«Corona de flores», de Javier Calvo

Corona de flores. Javier Calvo
Mondadori (Barcelona, 2010)

Resulta apropiado rescatar ahora, en este preciso momento, esta novela de Javier Calvo, cuando en Hungría el desastre ecológico amenaza con convertirse en el mayor de todos los tiempos desde Chernobyl. El progreso, entendido como acción para mejorar nuestro presente destrozando la vida que nos rodea,  tiene estos efectos colaterales: la tierra se tiñe de rojo, el cielo es una única nube gris marengo, respiramos un PH biológicamente prohibido, nuestro cuerpo cruje de dolor y lo acallamos con TEUVELOTIL (Derivado del No-Lotil; Posología: cuando duela; Precauciones: innecesario en plena naturaleza, si la encuentras; Contraindicaciones: no tomar mezclado con agua, la contaminación basal de la misma puede inhibir su efecto). Estamos rodeados de horror y desolación, de desgracia ajena y propia —aunque ésta no quiera reconocerse, o asumirse—, de un pasado vergonzoso y un futuro descorazonador. Estamos rodeados de mierda, y no cabe otro Plan B sino huir. A otros mundos que no sean este.

De ahí el resurgimiento de todo lo que antaño hizo de calmante contra la realidad. Las viejas fórmulas alquímicas, enfrascadas en recipientes con latinajos impresos, atraen nuestra curiosidad. La velocidad se ralentiza en imágenes sepia. Una puertaventana da a una terraza con una balaustrada siniestra cuya cornisa está decorada con gárgolas y grifos. La vista pertenece a la ciudad de NeoGotham®. Abajo, protegido por capas de lluvia, tejados a dos aguas, faroles de gas, espesores de niebla, ruido de cascos de caballos, gente pobre y perros vagabundos, adoquines, ratas, alcantarillas, gente hambrienta, sótanos y gente muriéndose y catacumbas guardianas de la turbación de huesos anónimos, trabaja el científico loco de cuyas manos chorrea la sangre de vírgenes voluntarias. Un embozado desaparece tras la trasera de un edificio de ladrillo visto cubierto de liquen. Queda el eco de su imagen tiznada de una especie de humo tenue. Sí, se ha abierto el telón. Retrocedemos siglo y ¼ a la Barcelona pre-euclidiana que conocemos. Esto, ladies and gentlemen, es Corona de Flores. Benvinguts.

La ciudad retratada por Javier Calvo en su penúltima novela es una BCN distinta de las recreadas por, a voleo, Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán o Carlos Ruíz Zafón. Aunque podríamos empeñarnos en buscar similitudes, fuentes, restos o, como gustamos decir ahora, reciclajes. Con la de Mendoza, le quitamos un trozo del ¼ a la época javierina y un antropólogo extravagante hallaría la caricatura de Onofre Bouvilla con sucedáneo de Amedio al hombro, trazas de humor cínico y un devenir ralentizado que se torna instantánea primigenia o precuela adventista de un revisionismo antisistema, características que podrían rendir honores compartidos al maestro barcelonés. Por otra parte, qué tipo de rasgo sino la ironía conecta mejor los dos mundos disímiles de Corona de Flores y Carvalho. Y cuál mejor que la sátira contra la mediocridad de La ciudad del viento adivinada detrás de cierta serie de tics perversos en la novela de Calvo: el escritor de folletines Almarrosa, trasunto estrambótico y risible del Carax zafoniano cuya imprenta, además, está emplazada en la misma calle que el romántico y cutre cementerio de libros olvidados. Leves tributos en unos casos, e ironía rotunda en otro, que ni siquiera sirven como punto de partida para dibujar la Barcelona gótica de Corona de flores.

