Hacia donde mira el stlanik

Varlam Shálamov

Relatos de Kolimá. Volumen I

Relatos de Kolimá. Volumen II. La orilla izquierda

Editorial Minúscula

Traducción de Ricardo San Vicente

kolyma000“¿Cómo camina un hombre por la nieve?”, pregunta Shálamov al comienzo del primer volumen de sus relatos sobre Kolimá. “El trabajo más duro es para el primero, y cuando a éste se le agotan las fuerzas, lo reemplaza otro, del mismo quinteto de cabeza. De entre los que rigen los pasos del primero, cada uno de ellos, hasta el más pequeño, el más débil, tiene que pisar un trozo de capa nevada y no otra pisada. Después vendrán los tractores y los caballos. Y sobre los tractores y los caballos no viajan los escritores, sino los lectores”.

Varlam Tikhonovich Shalamov nació en Vologda en 1907. En 1937 Shálamov fue condenado cinco años al desierto siberariano por actividades contrarrevolucionarias trotskistas. Y en 1947 fue deportado diez años más por haber afirmado en la prensa que Ivan Bunin era un clásico de la literatura rusa.

Si bien Shálamov havía comenzado su actividad literaria en 1932, fueron los años del campo siberiano los que se convertieron en el material de sus narraciones, que conforman una de las obra más importantes de la literatura universal del trauma. En 1978 aparició la primera edición en ruso de los relatos de Kolimá. Shálamov murió en 1982 en un geriátrico para enfermos mentales. Y después de trenta años, finalmente se puede contar con la edición en castellano gracias a la editorial Minúscula. Publicados los dos primeros volúmenes del ciclo, Relatos de Kolimá y La orilla izquierda, a estos les seguirán El artista de la pala, Crónicas del mundo criminal, La resurrección del alerce y La manopla o RK-2.

relatos-de-kolimaEn un ambiente de 50º bajo cero, de escupitajos que se congelan en el aire, de mordiscos, torturas, escorbuto y pus es desde donde escribe Shálamov. A causa de las salvajadas diarias de las “limpiezas” stalinistas, en el gulag se encontraron hombres de todo tipo de condición: desde los asesinos más crueles hasta los intelectuales de izquierdas. Bajo la ley de la taiga, sin embargo, todos fueron iguales: el sindestino era la deshumanización.

Es la experiencia del día a día en el campo la que recoge Shálamov para vomitarla y dejarle al lector servida en bandeja de plata la cara más animal del horror. Si el Ivan Denisovich de Soljenitsin aún era capaz de distinguir entre el bien y el mal por antagonismo a su entorno, los personajes de Shálamov no: son seres de otro planeta, autómatas que han perdido cualquier aire de tipo humano y que se mueven en la intemperie constante de la mentira, el hambre, el frío, la brutalidad y la muerte. No son ni héroes ni víctimas; son hombres colocados en el límite más extremo de la supervivencia. Si Dostoyevski lloraba a causa del racionalismo de Hegel queriendo creer -y autoengañándose- que el campo siberiano lo llevaría a la redención, Shálamov considera cada minuto en el campo como un minuto lleno de veneno y en el que sólo queda la supervivencia del hoy; mañana (Dios ya no existe) ya se verá…

Se trata de personajes que viven en unas condiciones tan inauditas que lo que esté por venir es reducido a cero. A Vaska Denisov, “el ladrón de cerdos”, se le llega a iluminar la cara al encontrar un jamón congelado que va a comer a dentadas minutos antes de la muerte.

vt-shalamovEs en el dolor más inhumano cuando sobresale el estilo de Shálamov. De una economía exigente e increíblemente rigurosa, el trato de la lengua lo lleva a una objetividad tan brutal que acaba amputando a los hechos narrados la capacidad de extraordinarios. En todos los relatos del primer volumen no sucede nada que no haya ocurrido antes y que no esté por ocurrir al día siguiente. Un presente y un futuro que han perdido la linealidad del tiempo y en los que reina la ausencia de los conceptos amor, amistad o misericordia. En medio de esta realidad, tanto el gulag como la lengua -descarnada, cortante, cruda- acaban desnudando al hombre de su parte humana y del teatro de la palabra.

Las palabras de Shálamov son las mismas que se usan en el campo, pero su sencillez abrupta, directa y sin máscaras, casi primitiva, tiene más vida y más fuerza que nunca. Su calidad poética sobresale a través de unas imágenes tan efectivas que hacen brotar la poesía en medio de la sequedad del horror, al igual que la hoja del stlanik, una planta que sale en primavera pero que en invierno es capaz de crecer si al lado tiene el calor de una estufa.

Este mismo movimiento es el que tienen los presos del campo: el de renacer cuando ven la oportunidad, ni que sea por unos segundos, de salvarse. Como sobrevivieron los genios de Platónov y Mandelstam y tantos otros intelectuales en medio del hampa del gulag, haciendo de cuenta-cuentos nocturnos para los criminales más salvajes de la tierra rusa.

Si en el primer volumen Shálamov retrata lo que ocurrió en el gulag, en La otra orilla su voz sale en ocasiones del campo para destapar la brutalidad del pasado y, ante la dificultad de recuperar la palabra, recordar lo indecible no sólo describiendo lo que quedó, sinó también la memoria de los que desaparecieron.

El horror descrito en estas páginas es inmenso. Su poesía también. La escritura de Shálamov continúa haciendo el trabajo sucio, aplanándole el camino al lector para que pueda tragarse las cosas que “el hombre no ha de saber, no ha de ver, ya que si las ve más le valdría morir”. Memoria y olvido atraviesan este segundo volumen, sobre todo en las partes donde aparece la tensión entre los que fueron al campo y los que no. Cómo recordar y qué borrar son los planteamientos de Shálamov. Desgraciadamente, la falsa nostalgia española lo ha mantenido silenciado hasta ahora. Gracias a Minúscula por la edición y a la espléndida traducción de Ricardo San Vicente.

Ester Pino
http://pandemicaiceleste.blogspot.com

1 Comentario

  1. Habría que estudiar en las escuelas, instituros y universidades a este autor y a su compañera de penurias Eugenia Sémionova Guinzbourg.

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