Ian Bostridge | Foto: Countugolino | WikiMedia Commons

Anatomía de una obsesión

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Ian Bostridge | Foto: Countugolino | WikiMedia Commons

“Franz Schubert compuso Winterreise (Viaje de invierno), un ciclo de veinticuatro canciones para voz y piano, hacia el final de su corta vida. Murió en Viena en 1828 con tan solo treinta y un años”.

Así arranca “Viaje de invierno” de Schubert. Anatomía de una obsesión (Acantilado, 2019; con traducción de Luis Gago), ensayo de Ian Bostridge (Londres, 1964), tenor que ha interpretado en numerosas ocasiones el ciclo de Lieder de Schubert. Bostridge es, además, historiador y ensayista, pero en este caso particular resulta interesante que el objeto analizado, el trabajo de Schubert, sea abordado por alguien que lo conoce desde la práctica, por lo que las páginas de su magnifico libro están impregnadas de un conocimiento de primera mano, de una interrelación con la obra de Schubert que viene dada tanto de su interpretación, esto es, su ejecución práctica, como de un alto componente emocional en cuanto a una convivencia con él, aunque intermitente, a lo largo de los años. Una doble faceta, teórica y práctica, que conlleva que Bostridge despliegue en las páginas de su libro, a su vez, un doble acercamiento hacia la obra de Schubert.

Acantilado

El autor divide “Viaje de invierno” de Schubert. Anatomía de una obsesión a través de veinticuatro capítulos, más una introducción, que se corresponden con cada pieza del Lieder, que al inicio de cada capítulo aparecen en alemán y en castellano: Buenas noches, La veleta, Lágrimas heladas, Congelamiento, El tilo, Torrente, El río, Mirada hacia atrás, Fuego fauto, Descanso, Sueño primaveral, Soledad, El correo, La cabeza gris, La corneja, Última esperanza, En el pueblo, La mañana de tormenta, Ilusión, El mojón, La posada, Valor, Los parhelios y El zanfonista. Para hablar de la composición de Schubert a partir de los poemas de Wilhelm Müller (1794-1827), Bostridge asume la figura del protagonista del ciclo: un paseante, cuando no vagabundo, que transita diferentes espacios. La diferencia es que el personaje del Lieder lo hace movido por el desamor, mientras que el tenor británico no puede esconder en momento alguno su gran admiración por la pieza de Schubert. Así, Bostridge se erige como ensayista caminante, con un rumbo y un objetivo, con una estructura y una rigurosidad más que evidente en su planteamiento, pero asumiendo cierta libertad a la hora de plantear el ensayo y proponiendo al lector un apasionante recorrido por la obra de Schubert en el que, en cada capítulo, se abre en diferentes direcciones.

En la mayoría de los capítulos de “Viaje de invierno” de Schubert. Anatomía de una obsesión, Bostridge arranca con un comentario musical de cada pieza, sobre su composición o su manera de interpretarse, logrando, para el no conocedor del lenguaje musical, transmitir nociones complejas con la suficiente sencillez como para que mentalmente el lector pueda hacerse una idea de la significancia musical de cada lied, tanto de manera independiente como en su relación con el conjunto. El ensayista se rige por una libre asociación de ideas que maneja con gran erudición en una estructura muy bien construida que permite tanto acercamientos parciales -leyendo capítulos sueltos- como global -en el fondo, y a pesar de esa idea de compartimentos estancos, el libro posee varias ideas transversales.

Después, Bostridge aborda la explicación de cada lied a partir del tema tratado en él, ya sea de manera directa o indirecta, explicando, justificando, contextualizando e indagando en ellos a través de un acercamiento multidisciplinar que busca insertar la composición en su época a la par que mostrar su cercanía a nuestra época. Mostrar cómo una pieza compuesta casi dos siglos atrás posee todavía una relevancia que va más allá de la belleza musical producto de la abstracción emocional que puede transmitir al oyente. De ahí que la doble faceta que asume el autor, práctica y teórica, tome gran relevancia, uniendo reflexión y puro deleite ante las composiciones.

Bostridge introduce la obra de Schubert en un contexto tan preciso como la Viena de Metternich, con su calado conservador y todas las problemáticas que artistas como Schubert o Müller tuvieron que sufrir. También en el contexto del Romanticismo, con un sinfín de variantes que interesa al autor en cuanto a cómo lo artístico es consecuencia, y se encuentra entrelazado, con lo político desde lo personal y lo social:

“El período posterior a las guerras napoleónicas (…) dio otro sesgo a este discurso romántico de la soledad, una soledad política en la que el yo burgués e introvertido lamentaba su incapacidad para reinventar la comunidad política frente al autoritarismo y la represión. Las poesías de Müller y las composiciones de Friedrich estaban plagadas de mensajes discrepantes en clave; la elección de Müller por parte de Schubert para su más profunda aventura en el ámbito de la canción reflejaba sus propias inclinaciones políticas, así como muchas otras predisposiciones estéticas”.

 Así, el libro de Bostrige aborda el Winterreise casi a modo de tratado a partir del cual mapear su momento desde diferentes perspectivas interconectadas -políticas, artísticas, sociológicas, estéticas, filosóficas-. Para ello trae a colación pintores, escritores, filósofos, poetas o escritores para trazar una línea de unión con la obra de Schubert con la idea de dar habida cuenta de que una obra, por muy abstracta que sea, por muy cerrada que sea en su creación, posee una insoslayable conexión con su momento. En el caso de Winterreise, quizá, como muestra Bostridge, incluso más. Porque el autor parte de estar ante una obra inabarcable a pesar de su aparente concreción y narración, que exige, como en su interpretación, dado que se ejecutan los veinticuatro lieder de manera ininterrumpida, un gran trabajo de apertura para ahondar en el misterio que representa, ampliando su mirada hacia temas como la etimología alemana, la geología, la evolución, el derecho, tratados naturales… mostrando de este modo que una obra maestra, sea cual sea su expresión artística, tiene validez por lo que es en sí misma a la vez que por todo aquello que puede generar a su alrededor como representación de un amplio contexto al que absorbe y del que se hace, de una manera u otra, espejo.

Como una obra que puede disfrutarse de muy amplias maneras, abriendo el espectro interpretativo y analítico hacia variados espacios y rompiendo la endogamia discursiva de cada materia. En definitiva, mostrando que toda expresión artística tiene sentido en sí misma, en cada percepción individual y en el razonamiento y el análisis en el interior de un discurso multidisciplinar.

“Viaje de invierno de Schubert nos sitúa, por tanto, frente al invierno que todos hemos de encarar, frente al frío de que todos experimentamos, el frío de la propia vida; pero también pone oblicuamente en entredicho el orden social y político del que surgió el ciclo y que, paradójicamente también lo hizo posible. Schubert no fue un agitador o un revolucionario; pero, atrapado dentro de un modo de vida que frustró con tanta frecuencia sus ideales, sacudió los barrotes de su jaula”.

Israel Paredes

Israel Paredes (Madrid, 1978). Licenciado en Teoría e Historia del Arte es autor, entre otros, de los libros 'Imágenes del cuerpo' y 'John Cassavetes. Claroscuro Americano'. Colabora actualmente en varios medios como Dirigido por, Imágenes, 'La Balsa de la Medusa', 'Clarín', 'Revista de Occidente', entre otros. Es coordinador de la sección de cine de Playtime de 'El Plural'.

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