Lo que sabía Maisie

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Henry James | George Eastman House | WikiMedia Commons

Maisie Farange, una chiquilla de seis años, asiste atónita al divorcio de sus padres, Beale e Ida, entre los que se desata una guerra sin cuartel; incapaces de llegar a un acuerdo económico que otorgue la custodia a uno de ambos, llegan al acuerdo judicial de compartir a la pequeña por períodos de seis meses alternadamente -la resolución más contraproducente para Maisie, pero las leyes británicas de la época eran las que eran-; pero ante la imposibilidad de hacerse cargo personalmente de la educación de su hija, contratan a dos institutrices: Beale a la señorita Overmore, una joven guapa y prometedora, e Ida a la señora Wix, una cascarrabias moralista. Pero ninguno de los progenitores está hecho para vivir en solitario, así que Beale acaba casándose con Overmore e Ida con Sir Claude, un aristócrata en horas bajas. Sin embargo, esas uniones tampoco acaban de funcionar, y ambos se hacen con sendos amantes, una misteriosa Dama Morena y un no menos enigmático Capitán, respectivamente; ante esa circunstancia, y como consecuencia del contacto tangencial que han mantenido por causa de Maisie, Sir Claude y Overmore, bajo la reprobadora mirada de Wix, inician una relación sentimental que promete, a primera vista, acabar con el vía crucis de Maisie, que se ha convertido de arma de enfrentamiento entre sus progenitores a molestia de la que no saben cómo librarse.

Henry James ensaya una especie de combinatoria familiar perfectamente simétrica, que constituye uno de los armazones de la novela, dando por imposible la familia de tres miembros «legales» -Beale, Ida y Maisie-; por inconcebible la de dos, también «legales» -Beale y Maisie o Ida y Maisie-; inmoral la de cuatro -Beale, Overmore -en adelante, señora Beale-, Sir Claude y Maisie; Ida, el Capitán, Wix i Maisie-. Todas las propuestas -que detallaré a continuación- se revelan imposibles, hasta llegar a la última, hecha por la propia Maisie al final de la narración, una sorprendente propuesta de una Maisie preadolescente que rechazaría el adulterio parental a cambio de lo que parece ser una cierta modalidad de incesto «civil».

En un primer momento, la irregular situación familiar provoca que una Maisie de seis años de edad empiece a sentirse un problema para ambos padres, a los que parece molestar su existencia, hecho que la lleva a encariñarse con sus respectivas institutrices hasta el punto que:

«[Maisie pensaba que] el [afecto] de los padres se había convertido en algo impreciso, pero estaba claro que se podía confiar en las institutrices.»

Los respectivos matrimonios de sus progenitores abren un extenso abanico de posibilidades para Maisie, aunque el hecho de que incluyan opciones -de hecho, se multipliquen- de carácter emotivo desubica completamente a la criatura. Si el estado recién adquirido por sus padres fuera consecuencia del amor hacia su hija, procurando ambos concederle un progenitor sustituto, es posible que Maisie no buscara interpretaciones más oscuras, pero no es eso lo que parece percibir de los indicios que se le ofrecen.

Pero existe también otro aspecto que influye en el despertar de las percepciones de Maisie. Ella está acostumbrada a que sus opiniones coincidan completamente con las de los adultos; bien porque estos le otorguen la razón, bien porque su punto de vista influye tanto en el de ella que «ve» con los ojos de los adultos. De ahí su sorpresa ante la primera desavenencia, al darse cuenta de que su opinión sobre la belleza del nuevo marido de su madre -una opinión que parece contar con la aprobación del narrador, que es el encargado, en el momento de maduración en que se encuentra Maisie, de dar el marchamo de objetividad- es diametralmente opuesta a la que expresa la nueva pareja de su padre, absolutamente prejuiciosa.

