Blanca Riestra: «He comprendido, al fin, que no soy escritora de cuentos»

Una noche en Albuquerque (Nuevo México). Un microcosmos repleto de personajes que viven emocionalmente más dentro que fuera pero físicamente más fuera que dentro. Un camionero, una autoestopista,  el dueño de un bar a punto para abrir, un mendigo que anota las matrículas de los coches, un fugitivo de la justicia que sale y vuelve a entrar… Los cruces de la carretera son los desvíos de la vida que conducen a ninguna parte, de la misma manera que el lector de La noche sucks (Alianza) se encuentra en el cruce desde el que observará los caminos, las rutas que sigue la fauna atrapada entre sus páginas.

Blanca Riestra (Foto: IE University)

Blanca Riestra conoce el lugar. Y a los personajes. Durante dos años fue directora de su Instituto Cervantes. En su nueva novela bebe del lenguaje, del entorno en el que vivió y de pasiones literarias. Bolaño, Barnes, Dos Passos…

En La noche sucks nos ofreces una narración a vista de pájaro, una perspectiva global del mapa en el que se mueven los personajes en conjunto. ¿Te ha ayudado a marcar ese distanciamiento el terminar la novela lejos de Albuquerque?

Es muy posible. Si te das cuenta, La noche sucks y Madrid Blues, que es mi novela anterior, están cruzadas. En Albuquerque escribí sobre Madrid, inventándome una ciudad enmarañada y vista desde lejos, con el deseo de hacer que existiese, porque la distancia es tan grande y Albuquerque tan extraño y distante que la impresión es de irrealidad. Y efectívamente, en Madrid tuve el sueño, el recuerdo desdibujado de Burque, escribiendo con más distancia… y quizás valentía, no sé.

Si hubieras escrito el libro allí no tendrías esa visión global de los personajes, estarías en el centro del meollo.

Bueno, en general suelo tener, como decías, vista de pájaro en todas las circunstancias, es algo que depende del tipo de escritor que seas. Mi visión suele ser muy física y directa pero también en panorámica. Me gustan las estructuras, pero ese es otro tema.

Esa observación en trozos que completan la imagen podría aplicarse a tu bibliografía. La noche sucks nació como cuento y también has aprovechado otras cosas que fuiste publicando para volcarlas aquí.

Sí, pero últimamente he comprendido, al fin, que no soy una escritora de cuentos. Incluso veo que mis cuentos son, en realidad, gérmenes de novela. Mi escritura es novelística. No lo digo como algo malo, sino que se trata de una constatación fácil de ver. Fíjate que no he escrito muchos cuentos. Han salido algunos, he ganado varios premios con ellos, pero necesito espacio. Tengo una escritura que precisa dilación, retraso. Y eso requiere tiempo y lenguaje por delante. Respecto a lo que comentas, es cierto que esta novela tiene relación con dos cuentos: el del mismo título, que ganó el primer Premio Eñe de Relatos en 2006, y otro que apareció en el blog lamanchaliteraria.com al año siguiente. Estas dos historias, simplemente, empezaron a crecer y dejé que se desarrollaran.

Lo de trabajar en varios proyectos a la vez habrá propiciado que unifiques algunos de ellos…

Esa idea me gusta. Todo forma parte de lo mismo. Últimamente se ha hablado mucho del fragmentarismo en la literatura actual. En el fondo, no es el diagnóstico exacto. Las novelas interesantes que se están publicando tienen intenciones de totalidad. La realidad en la que vivimos, con internet, los medios, la televisión, las fronteras desdibujadas…, lo que hace es crear una percepción del mundo cada día más como un todo, un magma que se entrecruza y se mezcla. Es la idea de que todo forma parte de lo mismo. El concepto de la «voz de voces». Por ejemplo, al explicar la novela, he recurrido a la película Fallen, de Gregory Hoblit, que trata de un condenado a muerte que se reencarna por medio de una canción de los Rolling Stones que se titula Time is on my side

¡!

… y la gente se va pasando la canción a través del tacto. Mi concepto de la novela actual sería un poco esta intriga, como un estribillo que va pasando de unos a otros.

Albuquerque (Foto: Harvard Univ.)

Personajes que huyen. Y no sólo fugitivos de la justicia, todos están escapando o en tránsito, camino de.

Podríamos decir que huyen o que intentan huir y no lo consiguen. O que están atrapados en un espacio opresivo donde no hay salida.

Una jaula.

Eso tiene que ver con mi experiencia en Albuquerque, un sitio muy especial. No es casual que su sobrenombre sea Land of enchantment, «Tierra de encanto», o «Tierra de encantamiento». Se dice que la gente que pasa por allí o viene huyendo de algo o se queda atrapada, en un estado de parálisis. Esto es lo que le ocurre a los personajes. Quieren escapar pero no tienen lugar al que ir. Allí el tiempo parece que no pasa. Además es inhóspito, aislado de todo, rodeado de desiertos, de carreteras que llevan a lugares lejanos. Las ciudades más cercanas están a cuatro horas de avión. Nueva York está a ocho. La impresión que te llevas cuando vives en Burque es de ratonera en mitad del desierto. En cualquier caso, me gustaría que no se viera como una novela sobre Albuquerque, sino más bien como una metáfora del mundo y de la existencia. Todos estamos atrapados, ya sea en Barcelona, en A Coruña, en Madrid o en Londres. Es una metáfora extrapolable a cualquier lugar.

