Miguel A. Delgado: «Me revienta la pedantería en ciertas críticas de cine»

Si paseamos por la sección de cine de cualquier librería bien surtida, comprobaremos que podemos encontrar decenas de títulos sobre géneros, directores, estrellas, estudios históricos… Desde hace décadas, las obras sobre el séptimo arte se han convertido en herramientas de estudio de muchos aficionados. Y, a pesar del predominio de internet para documentarse (las visitas a imdb pueden llegar a ser tan habituales como las del correo personal), siguen apareciendo volúmenes de referencia escritos por especialistas españoles.

Precisamente de internet surgen las críticas de Miguel A. Delgado recogidas en Ya no se hacen películas como las de antes… pero no importa. 154 razones para seguir teniendo fe en el cine (Editorial Laria). Colaborador de LaButaca.net, una de las webs más veteranas sobre información cinematográfica, Delgado ha seleccionado algunos de los títulos más interesantes de los últimos cuatro años. Películas que, por diferentes motivos, merecen ser tenidas en cuenta. Cine comercial de gran calado, independiente, de animación… Una lista lo suficientemente ecléctica como para satisfacer todos los paladares. Cercano, por su estructura, a los libros anuales de Cine para leer, el que nos ocupa presume de ser una muestra del trabajo de un solo autor, con un estilo personal pero asequible y sin intención de sentar cátedra.

Miguel A. Delgado (Foto: Tamara Mauri)

Que sepas que se me hace difícil hablar de una de mis pasiones con un libro como el tuyo entre las manos y hacer una tanda de preguntas, porque, en realidad, me pasaría horas hablando de cada película…

No me extraña. De hecho, ¿puede existir un cinéfilo que no sucumba a esa tentación?

Tu libro se escapa de las típicas guías anuales de reseñas. Es, en este aspecto, muy personal. ¿Cuál ha sido el criterio de selección de las críticas?

Como tú bien dices, se trata de una simple selección personal, y es el valor que tiene. Ni es un tratado de estética, ni un repaso sistemático a lo que ha desfilado por nuestras carteleras en los últimos cuatro años. Lo que sí puedo decir es que se trata de un ejercicio de sinceridad, movido por la pasión y el amor por un arte que, como todos, sólo en cada uno alcanza su particular expresión. Me suele dar urticaria cualquier opinión que pretenda imponer una única visión sobre cómo tienen que ser las cosas… y eso incluye la mía, que es perfectamente discutible, controvertible y hasta impugnable. Lo asumo, y de hecho creo que eso también forma parte de la diversión.

Impera en la criba el positivismo, ninguna de las cintas referenciadas puede considerarse totalmente mala. ¿Reivindicas en el público el placer del cine, más allá de consideraciones críticas?

Por supuesto. El que diga que va al cine a sufrir, miente. Por supuesto, cada uno, y en su momento, buscará cosas determinadas. Aún recuerdo el shock que me produjo, en su día, leer una crítica de Julián Marías en la que ponía bien Parque Jurásico, cuando en el momento de su estreno la consigna era machacarla: ¡el Spielberg bueno era el seriote de La lista de Schindler, no el palomitero explotador de los dinosaurios! En definitiva, hablemos de ver a Tarkovski o a Michael Bay, hay un punto en común: si te aburres, algo va mal. Y puedes hacerlo con la propuesta más estruendosa y facilona, y sin embargo quedarte absorbido con la más exigente.

Foto: solesdigital.com.ar

154 películas dan para mucho. ¿Eras consciente de que estabas haciendo un «canon» del último lustro y que el libro puede servir de orientación para organizarse un ciclo?

Hombre, como te digo no me atrevería a postular la lista como un canon, porque todo el mundo podrá encontrar en ella cosas que le sobran y otras que le faltan. Pero sí que creo que puede salir un puñado que considero que todo amante del cine debería conocer. No por imprescindibles (se puede vivir perfectamente, e incluso ser feliz, sin ver una sola película de las que aparecen aquí), pero a nadie le debería amargar el dulce de una promesa de dos horas de placer, de entretenimiento, o incluso de belleza. Vamos, digo yo.