La maduración de Maisie queda también patente en la adquisición de la capacidad de callarse: en primer lugar, se apercibe de las consecuencias de algunos de sus comentarios relativos a sus progenitores hechos en presencia del antagonista; ese despertar de la autocensura, sucintamente citado por el narrador, empieza a crear en la conciencia de la niña un depósito de omisiones que si bien no alcanza a afectar a sus relaciones con sus padres sí acaba formando parte de su mente y desdoblando el personaje, como cualquier adulto, en un individuo público y otro privado. En el mismo sentido autocensor, Maisie se apercibe también del efecto que pueden ejercer algunas preguntas que, aunque no han perdido todavía parte de la inocencia que contenían, al referirse a temas que sus padres quieren evitar, quedan marcadas, así lo percibe ella, por la inconveniencia o, directamente, por la impertinencia. Uno de los efectos de esa represión podría consistir en que, en la medida en que avanza la maduración de Maisie, y adoptando la expresión de James, Maisie sepa cada vez más pero el lector, a través del narrador y por sus propias deducciones derivadas del material que se le facilitan, sepa cada vez menos qué es lo que Maisie sabe.

Paralela a esa capacidad de autocensura, en el mismo momento en que ella es consciente de las mentiras de los adultos, y como complemento, Maisie adquiere también la capacidad de mentir intencionadamente, lejos ya de las mentiras autoexculpatorias infantiles; es decir, previendo las consecuencias de una declaración sobre su relación con sus padres o sus parejas, de tergiversar sus respuestas con la intención, las más de las veces, de tornar en su beneficio la consideración de aquellos: la capacidad de discriminación de lo que puede decir y de lo que no debe decir, y ante quién puede hablar y ante quién debe callar.

«De hecho, bien podríamos decir que durante esos días se intensificaron mucho las percepciones directas de Maisie, su sensación de ser libre para comprender las cosas por sí misma.»

La solución al conflicto acerca de la vida de Maisie y de su dependencia de los adultos una vez establecidas la configuraciones familiares que se dan por definitivas, se estructura en una serie de propuestas, que detallaré a continuación.

-Primera propuesta: Wix sugiere a Sir Claude que abandone a la madre de Maisie y se escapen los tres.

-Segunda propuesta: Maisie plantea que formen una nueva familia con Sir Claude y la señora Beale.

El triste papel de arma arrojadiza que le otorgan sus padres no es el argumento central de la novela -como queda manifiesto, por ejemplo, en la culminante escena en Kensington Gardens-, sino la visión que va configurándose en la conciencia de Maisie acerca de ese enfrentamiento, reforzada por la estupidez de ambos progenitores, que no parecen darse cuenta de «lo que Maisie sabe».

«Formaba parte de la naturaleza de las cosas el no ser asunto de una niña pequeña, por mucho que desde el principio se hubiese engañado a esa niña pequeña haciéndola temer que estuviese demasiado al tanto de todo.»

-Tercera propuesta: su padre invita a Maisie a que se traslade con él a Norteamérica, en compañía de la Dama Morena.

El paso siguiente en la maduración de Maisie, el penúltimo, tiene lugar cuando se da cuenta, independientemente del rechazo global que les provoca, del poder que tiene sobre sus padres; de que con una afirmación, una negación o incluso una pregunta enunciada en el momento adecuado, si no afectar a su conducta con respecto a su persona, sí que puede cargar su conciencia con sus reproches y sus reconvenciones. Y una vez apercibida de ese poder, no dudará en utilizarlo para favorecer sus intereses; por ejemplo, para poner en cuestión la perorata de su madre en el hotel de Folkestone y, al mismo tiempo, mostrarse realmente interesada, exteriormente, en la retahíla de excusas, cuando no francas mentiras, de la «confesión» de Ida.

«Conforme se iba haciendo mayor, más le parecía que todas sus entrevistas, todas sus duras pruebas con su madre, se caracterizaban por encima de todo por su terrible duración, y lo extraño era que se le estaban haciendo más largos que nunca esos pocos minutos que su madre le ofrecía como una forma pacífica y agradable de poner punto final a su relación. […] Maisie, con el corazón en un puño, sólo quería seguir la corriente a su madre y que aquello terminara cuanto antes.»

