Captaciones del prejuicio: “La relevancia de las apreciaciones certeras frente la nulidad de las deducciones absurdas”

“El ser humano tiene un mejor amigo…el ser humano tiene un peor enemigo…lo irónico de los dos casos es que ambos tratan de la misma persona: «uno mismo…».

C.J.Ga.

Alguna vez un anónimo sapiente expresó que «los prejuicios son una manera casi segura de alejarnos de la verdad«. Según José Ingenieros, psiquiatra y multivocacionista argentino, «los prejuicios son creencias anteriores a la observación…”, mientras que «los juicios, exactos o erróneos, son consecutivos a ella«. Lo que pudiera agregarse a la precedente enunciación es que incluso posterior al miramiento de los actos, cabe la desafortunada integración de dictámenes deliberados.

El dar opiniones, luego de la evidenciación somatosensorial de un evento, no necesariamente coincide con la certeza de un conocimiento. Esto es porque lo que pensamos pasa primeramente por el filtro del intelecto intrapersonal, dando en consecuencia la figuración de un hecho que puede apegarse a la objetivización o adherirse a la tendencia desfigurativa.

Meditando un poco sobre esta misma línea definitoria, el entendimiento me ha concretizado que «el prejuicio es como la tijera que corta las mangas de la blusa, solo porque piensa que está hecha para ser chaleco«. Como relevancia subsecuente, cuestiono el resumen del efecto: ¿Qué deja de existir con los precipitados veredictos? La respuesta más simplificada revela que se obtiene la “ausencia de la posibilidad» y el “quiebre de una deducción comprobatoria”.

En el caso materializado de las vestimentas, lo que se suprime es la permanencia de una pieza determinada. Dentro de la razón extrapolada a las relaciones humanas, considero que el prejuicio opera como el fratricida que bloquea los diálogos espontáneos. Termina por ser el juez que penaliza a la inocencia y la ternura de un trato, consumándolo como el quebrantamiento más nocivo.

La moralidad se convierte entonces en una regla insensible y agotada. Se vuelve un precepto que deja de emitir adaptaciones que trasciendan a la funcionalidad impuesta por la época. Lo que es aún peor es que ofende la bondad de aquellos seres que pregonan inocencia. Con ello no hablo de los ingenuos que carecen de erudicción, sino de aquellos individuos cuyas virtuosas emociones conceden grados acrecentados de apertura intelectual.

Sin lugar a duda, hay pensamientos que sobrepasan las formas básicas de vida. Lo infausto es que su generación innata es un rasgo de intrincada realización. Hablando de la defensa a las ideas, emitida únicamente en los preceptos hipotéticos, se tiene filiación formal a la nutrición de la vanidad humana. Quizás porque el acto aislado se somete a una opinión que turba de pavor por la evidencia subsecuente. Puede que preocupe la magnitud jurística dictada desde el medio colectivo.

De esta manera “el león” devora con impulso a aquello que carece de rótulos entendibles. Los ojos derriten su brillantez al interpretar algo que otorga insatisfactoriamente la tranquilidad al escrúpulo. Se ignora que todo esto trate de una puerta que empareja tablones o que cierra candados al vincularse con el miedo.

Anticipo entonces que si establezco críticas sobre un tópico, parto de la docencia con la que he yacido. Si rasgo la intimidad del desvarío es porque de fuente vivencial he padecido sus innecesarios colorarios. Debato así si vale la pena dar el nombre de “cautela” a la incapacidad de describir con exactitud lo que nos desata nerviosismo. Se lograría mayor cohesion de identidad  al afrontar con prudencia lo que pemanece indefinido.

Y es que probablemente falta notar, que en los momentos en que optamos por el prejuicio, tenemos más temor a nosotros mismos y menos valorización de nuestras propias deducciones. A lo mejor  pavoriza la ineptitud de responder a lo desviado fuera del contexto. La explicación es que sencillamente se está ante algo que desintegra los limites de las “normas aprobatorias”.

