Eduardo Chapero-Jackson: «En el cine lo poético es peligroso»

Entrevista a Eduardo Chapero-Jackson, director de Los mundos sutiles, mención especial en la Semana Internacional de cine de Valladolid.

Eduardo Chapero-Jackson (foto: salaberlanga.com)

En la reseña a la biografía de Antonio Machado Ligero de equipaje, de Ian Gibson, publicada en Letras Libres Antonio Deltoro afirmaba que de todo poeta se puede hacer una autobiografía siempre “que la haga alguien enamorado de su poesía”. ¿Te identificas con las palabras de Deltoro? ¿Cuál es tu relación con la poesía?

Soy un enamorado de la poesía y el trabajo que intento hacer a través del cine se acerca más a la poesía y no a la prosa cinematográfica. En su metafísica de la poesía Antonio Machado hace una interesante defensa del ser poético: Machado defiende el ser poético y lo opone al ser racional. Él creía que la razón y el ser no casan, en contra de la famosa frase “pienso luego existo”, Machado sostenía que uno existe porque también siente, creía en las emociones y, en particular, en la intuición. Para Machado, el ser poético engloba lo emocional y lo intuitivo, dos formas tan ricas como el raciocinio o la lógica. Al leer su obra, me identifiqué mucho con esta concepción suya, lo poético puede llegar a tocar cosas que se escapan de la razón, lo poético puede abrazar lo global. Por esto, estoy de acuerdo con la idea de que no puedes hablar de un poeta sino lo sientes.

Con relación al concepto de percepción al que acabas de eludir, es interesante saber cómo interpretas o cómo te acercas al concepto de percepción desde tu formación en psicología de la Gestalt. A grandes rasgos, ésta escuela psicológica, por sus presupuestos fenomenológicos, concede una particular atención a la noción de percepción.

Yo estudio psicología de la Gestalt por dos motivos: el primero es obviamente personal y el segundo es porque considero que la materia prima con la que trabajo es la naturaleza humana, de aquí mi afán por entenderla. La variante psicológica de la Gestalt me interesa mucho porque rompe en muchos sentidos con el psicoanálisis. En efecto, si de algo peca el psicoanálisis es de sobreinterpretación intelectual; en cambio, Fritz Perls, el padre de la Gestalt, de repente pone atención a lo que ocurre en el cuerpo, en lo que ocurre en el ser emocional en un determinado momento y da mucha importancia también a la intuición. De hecho, se podría decir que la Gestalt es una rama de la psicología  más artística o más poética; su origen es fenomenológica, nace de los primeros estudios interesados en ver cómo funciona la percepción en la conciencia y la Gestalt -no hay traducción posible- indica la relación figura fondo,  muestra cómo se percibe un objeto sobre otro. Estudia los mecánicos neuróticos y los sensoriales.

Seguramente el psicoanálisis se ha quedado más anclado en el ámbito de la filosofía, se ha convertido en método de lectura. En teoría literaria, por ejemplo, las obras de Freud y de Lacan se estudian fuera de contexto, es decir, no se contempla la relación psicoanalista-paciente, sino que sus teorías se han convertido en claves interpretativas.

Yo, sinceramente, creo que hoy en día las librerías están un poco anticuadas en cuanto al ámbito de la psicología. Parece que lo docto sea únicamente Freud, Lacan o algunos lingüístas y, en parte, es cierto, pues ahí están las bases, pero, por otra parte, también se ha avanzado mucho. En la psicología de la Gestalt, en la humanista, sistémica, bionergética o en la transpersonal se han producido grandes avances y normalmente en las librerías no se suele encontrar la bibliografía relacionada con ellas. Las letras se han quedado un poco atrás al respecto…

En verdad, todavía hay mucha crítica anclada en la Francia de los ’60 y los ’70, en ocasiones parece complicado moverse de allí.

Yo recomendaría a dos autores: el primero es Alexander Lowen que es el creador de la bioenergética y que ayuda a comprender qué es la emoción con respecto al lenguaje, y el segundo Claudio Naranjo.

Sin embargo, desde un posicionamiento crítico y rememorando la muerte del autor proclamada por Roland Barthes, los conceptos de emoción y de biografía son altamente problemáticos en el momento de interpretar una obra. Si bien es cierto que el poema surge de una subjetividad, éste no puede ser interpretado como reflejo de la subjetividad y de la biografía de su autor. ¿Cómo te has planteado esta dualidad? En Los mundos sutiles la parte biográfica está presente, sin ser nunca biografista.

