencia es que es muy seductora. Como sabes, en el libro hay masacres extraídas de la realidad. Es evidente que yo no soy así, como los personajes de El poder del perro. Hablas con la gente… Utilizas la información… Una escena de sexo es como cualquier otra, la has de escribir bien para que estimule y le guste al lector, incluyendo aspectos sucios, si es necesario. Si he de narrar un secuestro el lector debe sentirse excitado de la misma manera que con la escena de sexo. Es la manera en que se demuestra que se puede empujar a ese lector hacia terrenos peligrosos, la atracción hacia lo violento.

Es todo adictivo: droga, poder, sexo…

Sí, exacto (risas). Todas estas cosas.

Nos queda mucho por descubrir de Don Winslow. Tengo entendido que tienes una serie protagonizada por un detective.

Mis primeros cinco libros están protagonizados por Neal Carey. El próximo año volverán a imprimirse en Estados Unidos. No están publicados aún en España. Ahora he acabado de escribir un guión del primero de estos libros, A cool breeze on the undergroud («Una ligera brisa en el metro»). Estamos en la fase de negociaciones preliminares con los productores.

¿Son muy diferentes en cuanto al estilo empleado en El poder del perro?

Sí, muchísimo. Cuando comencé a escribir este primer libro que se llevará al cine aún era detective. Leía novela negra pero no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. No te lo creerás, pero las historias de Neal Carey no tienen nada de violencia, ni sexo. Son muy amables, suaves. En algún momento cambias y yo lo hice cuando me tuve que enfrentar cara a cara con cosas que hicieron modificar mi estilo: Fue cuando me adentré en la investigación que me llevó a escribir El poder del perro.

¿Y ese cambio permanece en las novelas que has escrito posteriormente?

Creo que sí. Los primeros los escribí de manera muy tradicional (pasado, tercera persona, la rueda omnisciente, bla, bla, bla…). Me cansé. Me aburrí y aburrí a los demás. Empecé a escribir en presente porque me hacía sentir diferente, era una cuestión de percepción en el sentido de que trabajaba como si tuviera varias cosas sobre la mesa delante mío e iba escogiendo. Es diferente que si escribes en pasado, que es como si las cosas pasaran por delante, como si las estuvieras visualizando, igual que fotogramas. Me parecía más vital lo de escribir en presente, más divertido y energético. Me hizo mejor escritor y me gusta eso de poder coger al lector y arrastrarlo.

También me agradan mucho las pequeñas frases, rotundas y directas. Y es algo que exaspera a los editores, pero lo entenderás, porque lo que quieres es atrapar la pupila del lector con algo muy preciso, no quieres que divague ni que se distraiga con otras cosas.

Eso está muy presente en los diálogos.

A veces, no en todas las páginas pero en algunas sí, lo que hago es alejarme, miro cómo queda la página, la distribución, sin ver las palabras, sólo las líneas, y la forma de lo escrito -los párrafos, los espacios en blanco, el interlineado- me dice el tipo de página que es. La contemplo como una pintura o una fotografía. Si quiero una descripción narrativa tendrá un aspecto determinado. Si quiero puñetazos el aspecto de la página es diferente. Entonces me alejo del papel y me pregunto: «Â¿Esto tiene la pinta que debe tener?».

¿En serio utilizas esa técnica tan extraña?

(Risas) ¡Es cierto! A veces está bien acompañar al lector, otras veces lo mejor es cogerle del cuello y no dejarle escapar. Por ejemplo, si es una escena de amor la quieres con una cierta musicalidad, un movimiento sensual. Y es necesario que sea así para que lector no pueda parar hasta que yo no quiera que pare. Otras veces necesito que pare para que vea lo que le estoy enseñando. Y, normalmente, en un libro como El poder del perro se trata de momentos de impacto.

¿Volverías a involucrarte en un proyecto tan largo?

Cuando lo acabé pensé: «No. Nunca más». Dos o tres libros después, que me encantan, encontré a faltar el enorme mural que representa un trabajo tan denso. Y sí, decidí volver a trabajar en algo así. Estoy escribiendo una novela de la que llevo ya unas cuatrocientas páginas. Y mi editor llora desesperadamente (risas).

¿No recuperarás a Art Keller?

Quizás. Pero solo si hubiera una verdadera razón para hacerlo. Últimamente me lo han preguntado en diversas ocasiones. Si la situación hubiera cambiado hasta el punto de que surgiera alguna cosa diferente que decir desde la mirada de Keller, entonces sí. Pero tal y como lo veo ahora creo que me saldría un libro idéntico pero con diferentes hechos. Y ni yo quiero escribir algo así ni tú lo querrías leer.

Podrías hacer como David Simon, el creador de The Wire, que va intercambiando a los protagonistas de la serie que pasan a ser secundarios en otras temporadas. Keller podría aparecer en algún pasaje como personaje invitado.

Lo tengo en mente… (risas).

José A. Muñoz

Y mañana…

Camilla Läckberg llega del frío para hablarnos de sus novelas y sus queridos personajes Erica Falck y Patrik Hedström. Läckberg está considerada la «Agatha Christie sueca», lo que, a sus 35 años y más de siete millones de ejemplares vendidos de sus seis novelas -sólo en Suecia-, la convierten en la «Reina del Crimen».

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

4 Comentarios

  1. El Poder del perro es una de las mejores novelas que he leído en mi vida ( no son pocas). El impacto -al ser mexicano- me sacudió desde un inicio. Fue sobrecogedor darle vueltas y vueltas a las páginas, a lo largo de varias horas ininterrumpidas. Pero con obligados descansos. Porue esta novela nos obliga a alejaros de élla para volver a sumergirnos en élla. Soy escritor con media decena de títulos publicados, soy editor con una centena de obras editadas, y, como hasta hace varios, varios años, una novela no me había seducido, sacudido y excitado tanto como el Poder del perro.
    Enhorabuena a Don Winslow or su portentoso taleno parra narrar (nunca con paja y pendejadas) historias de carne y hueso que nosotros, los mexicanos, seguimos con terror cada día a través de los noticiarios. Es curioso pero este éltimo lustro está doblemente agitado, corupto y belicoso que los que describe Don en su magnífica obra. No estaría nada mal darle seguimiento a los quehaceres de Art Keller, ahora que la mierda, la indignación y el pánico, se sientan a diario en nuestra mesa.
    Ojalá le llegara este mail a Don.

    Cordialmente,
    Alejandro Herrera Parra

  2. Perdón por los dedasos en el comentario.
    Corrupto va con doble «r»

  3. Me ha gustado la entrevista. No conocía este autor y lo conocí de casualidad por, como no, Facebook. Un amigo me envió un link para leer fragmentos de El invierno de Frankie Machine (www.facebook.com/machine) y me encantó. Me lo compré la semana siguiente y me lo acabé en nada. A ver si publica más cosas 🙂

  4. Fascinante, muy bueno….. Uno de los mejores libros . Te engancha desde la primera página y no se puede dejar de leer. Me dio pena acabarla, me habría gustado que hubiera 1000 páginas más…. Me encanta Don Winslow, qué manera de contar las historias, es tremendo….Ojalá que escriba más libros y se puedan publicar aquí. También he leido el invierno de Frankie Machine…. Fascinante también.. Un diez para Don Winslow.

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