A veces he pensado que, aunque el prejuicio se consolidara en una transgresión de la realidad, el daño derivado de su secuela sería menor si respetásemos la diferencia de sus patrones. Sin embargo, como la inflexibidad crea mayor nivel de duda, depende de cada quién el dejar que eso trascienda a sufrimiento.

Si al estar o no observando, aún nos asalta el riesgo de girarnos suspicaces, ¿quedará esperanza para alejarnos finalmente del engaño? ¿Cómo descubrir si el rechazo o aquiescencia hacia una condición se halla libre de mecanismos de amparo?

Para complicación humana, los conceptos que más prejuicios reciben son el amor y el desamor. Las personas que más prejuicios se emiten son el hombre y la mujer… La única entidad que ha salvado su saldo es el perpetuo solitario.

Si “el amor propio y la vanidad nos hacen creer que nuestros vicios son virtudes, y nuestras virtudes, vicios” (*1), tendremos que “odiar” un tanto lo que queremos aparentar y asumir con dignidad lo que evidentemente somos. Como anacoretas temporales seguirán surgiendo las teorizaciones de los belfos. No obstante, espero con calma emocional para que la secuencia niegue a tomar de título de estatuto retrógrado.

Julio 2010, Monterrey, Nuevo León, México

Cristina Juárez García
http://cristinajuarezgaopusculos.blogspot.com

Anexo

(*1) Jacinto Benavente y Martínez (* Madrid, 12 de agosto de 1866 – † Madrid, 14 de julio de 1954), dramaturgo y director, guionista y productor de cine español.

Acceso a sus obras:

http://www.gutenberg.org/browse/authors/b#a33140

Cristina Juárez García

Cristina Juárez García (Oaxaca de Juárez, México, 1987), médico de pregrado y escritora. Estudios cursados en la Escuela de Medicina del Tecnológico de Monterrey (Nuevo León, México) y en la UAB, en prácticas de internado en el departamento de psiquiatría del Hospital Vall d' Hebron (Barcelona). Actualmente colabora en la elaboración de textos del Colectivo de arte contemporáneo mexicano Artecocodrilo.com, trabaja en su primera publicación literaria: “¿Cartas a Suso? Hablaba de ti y no de mí”, recopilación de prosas y versos abordados como profundizaciones de un recuerdo y cotejo analítico de un sentimiento.

3 Comentarios

  1. El prejuicio ciertamente nos impide conocer el «porquè» del «còmo». Ciertamente el actuar y responder con cautela a lo desconocido, conducta como bien dices derivada de nuestro propio miedo e inseguridad en cuanto a lo que rompe con nuestros esquemas o zona de seguridad, està ligada a un instinto de conservaciòn de la integridad fìsica, emocional o de nuestra propia identidad. «La virtud es el punto medio entre dos vicios opuestos: el vicio del exceso y el vicio de la virtud». De tal manera que vale no pecar de inocentes, mas tampoco de suspicaces. Ante lo desconocido vale mas la cautela y apertura para, mas que juzgar, determinar còmo responderemos, abrazaremos, toleraremos, ignoraremos o nos alejaremos el ente que nos inquieta o intriga. !Excelente artìculo! Felicidades.

  2. Agradezco vuestro comentario Janet. Como bien lo mencionas, el prejuicio responde al instinto de conservación de un estado en el que nos sentimos estables o equilibrados. La cuestión es que debemos de tener en cuenta un análisis introspectivo en el que podamos deducir si esos anclajes de sostén son trascendentes o momentáneos. Considero que siempre hay que dar la oportunidad de pensar más allá de lo que se tiene establecido. En base a ese conocimiento se podrá reaccionar de un modo concreto y fundamentado, ya no solamente en relación a las bases dogmáticas que nos brincan el criterio.
    Siempre hago la comparativa de esto como un punto al borde, ese espacio en donde evitas echar raíces en el terreno pero al mismo tiempo niegas a tirarte en brazos abiertos al precipicio.

    Gracias a todos por el tiempo de su atención hacia el texto.

    C.J.Ga.

    http://cristinajuarezgaopusculos.blogspot.com/

  3. Genial Doctora. Hoy me convierto en su arduo lector. Reciba un saludo desde la ciudad de Oaxaca.

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