La huida a Francia con Sir Claude y la posterior llegada de la señora Wix datan la definitiva llegada de Maisie a la edad adulta: ni la naturaleza del viaje ni el plan de su acompañante se ajusta a la edad infantil; incluso en envío de Wix por parte de Ida parece tener que ver más con su idea de una inocencia que ya no es capaz de autopreservarse que con el mero acompañamiento supletorio a quien no puede, por edad, de desarrollarse armoniosamente por sí sola. Los adultos no han comprendido todavía -si acaso, únicamente Sir Claude parece haber vislumbrado ese cambio, aunque su cobardía le impide acabar de sacar provecho de la nueva situación- que Maisie ya no es el arma arrojadiza que pueden lanzarse para dirimir sus referencias, y que su papel, que ha dejado de ser meramente pasivo, puede llegar a ser verdaderamente terrible. Conocido igual que temido ese nuevo papel por su madre, es tal vez el último intento de Ida para retenerla en esa edad -Ida sabe que, por alguna razón, ella no puede llevar a cabo esa tarea y la deja en manos de alguien que todavía puede merecer la credibilidad de Maisie- o, como mínimo, para que el paso a la edad adulta, con todas sus consecuencias, no se haga en presencia de su marido.

«Tal vez nosotros podamos deducir que, pese a haberla vista desheredada y despojada de todo, persistía en Maisie un eco de la influencia de sus padres; que todavía le quedaba la reminiscencia de una de las lecciones sagradas de su casa. Era la única que conservaba, pero afortunadamente la conservaba con fuerza. Tenía, en resumidas cuentas, el recuerdo de que había cosas que, bien por hacerlas o por no hacerlas, llevaba a su papá a llamar a su mamá, y a su mamá y a su papá, rata rastrera.»

-Cuarta propuesta: Maisie aboga por un arreglo entre Sir Claude, la señora Beale -una pareja adúltera-, Wix y ella misma, opción que es rechazada de plano por la institutriz alegando graves razones morales. Ante tamaño «despropósito», Maisie no renuncia a hacerse la imbécil si ello le sirve para colmar sus deseos:

«A Maisie no se le pasó por alto que su respuesta, para la que volvió a apoyarse sobre ambos pies, fue imprecisa hasta el punto de rayar la imbecilidad, y de que era la primera vez que ponía en práctica con la señora Wix esa supuesta incapacidad intelectual que tanto le había servido con su papá y su mamá.»

Es más, Maisie empieza a darse cuenta del efecto que tiene sobre los demás no sólo lo que sabe sino también la idea aproximativa que tienen los adultos de lo que ella sabe, y está dispuesta a provecharse de ese poder.

«[Maisie] consideró que si, para la señora Wix, toda su historia consistía en las sucesivas etapas de su adquisición de sapiencia, la culminación de dicha concatenación, de acuerdo con esa lógica, sería la etapa en que la sapiencia terminara por rebosarle. Como estaba condenada a saber cada vez más, no había forma de que parase hasta que lo supiera Casi Todo. De hecho, vio con claridad, mientras estaban sentadas en la arena, que iba camino de saberlo Todo.»

¿Cuándo el deseable «saberlo Todo» se convierte en el abominable «saber demasiado»? La diferencia entre ambas opciones es lo que condena a los adultos y salva a Maisie, la razón por la que aquellos pueden tener prejuicios morales y ella no, al tiempo que se ve imposibilitada de condenar las conductas moralmente reprobables, aunque es capaz de simularlo para conseguir la aprobación de los adultos.

-Quinta propuesta: ante la imposibilidad de entendimiento formal entre la pareja, y dado el grado de interés de la señora Beale por quedarse con ella, Maisie decide que con quien quiere quedarse es con Sir Claude y, si acaso, con Wix, aunque no la considera un término relevante de la ecuación.

-Sexta propuesta: Sir Claude intenta aprovechar el ascendente que ejerce sobre Maisie y con el doble objetivo de librarse de Wix, que sigue afeándole su actitud por razones morales, y de comprometer a la señora Beale, para quien parece empezar a contar poco, propone una escapada a Europa continental de los tres.

-Propuesta definitiva: Maisie, que guarda ya muy poco de aquella chiquilla de seis años, efectúa una proposición salomónica: si Sir Claude pretende librarse de la señora Wix, es decir, que Maisie renuncie a ella, le pide a Sir Claude que iguale la apuesta librándose de la señora Beale y permanezcan ambos, ella y Sir Claude, juntos. Esa cuestión, primordial, se dirimirá en una entrevista de alto voltaje entre los cuatro implicados en la que ninguno de ellos cederá ni un ápice en sus pretensiones, hasta la insólita conclusión de la novela.

