«Drive» o la cuadratura del círculo

Hossein Amini es el guionista de Drive. Empiezo por él porque no es para nada un recién llegado a las adaptaciones cinematográficas. Para nombrar lo más granado, Jude -basada en la novela de Thomas Hardy-, The Wings of the DoveHenry James– y KillshotElmore Leonard-.

Póster promocional de «Drive»

En esta ocasión dejan en sus manos Drive, de James Sallis, que no es tan prominente como los anteriores pero debería ser mucho más conocido. Su literatura es de fácil lectura y nada facilona. Todo está perfectamente ajustado en novelas que jamás pasan de las trescientas páginas y que suelen rondar las doscientas. En estos tiempos de best-seller grueso y vistoso, se agradece que quede gente capaz de entender que llenar quinientas páginas sin añadir paja pomposa es imposible; o reservado a los genios que pueden permitirse el lujo de añadir pasajes por el simple placer del -innecesario- lucimiento. James Sallis va directo al grano, con las palabras estrictamente necesarias, es asiduo a las elipsis -cinematográficas- y a contar las cosas de una manera muy fragmentaria -demasiado para una película-.

El guión lleva el gusto de Sallis por la parquedad al límite, y es el gran acierto de Hossein Amini. Rehace la línea temporal para que la novela sólo se pueda leer en una dirección,  reduce el número de personajes -o los junta en uno nuevo-, despoja a su protagonista de todas las explicaciones que Sallis aportaba para poder entenderle y lo sustituye por imágenes que nos remiten a los tipos duros del cine, a esos sociópatas que siempre se crían fuera del necesario nido familiar y luego conocen a un buen mal tipo que les inicia, directa o indirectamente, en el crimen, para luego acabar cayendo demasiado profundamente en el mundo del delito y querer salir en el momento en el que una bella -pero no necesariamente canónica- mujer les muestra una pizca de cariño. Hossein Amini sabe que ya hemos visto esa película y nos respeta como espectadores, sabe que las imágenes bastan para hacernos entender quién es Driver mediante la identificación de otras tantas películas que ya nos han insistido en lo mismo hasta crear un tópico literario.

Ryan Gosling y Carey Mulligan en un fotograma del filme (Odd Lot Entertainment)

Nicolas Winding Refn (Pusher, Bronson) dirige el artefacto y consigue la cuadratura del círculo. Partiendo de una novela más centrada en la acción que en la floritura autocomplaciente y de un guión más inspirado que basado en la novela y que realza la sobriedad del original, el director se permite el lujo de lucirse y reducirlo casi todo a imágenes exquisitas, tan cuidadas que en ocasiones se notan las marcas de la escuadra y el cartabón en planos de auténtico lujo, ya sea en un ascensor imposible o en un aseo mugriento y salpicado por los sesos de una bella mujer. Hace bien, porque las explicaciones están prácticamente ausentes y, por tanto, todo el peso de la película recae sobre las actuaciones y la realización, esa atmósfera general que muy pocos son capaces de imprimir sin tener que decírnosla. De hecho, nos olvidamos completamente de que ya nos sabíamos el desarrollo y el final, el viaje existencial del tipo duro y los secundarios que le acompañan. Desde los títulos de crédito se nota el espíritu de un filme que, tomándole el pelo con mucho cariño a las convenciones ochenteras, consigue reivindicar ese cine cargado de testosterona, carreras, coches, sangre, clubes nocturnos y rock, mezclado con los elementos clásicos de una intriga (porque en el fondo Sallis no hace sino escribir intriga clásica) y una estética que podría ser una acertada mezcla entre la extrema pulcritud de Wong Kar Wai y la sucia mala leche de Robert Rodríguez. Y en todo el meollo está el reparto, perfecto asumiendo sus roles de tópicos andantes: Ryan Gosling es el tipo duro, Carey Mulligan es la guapa sufridora, Bryan Cranston es el delincuente de poca monta que inicia al protagonista, Christina Hendricks está para enseñar las curvas y subir el nivel de testosterona, Ron Perlman es el músculo sin cerebro con el que poder esbozar una sonrisa y Albert Brooks el cabrón despiadado que mueve los hilos y con el nunca debió mezclarse nuestro protagonista. Están tan perfectamente dibujados que las explicaciones verbales se hacen innecesarias, aunque parece que el interés de los autores era hacer cine con mayúsculas y evitar las redundancias. En suma, para no seguir enrollándome, Drive es una estupenda novela y una grandísima película.

Jesús Díaz de Lope

Jesús Díaz de Lope

Nació en septiembre de 1984 de manera esperada, estudió desde chiquito con los salesianos, salió de allí y acabó licenciándose en Sociología, a la que no se dedica. Luego estudió otras cosas y ahora realiza trabajos de lo más variopintos, va complusivamente al cine y tiende a escribir por la noche.

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