Dices que es un libro escrito desde tu experiencia como espectador, algo que, me temo, los críticos actuales no tiene en cuenta, más preocupados en demostrar sus conocimientos que en expresar sensaciones personales. ¿Eres lector de críticas o prefieres visionar las películas con el mínimo de información previa?

Las dos cosas, pero de hecho prefiero leerme las críticas después de haber visto la película. Eso sí, hay un tipo de crítica que me enerva profundamente, la de los que, en cincuenta líneas, dedican treinta a darte una referencia exótica que, desde el primer momento, ya pone distancias entre el crítico y tú. Es como si te dijera: «Tú ahí calladito, que éstos son mis poderes y soy el que sabe. A leerte esto sin rechistar y a hacerme caso, pipiolo. Y da gracias a que tengo que hacer esto para comer, porque en realidad mi vida intelectual me exige cosas más trascendentes que rebajarme a escribir sobre esta película». Es algo que me revienta, la pedantería impostada, más extendida de lo que parece, incluso entre cierta crítica que se dice alternativa.

En mi caso personal ha sido así: He visto casi todas las películas que citas y, en algunos casos, leyendo tu opinión, me has hecho ver cosas que no había captado, lo que ha propiciado algún debate con amigos. ¿Hasta qué punto el crítico debe influir en la opinión del espectador?

No sé si debe hacerlo, pero es inevitable que ocurra, probablemente porque el hecho de tener que escribir un texto sobre algo (a ti te habrá pasado a la hora de hacerlo sobre un libro) te obliga a dedicarle más atención y reflexión que un espectador que simplemente va a disfrutar de una cinta. Para mí, hay un principio que debería ser irrenunciable: si alguien va a dedicar tres minutos de su vida a leerse un texto tuyo, tienes que estar a la altura. O sea, tú a la altura del espectador, y no al revés. Y eso sólo ocurre si le terminas aportando algo que enriquezca su mirada (que, por cierto, puede ser un aspecto que ni siquiera considerabas importante a la hora de escribir el texto). Pero sucede también al contrario: las críticas aparecieron originalmente en el portal LaButaca.net, donde colaboro, y eso ha hecho que me tenga que confrontar a los comentarios de los que me leen. Te puedo asegurar que la mayoría de las veces son una auténtica cura de humildad.

La selección es tan ecléctica que resulta difícil definir tus gustos… De Pere Portabella saltas a Alexandre Aja y de ahí a Michael Bay para, páginas después, rendirte ante Robert Altman.

Sí, pero es que es así. De todas maneras, creo que en la selección quedan patentes algunas constantes, como mi querencia por el cine fantástico. Pero desde que Clint Eastwood me demostró, con Sin perdón, que mis reparos hacia el western eran injustificados, tiendo a esforzarme a superar cualquier prejuicio. No siempre lo consigo, claro, pero por intentarlo que no quede.

Woody Allen no está, y con razón. (Foto: David Shankbone)

Vamos al lío… En la lista encontramos a autores considerados clásicos, que continúan en activo, con varias películas: Eastwood, Scorsese… Echo en falta a Woody Allen. ¿Manía personal?

Para nada. Creo que nadie podrá discutir que es de los verdaderamente grandes, pero no desde luego por sus últimas películas. Para mí, lo último de interés que ha hecho es Match Point, anterior al período que abarca la selección, y las que le han seguido han sido o inofensivas (Si la cosa funciona) o directamente una tomadura de pelo (Vicky Cristina Barcelona). Pero, por supuesto, sigue siendo el firmante de Manhattan, de Hannah y sus hermanas, de Delitos y faltas, de Días de radio, de Balas sobre Broadway… como ves, manía personal poca. A sus malas películas, sí. Y a su actitud de «no me voy a molestar demasiado, pongo el piloto automático y a cobrar», todavía más. Pero no pierdo la esperanza.

No faltan Christopher Nolan y Paul Greengrass, para mi, dos de los referentes del cine de acción actual. ¿Qué fue de Spielberg?