El libro de Ian Gibson está presente para dar verosimilitud a la historia: una chica de extrarradio que de repente se interesa por Machado, va a una librería y lo primero que encuentra es el libro de Gibson. Sin embargo, yo para hacer Los mundos sutiles me he leído la obra completa de Machado así como diferentes libros sobre él. El viaje que realiza la protagonista, que es también mi viaje, se aleja del recorrido planteado por Gibson. El documental es un híbrido, por un lado tiene un cometido pedagógico, el de contar quién fue Machado, pues quien nos financia y quien nos encarga este proyecto es Acción Cultural. Por otro lado, la cuestión que me planteaba era cómo hacer para que Los mundos sutiles no fuera una pieza de fachadas de las casas donde vivió Machado, con una voz en off que cantara las fechas haciendo así una pieza aséptica con gente hablando del poeta. Mi intención era penetrar en lo subjetivo, precisamente lo que defendía Machado: el mundo es apócrifo, es subjetivo.

De hecho, Antonio Deltoro en su reseña decía que la obra de Gibson tenía rigor histórico sin llegar a refrenar la imaginativa recreación del lector.

La chica del documental que lee las poesías de Machado no tiene ningún tipo de contextualización, lo que aprende lo aprende por el libro, pero a la vez su percepción de los poemas es subjetiva, como el propio arte.  Lo que a mí me gusta de Gibson es que trae una frescura en su lectura de Machado, se aleja de la tendencia muy española de centrarse en las fechas, en los datos, los estilos… En Ligero de equipaje, se leen expresiones de disfrute, teorías emocionales, subjetivas del autor.

En España, la historia literaria tal y como se ha enseñado y se sigue enseñando es extremadamente positivista: anclada en las fechas, en el biografismo…

En Verbo, a través de Cervantes hago crítica a la educación. Tengo la impresión que tengo muchos años de educación malgastada porque, en general, no se cuestionó el porqué se enseña una determinada cosa y que sentido tiene para los jóvenes; en la educación, es necesario crear una identificación para poder luego crear una pasión. Posteriormente vienen las fechas, los estilos o la técnica, pero antes el alumno tiene que poder decir que aquello que aprende le está hablando a él. Cuando me propusieron hacer Los mundos sutiles, necesité un tiempo: el recuerdo que yo tenía de Machado era de la EGB, tenía el recuerdo de un autor muy “viejuno”. Antes de contestar a la propuesta, tuve que volver a leerlo y fue entonces cuando me atrapó, pero en la EGB, cuando estudiaba a Machado, no tenía esta misma percepción, no sentía que la poesía me hablara a mí. En el fondo, el cometido de la literatura es enriquecer tu humanidad y tu relación con la vida.

Amaia Pardo en un fotograma de «Los mundos sutiles»

Tanto en Verbo como en Los mundos sutiles, la protagonista es una joven que se acerca al arte; en ambas obras, se entrevé la necesidad de comunicar con los jóvenes para poder transmitir el arte, la poesía o la literatura.

Yo lo siento como una herida personal, he tenido que buscar yo solo esas respuestas que te marcan. Cuando empiezas a conectar con tu ser poético y crees en él, empiezas a ver como una brújula que te orienta y creo que esto es lo que falla en la educación.

En el intento de transmitir la poesía, el cineasta necesita de las imágenes. Claude Lanzamm, en una respuesta crítica a Spielberg, decía que no se podía recrear, reconstruir, la realidad de los campos de concentración. De forma paralela, aunque temáticamente muy alejada, se plantea la cuestión de si es posible poner imágenes a la poesía, reconstruir el lenguaje a-referencial del poema a través del lenguaje de la imagen.

Se puede poner imágenes, pero necesitas unas herramientas, unos medios. Más allá del presupuesto, los medios ofrecidos por el cine son escasos y es allí que como director tienes que medir tus medios y posibilidades para crear una poesía visual. Yo me aseguré de poder contar con ciertas cosas: espacios, la música y la danza, algunos efectos especiales.

¿Tuviste algún referente cinematográfico para realizar Los mundos sutiles?

