«Cantigas y cárceles», de Juan Manuel Macías

Cantigas y cárceles. Juan Manuel Macías
La Isla de Siltolá (Sevilla, 2011)

Juan Manuel Macías (Cartagena, 1970), tras su publicación del poemario Tránsito (DVD ediciones) en este mismo año, nos entrega ahora bajo el sello de La Isla de Siltolá sus Cantigas y cárceles. Dividido en tres partes: “Ofrenda”, “Estrofa” y “Fe”, los poemas son pura memoria, canto y construcción precisa. Matemática. Pero la matemática de sus Cantigas y cárceles no es sólo construcción formal, pues sus poemas contienen universo y densidad tras unos límites más o menos visibles. Y ello hace de su creación algo propio de un poeta que ha llegado a dominar y conocer el medio poético, el mundo propio e interior y el asunto formal, controlando la fuga y el caos en ese relativo orden. Es evidente que este poemario es resultado de la madurez poética de Macías, asentada y poderosa. También el proceso de la lentitud para su construcción, porque Juan Manuel Macías debe escribir con esa lentitud y meticulosidad propia del griego clásico (del genio clásico), con la conciencia del tiempo tomada. Su trabajo de filólogo y helenista refuerzan esa idea, y ya lo anuncia en la parte final de su poemario: “Estas lentas palabras tienen algo / de lento sol que por las tardes últimas / se desvanece en plata” (…) “Estas lentas palabras son los padres / que nos legaron templos, viejas ropas  / y una historia aprendida en los desvanes”. Cantigas y cárceles ponen luz en el revés de la naturaleza y en la memoria.

Juan Manuel Macías (foto: lasafinidadeselectivas.blogspot.com)

En las páginas de su poemario circula el rumor, la fugacidad apresada, el viento escarbando, los caudales de silencio, los paisajes y las batallas, Polifemo, Arquíloco y la estrella que “derrama su larga muerte / y se vacía en su símbolo”. El mito es uno de los elementos fundamentales, pero dicho mito está en las pieles y el sueño. Macías apresa el mito y el canto clásico y lo trae de la mano a este presente, donde el espacio sobreviene, como en su poema “Verano/Tiempo/Seguidilla”: “Antes de que llegáramos / ya hilaba nieve, / envenenado y solo, / su frío vientre” y uno se deja, opta involuntariamente porque el mundo entre en él, así en su “Cuartilla de estación”: “Tendidos en la sed de los lugares, / en cercos imprevistos y en horas que se inclinan / al clamor de los mapas, nos dejamos / beber por este cielo de pronto hospitalario”. Es por ello que Cantigas y cárcel, si fuese una estación, sería otoño; por sus cielos y sus marrones, el lento transcurrir y el hombre que es habitado por el tiempo, por el “polvo del tiempo y la pereza”. En sus páginas el lector experimenta la necesidad de abandonar la urgencia y los ritmos a los que nos hemos habituado, y pensar los versos, detenerse en las palabras y en el trabajo a conciencia para disfrutar no solo el resultado del verso sino su elaboración. Macías es consciente de que las palabras no sirven sin más para el poema, el descuido no es una excusa. Cada una debe estar en el lugar preciso, con la sonoridad adecuada, con las repeticiones y juegos fonéticos necesarios (donde lo necesario es lo que debe ser, lo único que puede nacer como creación para esa vivencia exacta): “Trénzate a mí: la vida está arreciando / con perfiles de acero y dentelladas, / y un torrente de escarchas y de nadas / tenaz mi piel –la tuya- viene arando”. Versos que resultan no solo de los “naipes dorados de los días”. La herida es el motor del poema, como la ausencia de horas, de la misma forma que las geografías y el regreso del héroe de la antigüedad con ese sabor a “metal adormecido”. Y a destino incognoscible, porque el poeta palpa en la oscuridad, se cubre de su densidad pegajosa y procura abarcarlo todo, y así es consciente de la totalidad de los elementos. El poemario de Macías es resultado de ese viaje atrás y adelante, de ese estar en el momento con el reloj parado y experimentar todo lo que nos rodea, del detalle y su relación con el lenguaje y la historia.

El olvido es connatural a nuestra condición y el poeta debe rescatar de la memoria -personal y colectiva- esos portales que conducen a la verdad del hombre, a su motivo originario. Al fin y al cabo somos todos viajeros de la “noche infinita”, y sólo algunos podrán cantarlo, aprehender lo oculto, “el ovillo del olvido”. Y no es nada sencillo, Macías lo desvela en su “Ofrenda”: “la poesía es un limo de mujer / siempre alejándose en un duermevela”. Y ya anuncia el autor el camino en su pórtico: “Yo no sé hacer sonetos más que amando”, una cita de Gerardo Diego. Y el amor es ofrenda, estrofa y fe. Al fin y al cabo, como dice Macías en su poema “En romance”: “Estas palabras / son mi cuerpo hecho trizas por la arena, / mi corazón transido de oleaje, / mi alma recogida en caracola”. Y es que, claro, “Una rima es un péndulo muy serio, / arco iris con billete de ida y vuelta / de tus párpados al centro del misterio”. Pues eso.

Iván Humanes Bespín
http://ivanhumanes.blogspot.com

Iván Humanes

Iván Humanes (Barcelona, 1976). Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona. En el 2005 publicó el libro "La memoria del laberinto" (Biblioteca CyH), en 2006 el ensayo "Malditos. La biblioteca olvidada" (Grafein Ed.) y en 2007 en la obra "101 coños" (Grafein Ed.). Prepara la publicación de su libro de relatos "Los caníbales" con la editorial Libros del Innombrable y la publicación de la novela "La emboscada" con la editorial coruñesa InÉditor.

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