«La dicción anquilosada» (I): Exordio

La dicción anquilosada: El padecimiento estoico que se escribe.
(Parte I/III)

Exordio.

“¿Tiene algún nombre la enfermedad que se ausenta en los tratados?…
La respuesta de aquel sometido a sus efectos le llamará “propia”, mientras que
la asimilación ajena a sus impactos tenderá a denominarla “inexistente”…”
C.J.Ga.

La saturación es la espada que rasga lo concreto, el silenciador que ahoga a los intereses específicos. Es por ello que en vez de preocuparnos por la captura del exceso fotográfico, recomiendo que los viajes se acompañen de papel y un instrumento estilográfico.  Como bien lo dijera Voltaire “la escritura es la pintura de la voz”, aunque añadiría que representa de igual modo una cura fragmentaria para los que acariciamos variables límites alexitímicos. (1)

Y es que en la mayoría de ocasiones, los que retenemos “dicciones anquilosadas”, desprendemos verbos recónditos que distan en referir lo que realmente deseamos manifestar. A falta de fluidez lingüística capturamos con las letras aquellos vocablos que se escuchan a lo lejos, percibiendo alguno de los ecos glaciares que conectan con nuestras áreas profundas del lenguaje.

Secret (Cara Barer, 2007)

Lejos de la protección advertida, contra los efectos dados en la manifestación emocional verbal, el fenómeno previamente descrito existe como una variante que logra renovar la expresión mediante el estímulo de la resolución personal.  De este modo la búsqueda de la perfección tangible deja a un lado a la ofuscación enfocada en causas,  adoptando facultades que toman como exigencia esencial el vaciamiento mental que mejor se apegue a las intenciones comunicativas -fundamentalmente aquellas que ofrecen indagación acerca de las verdades que nos constituyen-.

Pareciera que tal determinación sólo tuviera que desafiar a la omisión voluntaria de enunciados. No obstante, vinculando la especulación de que la circunspección dialéctica suele asociarse a los mecanismos defensivos, conviene descubrir cuáles son los pensamientos añadidos que imposibilitan a la espontánea asimilación y revelación de exaltaciones. De este modo queda la posibilidad para encauzar la motivación del recurso trivio, empleándolo como una herramienta de exploración que esclarezca el deseo por analizar a los impulsos paréticos.

Si el ser humano examina esa estofa de su labia, yace en la espera para que los descubrimientos pendan de las rocas y nieguen su abatimiento en el vacío. Y es que la perturbación anímica de aquel que capta la imperfección de sus elocuencias, tilda al hábito grafemático como un refugio que le entrega a su existencia la condición de escudriñable. De esta forma el arte de la diligencia adoptada -y entendido como “aquella mentira que nos permite decir la verdad” (Pablo Piccaso)- germina de la necesidad de proyección y supera a la naturalidad del talento.

Sírvase en pensar, que se habla del “arte en la redacción” como algo que dista de ser el paradigma de cualidad estética o la ilustre figurilla de valoración colectiva. Tan solo cavilo en el resultado de una realización absurdamente necesaria, admitiendo que la escritura terapéutica suele ser una clase de pericia etérea cuya innegable razón es “reemplazar lo insustituible” (2).

Not Easily Moved (Cara Barer, 2005)

De esta manera la afección de las revelaciones dialógicas -consistente en la fragmentación de los términos emocionales discurridos- cesa de penar el laudo a la par de difuminarse en la creatividad que mana de lo inexacto. Como polígrafos fortuitos, la incertidumbre de conmiseraciones florece en el instante en que dudamos que nuestras proclamaciones lúcidas sean carentes de discrepancia.

Para  aquel que padece de “dicción anquilosada”, en vez de que las palabras logren pacto de castidad con el interiorismo, llega el momento en que se confronta la incoherencia entre el “querer decir” y “escuchar el dicho” que ha surgido. Y es que el sentimiento es bastante inescrutable para el lenguaje, al grado que resulta común el desconocimiento respecto al deseo de manifestar la propia legitimidad de emociones.