No, me guié mucho por los espacios poéticos y el imaginario de Machado y de cómo podían relacionarse con el imaginario de la protagonista. Me interesó mucho, y creo que es uno de los grandes hallazgos de Machado, la imagen de las galerías del alma: espacios, recovecos, una especie de arquitectura del sueño que enlaza con el subconsciente colectivo. A partir de aquí, busqué espacios afines, y encontré la tabacalera. Para el rodaje estuve buscando un barrio que me sirviese como escenario y llegué a Parla, buscaba una plaza abandonada, un cuadrilátero gris sobre el cual poder hablar de la soledad, del aislamiento… el color gris dice ya de por sí muchas cosas. En verdad, no se necesita mucho aspaviento para crear algo que comunique, en el cine lo poético es peligroso: puede haber un exceso de manierismo, de literariedad…

En esos espacios vacíos, grises, objetivamente no bellos y que, sin embargo, conforman la belleza de tu obra, resuenan ecos, sino del neorrealismo, sí de un cine naturalista.

Hay un texto que me gusta mucho, El bautismo de la soledad de Paul Bowles: habla de la experiencia de lo absoluto. Tú puedes seguir hacia delante, dejar que este absoluto te penetre, pero también puedes sentir un miedo pavoroso y huir hacia el calor del hogar. Estos espacios donde se provoca este vacío hay una cierta belleza, te conectan con algo inmenso, con ese absoluto que, terminas por atravesar, te permite pivotar hacia otro lado. Esos espacios representan una polaridad muy extraña.

Fue voluntario no ir a Castilla, a los Campos de Castilla.

Fui para verlos, pero no para rodar. Mi intención era la de extrapolar, la de hablar de los campos de Castilla de hoy.

Antonio Machado (foto: biografiasyvidas.com)

Sólo la escena del arado es una recreación –écfrasis- de los versos de Machado.

En verdad, hay algo de anacrónico en la escena. Viviendo la crisis económica que vivimos, la crudeza del campo está más cerca que nunca, estamos rodeados de ella. En esta escena se trataba de traer al presente esa realidad, de allí que el arado sea llevado por un hombre negro, impensable en la época en la que escribe Machado, pero que acerca ese tiempo a la actualidad. De allí también que el campo arado dé a una masiva hilera de bloques de apartamentos. En un barrio desarraigado rodeado de la meseta se siente la nada de esta naturaleza tan poco nutriente a muchos niveles.

Los mundos sutiles tiene algo de ensayístico, pero a la vez no es fruto de ese cine de arte y ensayo, es más poética.

Con Verbo fui muy consciente de que quería hablar de la adolescencia; hay grandes -por su profundidad- películas sobre adolescentes, pero no son vistas por los adolescentes, se quedan en salas de ensayo o en festivales, para publico adúlto. Mi intención sí era llegar a los adolescentes, de ahí que la película parta ya hacia un territorio de distribución  que es casi de nadie. La autoconciencia, recurrente en el cine de arte y ensayo, la utilizo, pero siempre cuidando la emoción; en ocasiones el intelecto mata el sentimiento. Deleuze hablaba del tiempo y Machado hace referencia a la “palabra en el tiempo”: el cine es plano en el tiempo. El plano tiene una duración, si lo alargas más de lo que está al servicio de la narrativa se vuelve un plano autoconsciente, se convierte en un plano sobre el aquí y el ahora: lo utilizo como medio para descubrir una emoción que no quiero interrumpir.

La idea del aquí y ahora dialoga con el género del haiku, presente también en tu último film. El haiku es el poema de lo que acontece en un momento dado, es versificar el instante del surgir.

En el tiempo en que me dediqué a la lectura de Machado, algunos de sus poemas me recordaban la poesía japonesa, la forma del haiku. Al ponerme a buscar sobre esta relación, supe que Machado fue uno de los primeros lectores de poesía japonesa, él conocía los haikus. En su trayectoria poética, Machado hizo un ejercicio de depuración, llevó a cabo lo que él definía autofolclore, es decir, el intento de llegar al otro a través de formas populares,  salir del narcisismo y así desde la sencillez y de lo vivo llega.

A Machado le tocó vivir en un período que en los acontecimientos lo dejaron en un segundo plano; luego la izquierda lo recuperó de una forma muy sesgada y tampoco tuvo mucha posibilidad de ser conocido fuera en otros aspectos más artísticos o filosóficos. Es muy difícil traducir a Machado, hay otros autores, como Lorca, cuya obra es más grata en el momento de ser traducida; en cambio, en Machado, resulta difícil que quede bien traducida la sencillez y modestia de su castellano.