Dicen que hay un cambio en el Javier Calvo escritor de esta novela respecto del de las anteriores. Yo no lo sé, no puedo apreciarlo. Es la primera novela suya que leo, pero puedo decir que me ha gustado. Nuestro extravagante antropólogo podría dedicarse ahora a descuajaringar las páginas de C. de F. con el objetivo —en esta ocasión, nada desdeñable— de encontrar grupos de lectores a los que pudiera interesarles el consumo de la novela. Como si de ir abriendo cajones y puertas de armarios se tratase, va concluyendo lo siguiente:

. La ambientación de la novela es deliberadamente gótica. Como en las letras de las canciones cuyos fans hicieron propia una estética ya presente en la literatura desde hace casi ¼ de milenio, Corona de flores mezcla entornos reales e imaginarios, lo plausible aupa lo inverosímil hasta otorgarle un aura de veracidad con la que el lector se sienta identificado y, la cara enlucida de palidez, labios encarnados y exceso de sombra de ojos, atuendos oscuros, herrajes y unos centímetros de vapor a ras del suelo, ocultando las botas negras hasta mediada la caña festoneada de hebillas metálicas, entienda que esa BCN es una Barcelona alternativa, cuya belleza sobrenatural no hallará otra explicación ni mejor desarrollo que la escritura inserta en las páginas que tiene entre manos (una visión exclusiva y de pase privado).

. El escenario arquitectónico es fundamental para el enriquecimiento/enrarecimiento de esa ambientación. La luz, su ausencia, es otro de los recursos de que echa mano Calvo para perfilar mejor sus escenarios. Un plano de calles conocidas, de pasadizos ocultos, de hitos monumentales y hasta rudimentarios como faros en los que reconocer a la Barcelona genuina, no imaginada. Aplicado el correcto desenfoque gaussiano —o mirando el reflejo obtenido mediante un cristal de calcita—, el turista literario podrá adquirir inmejorables instantáneas mentales de nuestra más creíble capital literaria. Pues, con la venia de las grandes ciudades españolas literaturizadas (Madrid, Sevilla, Zaragoza, Valencia) y el permiso de las menores o en auge (Cádiz, Salamanca, Bilbao, Oviedo) es Barcelona, más que le pese al deporte nacional de la envidia, la que ocupa el puesto número uno en nuestro modesto ranking. Gracias a pocas buenas novelas, merced a muchas otras bastante malas e incluso pésimas pero del bon gust de los consumidores. Y gracias ahora a otra de las del primer grupo, esta de Calvo.

. La estructura de la novela es sencilla. Corona de flores es legible sentado, de pie, esperando, caminando, acostado. Su audiencia, por esta sola característica, se ensancha mucho más allá del público fiel a Javier Calvo o a sus traducciones. En esta ocasión, Calvo se traduce a sí mismo y revela —por medio de jugarretas con medias luces y totales sombras, y recurriendo a cenizas espolvoreadas que bien podrían ser alegoría de la quema de anteriores filias— una narrativa que siempre estuvo ahí, en su lado oculto (The dark side of Javier Calvo), quizá aguardando a que el nombre de su autor fermentara para, así, poder germinar entre un respetable cúmulo —¿un túmulo?— de referencias que, aun siendo propias, y precisamente por ello más extrañas, la singularizaran. Que precediéndola la rodearan y, enfatizando su carácter dark, la iluminaran. Que…

. Pero esa sencillez es engañosa, porque se basa solamente en su morfología. Como su portada, diseñada por Carmen Burguess, que muestra el busto de una niña con un tenue halo rojizo envolviendo su pelo peinado hacia atrás, contra un fondo en negro y cortado por un telón granate a la altura del arranque del pecho. La expresión de la niña es seria, a medio camino entre la acusación y la tristeza gótica. Es la cara de lo irremediable y definitivo. Es el ceño de la acusación sin fundamento pero qué culpable se siente uno al mirarla: yo no te he hecho nada, niñata; además, es como esos retratos victorianos que, da igual donde te coloques, siempre te están mirando fijamente, a ti, sí. Para saber qué se oculta tras ese telón, tras ese gesto —y para quitarse a la niña ésa de la vista, de la cabeza—, no basta darle la vuelta al libro con la excusa de leer la contraportada; es necesario abrirlo, leerlo, terminar el libro.

. Leer y hacer cábalas con lo leído. Por qué Corona de flores, por qué 1877. Por qué Semproni —¿por el restaurante, por La Celestina?—, por qué Menelaus —¿por el rey espartano, por la mariposa nocturna?—, por qué Blokium —¿por su intento de bloqueo?—, por qué Inana —¿por la diosa?—… ¿Cuántos troyanos ha introducido Calvo en su novela, además de al propio Menelao anglificado? Es el merchandising de Corona de flores, su pasto añadido para estudiosos literarios, buscadores de mitologías, fanáticos de las referencias y los intertextos. Una novela ideal para decodificarla y compartir después su hermenéutica vía hash de BitTorrent.

