«El teatro de la luz», de Juan Vico

El teatro de la luzEl teatro de la luz. Juan Vico
Gadir Editorial (Madrid, 2013)

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Ganadora del premio de novela corta de la Fundación MonteLeón 2013, El teatro de la luz, segunda novela publicada hasta la fecha por Juan Vico, se nos presenta como la película sobre la Barcelona de los años 20 que nunca se filmó, la película que pudo haber sido y que no fue, una película como L’Atalante (Jean Vigo, 1934), o Amanecer (F. W. Murnau, 1927), donde la ciudad surge como un sujeto activo, como realidad que incluye las infinitas fracciones de un caleidoscopio propicio a recrear diferentes  iluminaciones y zonas de sombra, así como narraciones entrelazadas; o como Berlín, sinfonía de una gran ciudad (Walter Ruttmann, 1927), donde no hay más protagonismo que el de la ciudad en sí, en la que los berlineses son sombras transcurriendo desde al amanecer hasta el ocaso, por sus calles, por sus café y sus oficinas, por sus comercios y sus bailes.

La Barcelona de los años posteriores a la Gran Guerra podía haberse aprovechado de su potencial actividad económica para desarrollar un cine de magnitud similar al que se producía en París o Berlín, pero que, tal vez por desconfianza de la burguesía del momento hacia aquel medio novedoso, en busca de sus propios referentes en el continente que lo vio nacer, no pudo tener un peso y una continuidad que la colocaran entre las capitales del cine.

El teatro de la luz es el cine dentro del cine, el cine dentro de la literatura, es el teatro del arte, la luz creando claroscuros, una novela que nos habla del cine y de la ciudad: lugares, personajes, sensaciones, vivencias que nos explican una época y unos personajes que pudieron haber recorrido el entonces llamado distrito V de Barcelona, el barrio chino (el actual Raval), el lugar en el que el lumpen se cruzaba con el obrero, la prostituta con la dependienta, y el anarquista con el pistolero: el lugar aborrecido y temido por la burguesía y las clases medias y altas, pero al que acudían no solo para satisfacer, hipócritamente, algunas de sus secretas necesidades, sino a buscar las coartadas para sus negocios menos honrosos.

Juan Vico (foto cedida por el autor)
Juan Vico (foto cedida por el autor)

Juan Vico inicia su novela con un incendio, un suceso revelador que marcará la personalidad del protagonista de la novela, Mauricio, debatiéndose siempre entre el miedo y al avance hacia lo desconocido. En aquellos inicios del cine, en la primera década del siglo XX, no como séptimo arte sino como ocio barato para clases populares, -en contraposición al teatro, ocio de prestigio para clases acomodadas-, las películas se solían proyectar en barracones de feria donde se agolpaban los curiosos, lugares que podían convertirse fácilmente en ratoneras para multitudes en caso de incendio. Tristemente famoso fue en España el que tuvo lugar el 27 de marzo de 1912 en el cine La Luz de Villa-Real (Castellón), donde, durante una proyección, se agolpaban unas 300 personas en un espacio muy reducido y sin salidas de emergencia, frente a una pantalla que se incendió repentinamente y que tuvo como consecuencia la trágica muerte de 69 personas.

Con todos estos elementos Juan Vico crea una novela que se desarrolla de una manera trepidante, pero no porque explique aventuras o sucesos extraordinarios a gran velocidad, o porque contenga trazas de cine negro o policíaco,  sino porque el autor realiza un ejercicio de estilo en busca de un ritmo muy determinado, un ritmo que podríamos calificar de musical en lo narrativo. Tras la presencia de la música en su anterior novela, Hobo (Isla de Siltolá, 2012), en la que el protagonista era un cantante de blues en los EEUU de la depresión, en El teatro de la luz la musicalidad vuelve ahora a estar presente en la construcción del texto y en la secuencia de las frases.

Por otro lado, la historia que traza le sirve de excusa perfecta para hablarnos del velado o la confusión -tan propicia en el cine como en la literatura- entre realidad y ficción, y también para desarrollar con gran maestría diferentes encuadres y formas de enfocar o desenfocar lo que se nos está explicando. Así, la novela se divide en tres partes, la primera está narrada en tercera persona con un distanciamiento o una neutralidad que crea una cierto extrañamiento, casi de guión cinematográfico; la segunda parte se narra en segunda persona, una fórmula muy poco usada en narrativa, y que nos aproxima al personaje protagonista y a las personas que lo rodean de una manera muy focalizada; y la tercera parte se narra en primera persona, ahondando en una narración de percepciones, discurso interior, más que de sucesos, en la que el sexo y el nacimiento de lo que podríamos llamar el cine naturalista: la pornografía, le sirven al autor para crear una ficción que narra cuestionándose la voluntad del autor por controlar su creación. Ejercicio, por tanto, arriesgadísimo, al filo de caer en el juego literario baladí, y que el escritor salva transgrediendo los géneros literarios e imponiendo con convicción su voluntad creativa.

Juan Vico gusta de personajes perdedores, aunque libres, recreados en ambientes agrios y sórdidos; y, por encima de todo, los dibuja en la búsqueda de lo no convencional, como poco convencional es su estilo narrativo: trabajado con bisturí para tallar las mil facetas de la personalidad humana, y para afianzarse en un clasicismo auténtico e inconformista que revela una estética madura, garante de las infinitas y siempre fructíferas conexiones entre el escenario urbano, el cine y la literatura, que hará gozar a todo tipo de lectores.

Agustín Calvo Galán
http://proyectodesvelos.blogspot.com

 

Agustín Calvo Galán

Agustín Calvo Galán (Barcelona, 1968) ha publicado 'Letras transformistas', una selección de sus poemas conceptuales y visuales (2005), 'Otra ciudad' (libro objeto, 2006), 'Poemas para el entreacto' (2007) y 'A la vendimia en Portugal' (2009). Su obra como poeta visual ha sido recogida en varias antologías especializadas.

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