Félix J. Palma: «El trabajo del escritor es convertir en «voyeurs» a los lectores»

Félix J. Palma (Foto propiedad del autor)

El menor espectáculo del mundo, nuevo libro de relatos con el que nos sorprende el escritor gaditano Felix J. Palma, llega de la mano de Páginas de Espuma, para sobrecogernos y arañarnos los ojos con las miserias y los miedos de los seres humanos.

Lo sorprendente de este narrador es la capacidad que tiene tanto para emocionar, como para hacernos reír. Tal vez por eso, está considerado entre sus compañeros de oficio como uno de los mejores cuentistas en lengua española.

Esa J. no será  como la de Homer Simpson, ¿no?

La de Homer significa Jay, o sea Jota, tal y como se desveló en un mítico capítulo. El chiste estaba cargado de filosofía, a mi modo de ver: a veces la magnitud de la pregunta no nos deja ver la sencillez de la respuesta. Quizá en algún capítulo de mi próxima novela desvele el significado de la mi “J”… los lectores deberán estar atentos.

¿Dónde se siente más cómodo, en la novela o el cuento?

En cualquiera de los dos me puedo sentir terriblemente incómodo, sobre todo al principio, cuando todavía estoy adiestrando a la historia, domándola,  intentando que la jaula en la cual la quiero encerrar se ajuste perfectamente a sus necesidades. Una vez consigo atraparla entre los barrotes, sean los del cuento o los de la novela, y la siento dócil bajo el dictado de mis deseos, me suelo sentir cómodo y disfrutar escribiéndola.

¿Las relaciones humanas son el “menor espectáculo del mundo”?

Sin duda. Las relaciones humanas, sobre todo las amorosas, son microcosmos habitados únicamente por los protagonistas de la historia. Los que miran desde fuera apenas llegarán a vislumbrar la carpa, o a escuchar el eco de los aplausos. En el espectáculo del amor, el único público está en la arena, actuando.

¿Realmente las mujeres somos tan perversas?

Jamás ha sido mi intención retratar a la mujer como seres perversos. En realidad, lo que les pasa a mis protagonistas es que no entienden a las mujeres y se sienten desconcertados y atacados por ellas. Pero si mirásemos desde el punto de vista de la mujer, ese hombre no quedaría muy bien parado, y yo siempre intento que el lector tenga una puerta abierta, o a veces simplemente una pequeña mirilla, para atisbar ese punto de vista femenino. Eso le confiere un patetismo enternecedor al atribulado héroe de mis historias. Pero yo escribo desde la perspectiva de él, porque me da mucho juego narrativo ese desconcierto, esa confusión que siente el hombre ante lo que su pareja espera de él, ya que así sus decisiones más absurdas y grotescas quedan justificadas. El hombre realiza malabarismos sentimentales para recuperar a su amor, porque las soluciones más sencillas quedan fuera de su razón, abrumada por la inseguridad. Como no está a la altura de las circunstancias, lo único que se le ocurre es realizar un salto mortal… ¿Qué otra cosa podría hacer?

Su sentido del humor es muy ácido, ¿tiene usted algún ascendente inglés?

El sentido del humor es el más universal de los idiomas, aquello que hermana realmente a los hombres, y cimienta más relaciones y amistades que la educación, las costumbres y la cultura. No sabría qué etiqueta ni qué nacionalidad ponerle a mi sentido del humor, lo único que espero es que sea una puerta por la cual mis lectores entren en mi mundo y habiten en él, sintiéndose en su casa.

¿Nunca se ha planteado escribir poesía?

No, nunca. Yo busco obsesivamente la poesía en cada gesto cotidiano, mi mirada siempre intenta extraer el lirismo de las situaciones más mundanas. Si además intentara escribir toda esa poesía en verso, creo que me sentiría terriblemente redundante y ampuloso.  Aunque le confesaré que en mi prehistoria sí intenté escribir poesía, pero soy un animal narrativo y el poema siempre acababa mutando en relato.

Sus cuentos tiene la virtud de hacer transcendente lo intranscendente. ¿El trabajo del escritor es ser un voyeur?

El trabajo del escritor es convertir en voyeurs a los lectores.

El segundo relato, “Margarabismos”,  me recuerda a su novela, La hormiga que quiso ser astronauta. ¿Es una semejanza buscada?

Las semejanzas nunca son buscadas, más bien encontradas. Quiero decir que uno intenta siempre hacer cosas diferentes y son los demás los que le señalan las huellas de sí mismo que va dejando impresas en cada ensayo. En realidad, yo siempre busco nuevos retos en aquello que hago y explorar nuevas formas de contar historias, pero es inevitable que el polen de algunas obras germine en las siguientes.  Al igual que Bastian en La historia interminable, una vez he conseguido un deseo, apenas tengo tiempo de disfrutarlo, pues ya estoy imaginando el siguiente. Pero cuando caminas, no levantas el pie que va a la zaga hasta que el de delante toca el suelo. Así que todo está conectado, y mis lectores siempre encontrarán ecos de mí mismo, aunque mi voz sea diferente.

¿Qué está preparando ahora?

Un libro de cocina… No, en serio, estoy con un par de novelas, y tengo que decidirme por una para sumergirme en ella por completo. Todavía no estoy seguro… pero tengo previsto un viaje al futuro en breve, y podré ver cual fue o será, según se mire, mi decisión, con toda seguridad. Prometo contarle cuando regrese…

Carmen Moreno
http://letratlantica.blogspot.com

Carmen Moreno

Carmen Moreno es licenciada en Filología Hispánica por la UCA, Máster en Contabilidad y Finanzas (Cerem), Máster en Edición (Universidad de Salamanca). Tiene siete libros de poemas publicados y uno de relatos. Ha trabajado de guionista para TV, gestora cultural, impartiendo talleres. Actualmente trabaja de A.T. Cultural para el Ministerio de Igualdad.

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