Creo que es en ese momento de asimilación careada cuando la identificación del malestar fuga en busca de una cura. Al no hallarse dentro de la catalogación de un esquema galeno predefinido, el orador anquilosado brega rehabilitación a través del arte o mediante cualquier otra práctica de alivio. La razón por la que separo a estas dos opciones de desfogo, es porque entre ellas existe una marcada distinción respecto a sus procesos. Si bien es cierto que en ambas alternativas florecen las rutinas placenteras, solo en el margen de la retórica es donde encontramos el paradigma de afición que concede la dualidad entre el deleite recreativo y la repugnancia del estado reiterante.

Lo anterior se explica por el hecho de que en el arte -y fundamentalmente el que involucra al artificio literario- el ser humano es incapaz de ser totalmente amnésico frente a la realidad esquiva que reinterpreta.  Y es que de todas las expresiones no verbales, la escritura es el sistema más cercano a la oralidad, ya que emplea símil simbología de entendimiento. Por tal motivo, las letras comparten el sentido de proyección de los secretos auto-referenciales que tanto nos conmueven.

Pese a la mencionada cercanía entre códigos mediáticos, considero que sería desmesuradamente reduccionista el querer ver al lenguaje oral y escrito como insulsos sucedáneos. De la misma manera, pienso que sería un error asumir que todo aquel que practica la vocación redaccional se mira a si mismo como un ente impedido en las expresiones sentimentales. En primer lugar,  la fugacidad de las voces y el estado perenne de las letras son dos opuestos necesarios, a la vez que las motivaciones para la elaboración de una obra se sostienen por rebosantes matices y carestías de conflicto.

Tener entonces en cuenta que la escritura desencadenada por la “dicción anquilosada” no se satisface con el ingenuo logro de la “competencia comunicativa” -entendiéndose a ésta como la habilidad de conexión eficaz en contextos culturalmente significativos-. Por el contrario el individuo sensiblemente baldado logra complacencia en las reflexiones dilucidadas en cabal y momentánea discreción; siendo solo en forma supletoria cuando el autor decide sustituir a la intención primaria de sanación por la satisfacción posterior de un engranaje publicado.

Con tal reorientación de lo prosódico-poético, las figuras de dicción y pensamiento retórico cobran protagonismo. A la par de distinguirse el sello de cada sujeto creador, se desprenden los elementos debatidos por la crítica literaria.  Emergen subsecuentemente toda clase de reinterpretaciones, presentándose como guías que refutan o avalan el valor global de determinada compilación.

Cuando esto sucede, simplemente se extravía lo que en un tiempo dio fomento a la proclividad letrada, sin que ello signifique una forzada decadencia en la habilidad elocuente. Con base a la metamorfosis vocacional, la desventaja o cualidad de la futura divulgación literaria implicará el esfuerzo por adoptar un compromiso de distanciamientos, ya que cada nueva intimidad esconde un desafío único por inclinarse a la vanidad o tener un acercamiento con el decoro comunicativo.

Losing Weight Little by Little (Cara Barer, 2004)

Observemos entonces que “la literatura puede ser eterna como tal, pero no los sentimientos que la hicieron nacer” (Carmen Martín Gaite). La conmiseración coetánea está estrechamente relacionada con la longevidad o la fugacidad profesional de los escritores, a la vez que no es raro que los quehaceres magistrales provengan fundamentalmente de épocas de duelo o a partir de descubrimientos circunstanciales.

Es curioso que “aunque los hombres se vanaglorian de sus grandes obras, frecuentemente no son estas el resultado de un noble propósito, sino efecto del azar” (La Port). No empero, podemos adherirnos al escepticismo que niega el concepto de “ventura”, puesto que los procesos que independientemente confluyen están fundados en alguna causalidad animada por el inconsciente.