Respecto a la naturaleza de La noche sucks se ha hablado de la «novela bosque» y de Roberto Bolaño…

Bolaño me interesa mucho y mi deslumbramiento con él tenía que ver con la estructura. Creo que el gran hallazgo de Bolaño en sus novelas más densas es su trabajo con esas estructuras construidas en torno a un espacio vacío. Es maravilloso. Hay un significado que se calla hasta el final. El lector lo presiente, pero se traga las seiscientas páginas para tener la visión global. Aunque sólo fuera por eso, Bolaño debe pasar a la historia de la literatura como uno de los grandes. Y sí, me interesan esas novelas  hechas alrededor del vacío o sobre algo que se calla.

Mi efecto como lector es el de inquietud, precisamente por ese vacío que también se detecta en tu novela. Lo fácil hubiera sido hacer pequeñas historias y luego echar mano de la coctelera. Sin embargo, desde el primer momento, vas introduciendo a los personajes y vas jugando con ellos sin ninguna voz que nos coja de la mano y nos indique el camino que se va a seguir. El colmo es cuando la narradora también interviene en algunos pasajes como un personaje más.

Ya, es el colmo de la perversidad (risas). Lo se, lo sé. Pero esa era la intención. En el fondo está escrito así para crear un estado hipnótico, a base de repeticiones y de historias truncadas. No me gusta mucho el efectismo ni las vueltas de tuerca con finales en forma de pirueta, de ahí que el género del cuento no acabe de convencerme. Me gusta que las cosas queden abiertas, porque el efecto final resulta más inquietante y, al mismo tiempo, es perverso. La participación de la narradora tiene como función la de inquietar aún más, embrollar las pistas.

Foto © Foodie

En las anotaciones finales das a entender que algunos de los personajes están inspirados en gente a quien conociste en Burque, algo inevitable siendo tú una más de las que se quedaron atrapadas allí. Como el lugar, hablamos también de personas atípicas.

Me encontré con gente muy interesante, entre ellos al poeta Ángel González, en sus últimos años. Pero son divertidos todos los que parecen salidos de las películas sobre el profundo sur, la Rute 66, Easy Rider… Llegas allí y te das cuenta de que no es una construcción estética, sino que es la realidad. Y lo sigue siendo en el 2010. Easy Rider se podría hacer igual ahora. Es gente solitaria que vive su presente de una manera desencantada. Se relacionan entre ellos pero están aislados, viven en un mundo que está dentro de ellos mismos.

Djuna Barnes

Desconozco la literatura de Djuna Barnes, a la que citas en la novela y de la que dices haber recibido influencias.

Si no la has leído, tienes que ir corriendo a comprarla. Mi primera edición de su novela El bosque de la noche era una de bolsillo de Seix Barral, del ochenta y tantos. Estaba prologada por T. S. Eliot. Barnes era muy amiga de James Joyce, que la respetaba muchísimo. Desgraciadamente, quizás porque era una persona dura y que cedió muy poco, y por la época en la que vivió, con una sociedad machista, sólo se aborda su obra en los estudios de género en Estados Unidos, como lesbiana famosa. Es una novelista maravillosa. Me interesa mucho porque patentó este tipo de novela enmarañada, redonda, de voces que se entrecruzan, completamente excesiva, con un lenguaje desbordante y, claro, también en este caso, se trata de una novela nocturna y dionisíaca sobre lo que encontramos debajo de las apariencias, sobre la pérdida de control, la parte oscura… Son personajes que vagan por las calles del París de entreguerras, los bajos fondos, la generación perdida, la de Hemingway, la mayor parte de los personajes son alcohólicos… Todo lo que te pueda contar de ella será algo entusiasta, porque es una obra podadísima con una literatura que se ramifica y que la encumbró, pero también la acabó destrozando.

Ilustración: Cándido Alvarado

No podía faltar en La noche sucks ese lenguaje naturalista, utilizando el spanglish y el vocabulario fronterizo ya desde su propio título.

Viví en medio de eso, aunque no hablo spanglish, es mi aproximación a esa realidad. Reconozco que, a diferencia de los miembros de las Reales Academias Hispánicas, defiendo el spanglish. Las lenguas no deben ser puras, sino que son entes híbridos y es genial que las palabras se mezclen y hagan hijos. Lo de preservar la pureza es como meterlas en ataudes. El spanglish es muy poético, se presta a todo tipo de hallazgos y de invenciones de palabras muy divertidas y apetecibles. Por ejemplo, «tinajero», ¿sabes lo que es?

¿?