Pues que, curiosamente, el testigo de lo que fue Spielberg lo han recogido, a su manera, más cineastas como los que mencionas que los que él mismo apadrina, empezando por el dolor de retina que da verle como co-creador de ese engendro que es la saga de los Transformers. Pero podía ser peor: ahí está el inefable George Lucas.

Imagen © Studio Ghibli

El cine de animación está muy bien representado. Pixar y el recuperado Miyazaki con su productora Ghibli, han vuelto a dignificar el género, cada uno en su estilo, con varias joyas. ¿Ves posibles sucesores o simplemente imitadores, entre el resto de creativos?

Creo que es el género que más sorpresas y gratos momentos puede darnos en los próximos años, por más que también nos cuelen películas deleznables de animación al rebufo de los grandes nombres. Pixar es una anomalía tan soberbia, un caso tan singular incrustado en el mismo corazón de la industria más pura en el sentido de la palabra, que vivo en el constante temor a que llegue el día en que despertemos de nuestro ensueño y descubramos que los chicos de Lasseter han vendido su alma. Creo que con Toy Story 3 vamos a pasar un punto crítico: si logran hacer de la tercera entrega algo digno, será una gran noticia; si descubrimos que sólo han ido a cumplir el expediente buscando la rentabilidad, toda una época habrá llegado a su fin. Pero lo que me tranquiliza es que, a la luz de Pixar, hay gente con un enorme talento trabajando en otros estudios, gente como Dean DeBois y Chris Sanders, los creadores de Lilo y Stitch y responsables de Cómo entrenar a tu dragón. Y claro, luego está Miyazaki (Hayao, porque su hijo Goro aún no he podido perdonarle lo que perpetró con el glorioso ciclo de Terramar de Ursula K. Le Guin), pero eso sí que es otra dimensión.

Juan Carlos Fresnadillo no fue profeta en su tierra... (Foto: swotti.com)

De cine español encontramos referencias a películas independientes, de bajo presupuesto. ¿Has notado un cambio en los gustos del público y de la crítica? Parece que ya no se rinden ante nombres como Almodovar, Trueba, Medem o, pese al éxito en taquilla, Amenábar…

Pero es que nadie puede reclamar la aquiescencia obligatoria del público, como en demasiadas ocasiones se hace. Llorar porque el público español no te quiere me parece de una simpleza absurda: el público ni te tiene que querer ni te tiene que odiar, tiene que disfrutar de tus películas. Punto. Puede que seas un avanzado a tu tiempo y que el público aún no esté preparado para tus propuestas, pero sinceramente eso ocurre con muy pocos. Además, hay dos cosas que no entiendo en el caso del cine español: su poca querencia por el cine de género (ojalá que el triunfo de Celda 211 no sea un caso aislado), y que se quiera tan poco a los jóvenes que lo cultivan. Nos dedicamos a llorar por las esquinas, pero a la vez un Nacho Vigalondo o un Juan Carlos Fresnadillo encuentran fuera el respaldo que no es capaz de darle nuestra raquítica industria. Eso sí, hay una serie de vacas sagradas que encontrarán financiación sí o sí, y estrenarán también sí o sí, independientemente de que hace tiempo que no tengan nada que aportar o de que fracasen en taquilla. Ahí sí que tenemos un grave problema.

Imagen de "The cove" (© SkyFish Films)

Otro género que está en auge es el documental, tanto el falso, representado por Sacha Baron Cohen, como el comprometido, en el que entraría Michael Moore o una joya como The Cove, acabada de estrenar. ¿A qué crees que es debido ese interés, que ha propiciado que unas producciones destinadas, basicamente, a la TV, hayan saltado al cine, incluyendo producciones españolas?

Pues a que, paradójicamente, en las televisiones parece escasear el sitio para los documentales de calidad. Algo que no entiendo cuando compruebas cómo cualquiera que se acerque a Grizzly Man, de Werner Herzog, por poner un ejemplo, queda subyugado por ella. De todas maneras, hay que tener en cuenta que muchos de ellos son encargos de productoras de televisión, y que no todos los que llegan a nuestras salas merecen ser exhibidos en una gran pantalla.