Si lo que nos hace creer en la eventualidad es la sorpresa del instante, quizás se deba a que la linealidad encubierta siempre ha estado ahí -aunque la concreta relación no halla sido descubierta-. Para el escritor que ha superado o reprimido el impulso de su práctica, el enfoque argumentativo se hace divergente en relación a la sucesión de transformaciones que adopta de modo intencionado. Pese a este orden hipotético de granazón, la intriga maquinal  sigue siendo el principal fomento para el reordenamiento del vorágine mental que se presenta en la “dicción anquilosada”.

Regresando a la temática de la rehabilitación dialógica libretista, resta mencionar que será una mera banalidad procedimental el querer nombrar de modo universal al padecimiento que describo. Precedo a solicitar acatamiento juicioso por parte de aquellas ciencias que buscan paralelismo con las taxonomías orgánicas.

El motivo por el cual incito a percibir el propósito fundamental de este planteamiento ensayístico, es para entender la identificación de un estado operacional que ha pasado desapercibido. Discurro así que lo preponderante será visualizar a la magnitud de los impactos, identificar nuestras  inclusiones personales y entender el porqué de las alternativas sanadoras.

No perdamos de vista que la exclusión del método verbal con el escrito, o bien el sincretismo que resulta inapelable en sus faenas, raya los límites de la sinceridad acopladora. Lo anterior se debe a que el discurso cuenta con un factor fundamental que merma a la franqueza de conducciones-lo cual  se capta como la sutil gesticulación interlocutora-.

A expensas del carácter maleable expuesto en el discurso, un término plausible de la escritura es la imposibilidad de cambiar el curso de las confesiones que heredamos en los medios. De verdad que es alucinante la luxación temática que logra el aspaviento, ya que el recado corporal orilla en su mayoría de veces a replantear las estipulaciones espontáneas. Sin embargo, durante el sumario de la creación ensayística, el único receptor que replantea la necesidad de reservar las palabras es el autor mismo del relato.

Si el lector ya no es juez como en las pláticas,  yace ajeno a la planeación de enunciaciones. Con el afortunado fenómeno de independencia, la separación y reserva con el otro brinda la oportunidad de un momento de aislamiento en el que el monólogo calla el fragor de sobradas exteriorizaciones. Como ya lo citara el académico inglés Walter J. Ong “para vivir y comprender totalmente, no necesitamos sólo la proximidad, sino también la distancia. Y esto es lo que la escritura aporta a la conciencia como nada más puede hacerlo”.

Continuará…

Agosto del 2010 a Marzo del 2011, Monterrey, Nuevo León.

Cristina Juárez García
http://cristinajuarezgaopusculos.blogspot.com

Fotos: © Cara Barer (www.carabarer.com) reproducidas con su autorización

Notas

(1) La alexitmia “es el desorden neurológico que consiste en la incapacidad del sujeto para identificar las emociones propias y, consecuentemente, la imposibilidad para darles expresión verbal…” El trastorno se caracteriza por una “deficiente ‘mentalización’ de las emociones: las sensaciones corporales aparecen escasa o nulamente asociadas a estados mentales”.

Hill E, Berthoz S, Frith U (2004). «Brief report: cognitive processing of own emotions in individuals with autistic spectrum disorder and in their relatives». Journal of Autism and Developmental Disorders 34 (2):  pp. 229–235.

(2) La alusión parafrasea a la famosa proposición del dramaturgo francés Eugène Ionesco: «El arte es inútil, pero el hombre es incapaz de prescindir de lo inútil”.

Cristina Juárez García

Cristina Juárez García (Oaxaca de Juárez, México, 1987), médico de pregrado y escritora. Estudios cursados en la Escuela de Medicina del Tecnológico de Monterrey (Nuevo León, México) y en la UAB, en prácticas de internado en el departamento de psiquiatría del Hospital Vall d' Hebron (Barcelona). Actualmente colabora en la elaboración de textos del Colectivo de arte contemporáneo mexicano Artecocodrilo.com, trabaja en su primera publicación literaria: “¿Cartas a Suso? Hablaba de ti y no de mí”, recopilación de prosas y versos abordados como profundizaciones de un recuerdo y cotejo analítico de un sentimiento.

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