«Poemas a quemarropa», de Juan Carlos Friebe

Poemas a quemarropa. Juan Carlos Friebe
Editorial Point de Lunettes (Sevilla, 2011)

El holocausto y la 2ª Guerra Mundial resultan falsamente ajenos a la idiosincrasia española, al imaginario colectivo español, o a eso que ha venido en llamarse “memoria histórica” -tan de actualidad tal vez porque no habla del pasado sino del presente-. Falsamente ajeno a nuestra memoria colectiva es que hubo combatientes españoles en ambos bandos, falsamente ajeno es que miles de españoles murieron en los campos de exterminio con una “S” de Spanisch en sus espaldas, falsamente ajeno es también que un diplomático español en Budapest salvara a miles de personas de una muerte segura, falsamente ajeno es que ese mismo español, -cuyo nombre es Ángel Sanz Briz-, debería figurar en cientos de calles y plazas en ciudades y pueblos de nuestro país, cuando, en realidad, no ha merecido la más mínima atención pública hasta hace poco; falsamente ajeno es que Franco hiciera esperar a Hitler en la estación de Hendaya, falsamente ajeno es que un superviviente del campo de Buchenwald llegara a ser el mejor Ministro de Cultura que ha tenido nunca España, falsamente ajeno es que otro Ministro, Serrano Súñer, mantuviera hasta el final de sus días que desconocía la existencia de los campos de exterminio. La lista de falsas apreciaciones podría ser interminable, pues para muchos españoles aquel capítulo de la Historia del siglo XX forma parte de la historia de “otros países” o de las historias que explican en Hollywood; falsamente porque tal vez nuestra Guerra Civil sea uno de los capítulos iniciales de la II Guerra Mundial, y, por tanto, de nuestra desmemoria colectiva.

El poeta granadino Juan Carlos Friebe dispara contra esa desmemoria y lo hace como mejor sabe: con sus poemas. La escritura poética tras Auschwitz (obligada cita a Theodor Adorno) resulta un ejercicio de gran calado temático e intelectual. La implicación personal puede ayudar a superar dicho desafío. Friebe toma el toro por los cuernos y le mira a los ojos, a los ojos del horror y del odio, también y fundamentalmente a los ojos de la herida, a los ojos de las víctimas; y, por ejemplo, recupera sus nombres y los mantiene en su versión original, -al igual que hace con los topónimos-, consiguiendo no sólo un acercamiento exhaustivo y perfeccionista, sino también un discurso que cuida el detalle, pues de detalles están compuestas las vidas de todos las víctimas, no de sombras amorfas como nos pretendieron hacer creer sus verdugos. Todo ello está salpicado con una serie de referencias a mitos clásicos como el de Pandora y Prometeo, así como otras referentes culturales sobre la culpa y el castigo. Friebe va dando voz a héroes y víctimas, y también introduce, valientemente, un tema bastante espinoso: el sufrimiento del pueblo alemán ante los bombardeos masivos de los aliados sobre sus ciudades, como en el poema “Dresde”:

En el bullicio nadie ve caer, con imprecisa lentitud de nieve, la primera señal del arcángel de fuego.

O la suerte que, tras la derrota nazi, sufrieron millones de personas de habla alemana en países como Checoslovaquia, Polonia o Rumania (uno de los temas sobre los que Herta Müller ha fundamentado su escritura). Y en la misma Alemania, especialmente sangrante resulta el capítulo sobre la violación masiva de mujeres alemanas por parte de las tropas soviéticas. En el poema “Ein Deutsches Requiem” Juan Carlos Friebe da voz a esas mujeres:

Yo solo sé que pagamos por todos los vivos, por todos los muertos y por todos los pecados con creces
y que por todas las culpas de los que antes o después nacieron también pagamos.

O en el poema “Fosa común”, donde en aquellas naciones víctimas del nazismo los verdugos surgieron por doquier tras la derrota alemana:

Yo di la orden. Eran alemanes. No merecían juicio, no lo tuvieron. Setecientos sesenta y tres matamos, de ochocientos, y pocos me parecen.

Juan Carlos Friebe (foto: Arabesco)

El sentimiento de culpabilidad de la población alemana tras la guerra se ha transformado en un silencio muy pesado, tal vez sea una manera de enmudecer la vergüenza e intentar eludir no sólo el pasado nazi colectivo, sino también el sufrimiento que les acarreó la guerra. Pero con ese silencio no conseguirán superar nunca el capítulo más aberrante de la Historia de su país. Juan Carlos Friebe no enmudece ante el horror causado por el Tercer Reich; y, además, recupera aquellos sucesos terribles que sufrieron los alemanes durante la guerra y tras su derrota, no para compararlos o equipararlos con las víctimas del nazismo, sino para demostrarnos que los que hoy son verdugos mañana pueden ser víctimas y viceversa; porque Hitler y los dirigentes nazis no eran seres no-humanos, eran seres humanos y, por tanto, el horror que produjeron no es fruto de un castigo divino a través de un personaje sobrehumano, sino que fueron hombres y mujeres, personas de la misma naturaleza que cualquier otro ser humano, quienes idearon y perpetraron los mayores horrores que la humanidad ha sufrido nunca.  El poema  “Canto” comienza con estas palabras definitivas sobre la esencia del libro:

Comienzo desde el núcleo de lo humano.

Estos hechos tan terribles no son Historia, son actualidad, es el día a día en el que vive la humanidad en tantas partes del mundo y que, a finales del siglo XX, pudimos revivir en la mismísima Europa en la llamada Guerra de los Balcanes. He ahí el poema “Before de rain” (a propósito de una película del director macedonio Milcho Manchevski):

Y volvió a suceder: no ceja el río de buscar su cauce.

Friebe construye su libro con unos poemas que van transformándose formalmente a lo largo del mismo, comienzan con cierta libertad estilística, en forma de prosas que fluyen; y, poema a poema, de una manera franca y casi imperceptible para el lector, el poeta va alterando la construcción de sus textos hacia prosas con rima, renovando su escritura con un cierto clasicismo del lenguaje, y que desembocan en un soneto final (titulado “La pulga de Koléba” dedicado a tres niños que murieron en el campo de Terezín) donde el poeta consigue su mejor ofrenda, su mejor saber hacer, lo mejor de sí mismo: un poema con la forma más bella de la poesía clásica en lengua castellana para dedicársela a las víctimas inocentes, y nos habla directamente a nosotros, poetas españoles de hoy, soberbios ignorantes.

Por último, el texto final que acompaña a los poemas, de Alfonso Salazar, resulta contextualizador y sobrecogedor, claridad puesta al servicio de los que realmente perdieron la guerra: las víctimas.

Agustín Calvo Galán
http://proyectodesvelos.blogspot.com

Agustín Calvo Galán

Agustín Calvo Galán (Barcelona, 1968) ha publicado 'Letras transformistas', una selección de sus poemas conceptuales y visuales (2005), 'Otra ciudad' (libro objeto, 2006), 'Poemas para el entreacto' (2007) y 'A la vendimia en Portugal' (2009). Su obra como poeta visual ha sido recogida en varias antologías especializadas.

2 Comentarios

  1. Ha caído en mis manos de forma casual un magnífico poema «Zug der Erinnerung», y he empezado a investigar quien es este poeta: Juan Carlos Friebe. Y que hallazgo más afortunado, encontrarme con una voz propia, lúcida, valiente! Y magnífico el artículo de Agustín Calvo Galán. Muchas gracias
    María Artacho

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