«En cierto modo, ese gran momento de la verdad no era tan malo ahora que había llegado. Lo que ayudó a la niña fue que sabía lo que quería. Tanto aprender y aprender había servido para que al fin aprendiese eso, y si esperó un instante antes de contestar, fue sólo por el deseo de ser amable. Todo asombro le había desaparecido, o lo estaba haciendo a marchas forzadas.»

Lo que sabía Maisie (What Maisie Knew, 1897) es la primera novela de la época victoriana escrita por un autor victoriano que trasciende la novela de la época para inscribirse, indiscutiblemente, en la generación de la novela moderna. Enumerando algunos trazos que llevan a esa conclusión, tal vez la adscripción pueda hacerse más diáfana: el uso de la planificación y la esquematización antes de emprender la escritura de la obra; el empleo de conclusiones parciales mediante los diálogos de los personajes, complementando y evitando las intervenciones del narrador; la corriente de conciencia, en modo aun primerizo, en manos de éste; fruto de esa intromisión en la mente del personaje, la sintaxis de complica, se alargan las frases y se dejan inconclusos los diálogos, se establecen sobreentendidos y la descripción de una determinada situación con personajes se deja en manos de sus intervenciones; la elección de un sujeto difícilmente narrable, pues no sólo hay que entrar en la mente de una niña de seis años sino que debe hacerse desde una perspectiva adulta; la preeminencia de la subjetividad -realidad- sobre la objetividad -verdad-; la utilización de la ironía -forma- para reflejar un texto de gran complejidad ética -discurso-, profunda y quebrada; la ausencia de una trama clásica, sustituida por una sucesión de escenas aparentemente inconexas y no ubicadas con precisión en el tiempo: la experiencia, forzosamente fragmentaria, no puede tener una representación más fiel que la que también se realiza mediante la forma fraccionaria; la incorporación, muy jamesiana pero tremendamente moderna, de intermediarios: sabemos lo que sabe Maisie no porque ella nos lo diga sino porque existe un narrador que lo cuenta, con lo que el conflicto realidad-mente de Maisie queda establecido: el punto de vista establecido es el de Maisie, pero llega a ojos del lector a través de las manifestaciones del narrador, un narrador que, por cierto, se va retirando a medida que Maisie va siendo capaz de interpretar sus percepciones.

La verdadera vuelta de tuerca técnica con la que se enfrenta James es: ¿sabe Maisie más cosas de las que dice? O, incluso, ¿sabe más de lo que puede decir, teniendo en cuenta su edad? ¿Qué puede saber de lo que ve pero no puede explicarse? ¿Se diluye en la experiencia, desapareciendo sin más, queda latente de forma inconsciente para hacerse evidente a medida que su nivel de comprensión se amplía con la edad, o permanece para siempre oculto para influir de forma inconsciente en su conducta posterior? ¿Se trata únicamente de la falta de palabras con que poder definir lo que no comprende, o es realmente un problema de comprensión en abstracto?

«Sería el sino de esta paciente niña ver mucho más de lo que en principio podía entender […]»

Teniendo en cuenta que lo que sabe Maisie es el hilo argumental de la obra -independientemente de si lo que sabe lo saben también los demás o, para ser más precisos, si saben que Maisie lo sabe-, el hecho de que no pueda expresarlo en su totalidad pone en escena, por una parte, lo que saben los demás personajes que sabe Maisie; y, no solamente a nivel formal, lo que sabe el narrador que sabe Maisie, que es, finalmente, lo que llega a saber el lector.

Finalmente, estimo necesarias dos consideraciones: en primer lugar, el carácter hipnótico, que alcanza casi la sensación física de secuestro, de algunas de las novelas de Henry James, sólo comparables a la lectura de la obra de Proust; y también una llamada de atención al magnífico prólogo de José Antonio Álvarez Amorós, que me he permitido utilizar como guía de estas notas de lectura.

Joan Flores Constans

Joan Flores Constans nació y vive en Calella. Cursó estudios de Psicologia Clínica, Filosofía y Gestión de Empresas. Desde el año 1992 trabaja como librero, actualmente en La Central del Raval. Lector vocacional, se resiste a escribir creativamente para re-crearse con notas a pie de página, conferencias, críticas y reseñas en la web 2.0, y apariciones ocasionales en otros medios de comunicación.

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