Es «adolescente», el calco de teenager (risas). Es muy curioso. Mientras corregía el libro pensé en que quizás hubiera sido apropiado las notas a pie de página, pero sería traicionar el espíritu del libro, que es bilingüe y espurio. Además, me horroriza ese recurso, como las citas que abren las novelas. El texto tiene que ir directo y dejarse limpio. Si no funciona sin aclaraciones, es que no funciona.

Recuerdo un artículo de Javier Cercas en el que defendía la lectura del Quijote en edición virgen, sin notas, ni introducción ni referencias de ningún tipo. El perderse en la lectura forma parte del encanto.

Lo de leer pretendiendo entender todo es una deformación que no sé quién la habrá inventado. Las palabras están ahí para que uno se las trague. Y deben ir seguidas, no puedes estar buscando en el diccionario.

A veces la curiosidad mata, me sucede con la obra de Rivera Letelier, no puedo evitar buscar los sinónimos de las palabras chilenas que utiliza.

Pues no lo hagas, deja espacio a la imaginación (risas).

¿Has cambiado tu manera de escribir, con el uso de internet, el blog…?

Todo nos influye. Lo del blog es muy interesante, porque es un soporte fantasmal, visible e invisible al mismo tiempo. Da la impresión de que puedes pasar desapercibido pero también ser visto, lo que te da una sensación de impunidad un poco rara.

Bueno, como cuando publicas un libro, te lo pueden leer o no…

¡Pero es diferente! Internet está omnipresente en todas partes, los libros no. Los libros no los compra nadie.

Mujer, no digas eso… (risas).

Quiero decir que los compran un porcentaje mínimo de personas, en comparación…

Pero hay blogs que tampoco los lee nadie, pasan totalmente desapercibidos…

Pero están ahí…

Como los libros en la biblioteca…

Sí, pero el porcentaje de posibilidades de ser leído en internet quizás es más alto. O de no ser leído, que también puede ser bueno. Siempre he tenido esa esquizofrenia, el deseo de ser leída y, a la vez, de no serlo. Y en eso, internet me conviene. Tengo la posibilidad de que no me vea nadie, que me gusta, y la de que me vean que, desgraciadamente, también me gusta. Además internet significa un relevo de poder en la crítica literaria muy interesante…

Estoy de acuerdo.

… y la ruptura de una serie de barreras y de censuras, que había hasta ahora y que parecían férreas, de los suplementos culturales. Por mucho que se diga que no, estaban los mismos de siempre desde hace veinte años y no se hablaba de todo lo que había. Ahora hay información de todo y esto ha desacomplejado bastante la discusión literaria. De repente, desde hace unos años, se puede hablar de literatura sin vergüenza. En los ’90, el peor insulto que podías recibir de un editor es que quisieras ser literario. Ahora vuelve a ser algo aceptable. Teorizar sobre lo que uno escribe me parece sanísimo.

¿Y la interacción con los lectores?

Esa es otra situación esquizofrénica que da una sensación vertiginosa. Siempre se ha dicho lo de la relación con el lector, Cortázar escribió sobre eso…, pero era algo que se decía entre comillas. Ahora es real.  Tiene algo de perturbador. Es estupendo pero da algo de miedo.

Foto: Inst. Cervantes de Albuquerque

Describes Burque como «un vertedero en el que sólo anidan aves de paso, quebrantahuesos, fugitivos, estudiantes repetidores…». ¿Qué hace el Instituro Cervantes en semejante lugar?

(Risas) Es una de las grandes incógnitas de la red Cervantes. Creo que sigue siendo el centro más pequeño de todos los que hay activos. ¿Qué se hace? Principalmente, clases de español para extranjeros, en empresas… También se organiza una programación cultural a tono con la población de la zona. No es como la de Nueva York, pero sin duda es interesante, con gente relacionada al ámbito local. Se utilizan mucho los activos de la ciudad. Se procura estar presentes en la vida de «la comunidad», como dicen los americanos.

¿Hay autores interesantes por allí?

Cormac McCarthy vive en Santa Fe, aunque se escapa de todo el mundo, ni hace entrevistas, ni asiste a actividades ni presenta nada. Le Clézio tiene casa en Albuquerque, pero también es muy huidizo. Como te decía antes, Ángel González vivió allí, fue profesor en la universidad durante veinte años. Henry Roth, autor de Llámalo sueño, pasó sus últimos días en Burque, viviendo en una morgue con su mujer, y fue allí donde escribió su trilogía póstuma titulada Mercy of a Rude Stream, que es el acrónimo de la palabra mors, «muerte» en latín. Como ves, individuos raros, escapados, que acaban por esa zona pero permanecen ajenos a los cenáculos literarios.

En ese centro acabáis los más jovenes, por lo que veo.

Claro, mandan a los kamikazes del «mundo mundial» (risas), o a autores que quieren pasar unos años de retiro espiritual, que es en lo que se acaba convirtiendo. Ir allí es como meterte en un monasterio benedictino, lo que no está nada mal, como bucear dentro de uno mismo en la irrealidad.

Josep A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

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