Foto: Frecuenciaprimera.com

Curiosamente, hace unos años, el género documental estaba destinado a las salas IMAX y al 3D. Ahora, con el formato 3D abierto a las salas convencionales, parece que la ficción vuelve a reinar en estás técnicas visuales. ¿Lo ves como una moda, o estamos ante una nueva fase que cambiará la manera de ver películas, tanto clásicas como modernas?

Evidentemente, ha abierto un campo, pero cuando el 3D deje de ser una novedad, volveremos a lo que tenemos ahora: o sea, que habrá películas que funcionen y otras no, y todo el tinglado de la industria dependerá de que las primeras superen a las segundas. De todas maneras, con este tema hay algo que me llama mucho la atención, y es la ausencia de voces críticas hacia que se conviertan en 3D películas que no fueron hechas así. Hecho de menos las protestas indignadas que sí levantó, por ejemplo, la coloración de clásicos como Casablanca. Para mí, añadir una dimensión que no existía en la mente del director de una película es algo equivalente.

Volviendo a tus preferencias, ¿hay alguna película de Ron Howard que te guste?

Ron Howard es el caso ideal de niño mimado por la industria que firma productos que cumplen con los estándares pero sin ninguna gracia ni personalidad. Y por supuesto, es capaz de destrozar argumentos prometedores. Sin embargo, a veces le salen cosas apañadas, más por la calidad del material del que parte que por su habilidad: Cinderella Man, Frost contra Nixon, Ángeles y demonios (un thriller disparatado pero infinitamente más entretenido que la insoportable El código Da Vinci), Desapariciones, Apolo 13 o Willow no están mal, pero siempre te quedas con la duda de qué habrían hecho otros directores más dotados con los mismos materiales. Y curiosamente, siempre piensas que el resultado habría sido mucho mejor. ¿Por qué será?

¿Has cambiado de opinión al volver a visionar una película después de un tiempo?

Sí, y normalmente es para comprobar lo mal que envejecen. No es una experiencia agradable, y procuro evitarla en la medida de lo posible.

"El imperio del sol". Foto de rodaje (Warner Bros.)

Mójate: ¿Cuál es tu película favorita?

Ufff… una pregunta que tiene tantas respuestas como momentos en que me la hagas. Pero ahora, en este momento, me surge una: El imperio del Sol. Es grande, muy grande, y curiosamente no suele estar entre las que se recuerdan de Spielberg… quizá porque, en el fondo, es muy poco Spielberg.

Me quedé con las ganas de leer opiniones tuyas sobre cine de otras épocas, aunque no sea estrictamente clásico. ¿No te motiva escribir de películas no tan recientes?

La verdad es que éste es un libro sobrevenido, cuando Tino Pertierra, otro cinéfilo empedernido, me propuso hacer la antología de mis textos de LaButaca.net y publicarla en su editorial, Laria. Por eso está tan ceñida a la actualidad. En mi blog personal, Dioses y Monstruos, sí que he escrito sobre cintas más clásicas, pero de una manera menos sistemática. Puede que en algún momento me decida a ello, veremos, pero en estos momentos se me plantea la posibilidad de escribir sobre algo alejado del cine. Veremos qué pasa, pero en todo caso mis dos colaboraciones semanales en LaButaca.net, salvo catástrofe, van a continuar. Lo demás, ya se irá viendo.

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

3 Comentarios

  1. Me encantó la sinceridad de la entrevista, y si el libro, como parece, goza también de la misma honestidad, habrá que comprarlo. He sido criticada muy mucho por defender a veces el gusto de ese gran público que va al cine a pasarlo bien… Muchos de mis compañeros críticos parecen olvidar que el cine nació (y pervive) como forma de entretenimiento, unos iban al circo… otros al cine.

    un saludo de una crítica criticada 🙂

  2. No me gustan afirmaciones como «nadie podrá discutir que [Woody Allen] es de los verdaderamente grandes». Si se parte de la premisa de que cualquier opinión puede ser «impugnada», entonces este tipo de oraciones, aunque obedezcan más a una forma de hablar sin contenido real, sobran.

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