¿A quiénes les gustaría, pues, con toda seguridad, Corona de flores? Antropológica, ontológica y canallescamente hablando, concluimos que: a los adoradores del metal gótico, del black metal, del heavy metal, del hard rock, del sinfónico, del clásico, del doom, del sound, del pop y de su after-tal; a los fans de Deep Purple, de Opeth, de Black Sabbath, de Iron Maiden, de Metallica, de Dream Theater, de Evanescence, de Roxette, de Lady Gaga; a los estudiantes/licenciados en Historia, o Medicina, o Arquitectura, o Psicología, o Economía, o Filosofía y Humanidades, o Filología, o Ingeniería, o Periodismo; a las lectoras de Muy Interesante, de Qué Leer, de Quimera, de La Vanguardia, de Público, de El País, de El Mundo, de ABC, de RevistadeLetras, de Avui, de Diario Sur, de Diario de Cádiz, de La Opinión, de Elle, de Telva, de Science, de Marie Claire, de Viajar, de National Geographic; a los seguidores de Redes, de Informe Semanal, de Aquí no hay quien viva, de Águila Roja, de El hormiguero, del Canal Historia, de Nature, del MTV, de South Park, de Los Simpsons, de determinadas televisiones locales; a los oyentes de RNE3, de Ondacero, de la Ser, de RNE4, de PuntoRadio, de Radiolé, de RNE1, de Los 40 principales, de KissFM; a los lectores de El nombre de la rosa, de los libros de Italo Calvino, de César Vidal, de David Foster Wallace, de Matilde Asensi, de Thomas Ruggles Pynchon, de Rodrigo Fresán, de Haruki Murakami, de Julia Navarro, de El señor de los anillos, de Vladimir Nabokov, de Las teorías salvajes, de William T. Vollmann, de Flann O’Brien, de Providence, de Rick Moody, de Arturo Pérez Reverte, de Cees Nooteboom, de Juan Francisco Ferré, de Don DeLillo, de Neal Stephenson, de Eloy Fernández Porta, de Patricio Pron, de Bret Easton Ellis, de Enrique Vila-Matas, de Nick Hornby; a los seguidores del blog de Vicente Luis Mora, del del lector-malherido, del de Alberto Olmos, de bolmangani.blogspot.com, del de Enrique Dans, del de Sergi Bellver, de teoria-del-caos.blogspot.com, del de Pola Oloixarac, del de Ramón Buenaventura, de lamedicinadetongoy.blogspot.com, de elmundodejuanalmohada.blogspot.com, por supuesto de elblogdejaviercalvo.blogspot.com; a los jugadores de WarGames, de Trivial Pursuit, de póker, de mus, de cinquillo, cómo no de ajedrez, de Black Jack, de tenis, baloncesto, fútbol, voleibol, balonmano, pelota vasca, bolos, a los jugadores de juegos de rol; a los amantes de lo dark, de Pink Floyd, de lo gótico, de los cómics, de las traducciones de Javier Calvo, de Mondadori, de lo neopunk y lo punk a secas, del nu metal, de la política tripartita, progresista, verde, izquierdista o conservadora; a los revisionistas, a los mentalistas, a los viajeros, a los extranjeros, a los demiurgos, a los fans de David Lynch, a los catalanes y madrileños y andaluces, a todos los españoles, a los australianos que vieron el rodaje de El señor de los anillos, a los espectadores de Inception, a las señoras que leen a Agustín Fernández Mallo, a los asistentes al Festival de Cine de Sitges…; vale decir, a todo el mundo.

Extracto de Corona de flores:

«Semproni de Paula se acerca al Trasgo […]: “Quiero algo muy sencillo. Quiero ser gobernador civil. Voy a ser el gobernador antes de que acabe el año. Y para eso voy a encontrar a ese fill de puta de asesino de una vez. Con tu ayuda o sin ella. Así que tú decides.”»

José Luis Amores
http://bolmangani.blogspot.com

José Luis Amores

José Luis Amores (Málaga, 1968) es Licenciado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Málaga. Especializado en marketing, ha fundado varias compañías que después ha vendido a diversas multinacionales. En la actualidad ejerce su profesión como freelance. Ha sido colaborador de Diario Málaga y de la revista Papel Literario.

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