Machado se encuentra en la poesía Desnuda de Juan Ramón Jiménez, esa poesía que se vuelve sencilla, que se vacía del “barroquismo”.

Sí de aquí lo del haiku; con este guiño -un monje nipón leyéndole en japonés- quise mostrar cuán universal es Machado; no se trata sólo de Campos de Castilla, habla de un olmo seco de Castilla pero a la vez habla a todos los árboles secos, y con esa sencillez tan propia de un lugar en las antípodas.

¿Y esta sencillez que aplaudes en la poesía, la aplicarías también al cine?

Lo intento. En la interpretación, en el modo de utilizar los fotogramas, en la narrativa… Uno tiende a pensar que lo poético es muy barroco, pero, al final, la sencillez -en su sentido de síntesis y depuración- es más virtuosa.

Fotograma de «Los mundos sutiles» (foto: seminci.es)

Antes mencionabas cómo el contexto histórico-político dificultó que la obra de Machado se diera a conocer. En Los mundos sutiles, son constantes los referentes internacionales que tenía Machado, unos referentes que iban mucho más allá de Castilla y de España.

Machado era una persona que miraba afuera, era muy crítico con la falta de cultura que impregnaba la España de su época. Es un poeta que es forzado a salir de España, luego parte de su poemario es prohibido, el franquismo enseña sus poemas más amables, aquellos que aparentemente hacen vanagloria de Castilla; posteriormente, la izquierda recupera sesgadamente su obra más activista, cuando Machado no era ni comunista ni socialista, sino que era comprometido por coherencia personal. Era necesidad recuperar la profundidad que está en su poesía más allá de la sencillez y más allá de las lecturas sesgadas que hemos heredado. Viajó a Paris para atender las clases del filosofo Bergson, conoció a Wilde, leyó y opinó muy lucidamente sobre lo más moderno que se publicaba en la época fuera de España, a Joyce por ejemplo.

Es curioso cómo se ha leído y se ha enseñado la obra de Machado desde la sencillez, casi como poemas descriptivos cuando ya entonces Juan Ramón Jiménez lo definía como el poeta más espiritual y Ortega y Gasset reclamaba una lectura social de su obra.

Una cosa que me aterra es cómo la historia, por coyuntura o por dinámicas, puede hacernos desconocer obras que pueden ser obras maestras y que, sin embargo, permanecen olvidadas, desconocidas. Me aterra pensar en las cosas que se habrán destruido, que no podremos llegar a conocer.

Al referirte a Los mundos posibles hablabas de la relación de anacronismo y vigencia de los poemas y del pensamiento de Machado (durante la República fue miembro del Patronato de las Misiones Pedagógicas). Seguramente, sus reflexiones acerca de la educación son extremadamente vigentes hoy en día.

La República hizo un gran esfuerzo en temas de educación, creando 14.000 escuelas. Machado siempre estuvo interesado en la educación, sin formar parte de ningún partido político. Pese a defender a la República, Machado decía abiertamente que él no era comunista, que no creía en el socialismo que hablaba del hombre masa, pues concebía el hombre como individualidad. Crítico con el marxismo materialista, basado en el capital, Machado miraba al hombre desde una perspectiva más espiritual. Es impresionante su metafísica sobre Dios y Cristo, muy moderna, nada institucional, sorprendería a muchos progres reactivos ante lo espiritual.

Machado se opone al elitismo de Ortega y Gasset, pero también al hombre masa propuesto por el marxismo más ortodoxo. Él decía que “difundir y defender la cultura son una misma cosa”, para el difundir la cultura era “despertar al dormido”.

Yo creo que para eso es la cultura.

¿Y el cine? ¿Todavía lo es?

Sí, también. El cine ha encontrado un lugar mayormente como entretenimiento, pero también creo que incluso las grandes películas “comerciales” son aquellas que muestran algo que el espectador no ha visto. Son espejo de algo hasta entonces desconocido, y al mismo tiempo te asisten con herramientas, ideas que te despiertan, que te permiten tener tu propia brújula y no seguir por inercia, a ciegas. Esto es lo que significa despertar.

En una entrevista decías que tu novela de cabecera era A contrapelo de Huysmans, una obra cuyo protagonista, Des Esseintes, es cínico ética y moralmente y se refugia en la estética.

Es un libro muy autodestructivo; es curioso como también Machado en un principio intenta protegerse del mundo a través de la estética, donde poder vivir la experiencia de la soledad, que al menos es un reducto espiritual. Al mismo tiempo, este aislamiento, esta soledad es una soledad que provoca mucho dolor. Huysmans va a la esencia de lo estético de una manera muy potente. Luego, Machado, sabiamente, buscó al Otro, al igual que Huysmans.

En Baudelaire como en Machado la experiencia estética se une a lo socialmente pobre, a lo no bello. En Baudelaire son las oscuras callejuelas de París, calles marginales de prostitutas, en Machado es la pobreza de una Castilla pobre, de ese olmo seco. Y en estos espacios encuentran la belleza.

Esta es una idea muy presente en mi trabajo, en Los mundos sutiles como en Verbo: revelar aquello que no queremos ver, mostrar aquella zona oscura que no queremos ver y que sin embargo vale la pena ver. Me gusta el símbolo del sol negro que también aparece en Baudelaire: es casi una figura jungiana, es la luz de la oscuridad.

En el fondo, el artista, el poeta, el escritor, el director de cine nunca puede perder de vista la parte ideológica de la obra. No se trata de ser un autor comprometido, sino de ser consciente del carácter ideológico de toda obra.

Yo creo que esto es lo que significa despertar. Al despertar, al adquirir conciencia, uno se hace responsable de uno mismo y de lo que lo rodea, por coherencia personal. Creo que Machado fue muy valiente y muy íntegro. Una de las grades bellezas de Machado, y que a mí me conmueve, era su humanidad, era persona íntegra, lúcida, con una bondad que te penetra a través de sus textos. Creo que Machado debería ser un referente al hablar del intelectual.

A Machado le preguntaron si la cultura estaba en crisis, te traslado la pregunta.

Claramente. La cultura vive en cada cual, y en muchas personas afortunadamente no está en crisis. La cultura existe sí o sí, no puede no existir, pero creo que la alta cultura, no en el sentido de elitista o pedante, sino la rica y profundizada sí que está en crisis. Se consume muy poco, y creo que el error es ver la cultura separada de la economía, cualquier país potente tiene una cultura formada, tiene personas formadas, con criterio, con ideas. Hay que dejar de ver la cultura como despiezada de la realidad.

Por último, en una entrevista en la revista Esquire, Juan Diego afirma: “Los Reyes prefieren ir al fútbol que al Festival de Almagro porque no es mediático […] es conciencia cívica y ésta nunca le ha gustado al poder”.  ¿Qué piensas al respecto?

Me parece legítimo el fútbol, que también tiene su cultura y belleza. Pero efectivamente, cierta cultura resulta incómoda. No ver a un presidente de gobierno ir a ciertas obras de teatro, ir a ciertos conciertos, ir a exposiciones de arte, me parece pobre. No creo que sea porque la cultura inquiete al poder, sino porque en verdad no les interesa. Y ojo, hay cultura muy mala también que es normal que no interese. No hay una cultura en el poder para que les interese la cultura. Hay que dejar de verla como algo separado e inorgánico a la sociedad. Parece obvio que al poder no le interesa que se reflexione sobre su quehacer, pero una sociedad culta llega a un nivel más alto si está el diálogo y la escucha, esto es lo que te enriquece a ti y enriquece al otro.

Anna Maria Iglesia

“Los mundos sutiles”, de Eduardo Chapero-Jackson:
crónica previa a una entrevista

Anna Maria Iglesia

Anna Maria Iglesia (1986) es licenciada en filología italiana y en Teoría de la literatura

y literatura comparada; Máster en Teoría de la literatura y literatura comparada por la

UB. Es colaboradora habitaual de Panfleto Calidoscopio, ha publicado breves ensayos

en la Revista Forma de la UPF y reseñas en 452f. También ha publicado artículos en El

núvol o Barcelona Review.

3 Comentarios

  1. Ante todo, gracias por este documental de bellísimas imágenes, un tanto subrrealistas, en relación con la poética y sencillez de Antonio Machado. La originalidad y belleza de dichas imágenes, en relación con el texto, repito, ha sido todo un acierto.
    La aparición en los créditos de determinados conocidos machadianos, no hubiese sido necesaria, si no es como «adorno» y respaldo a algo que no lo necesita.
    Gracias, Sr. Chapero Jackson, por tanta bella de imágenes, y por la manera mostrar y decir la poesía del Gran Don Antonio Machado.
    Un coridal abrazo, desde la Baeza machadiana-
    Antonio Tornero Gámez.

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