Richard Price: «Los barrios de Nueva York ya no existen como tales»

Foto © Ralph Gibson
Foto © Ralph Gibson

Richard Price está harto de la tele. De que le pregunten constantemente sobre The Wire, serie despreciada en su momento, de la que fue un guionista más, y ahora encumbrada gracias a la crítica y a los seguidores que la han descubierto en DVD. Sin embargo, a pesar de esa especie de actitud pasiva ante el fenómeno, Price es un autor que se ha nutrido del poder de la imagen para potenciar su estilo y darle forma a una narrativa que, como él mismo manifiesta en esta entrevista, ha logrado sintetizar al máximo (clara consecuencia de sus piezas para cine –El color del dinero, Clockers– o la propia The Wire).

Nosotros hablaremos con el novelista. El que presenta La vida fácil (Mondadori), su nueva obra. Un interesante viaje a las entrañas del Lower East Side, barrio multiétnico en el que conviven personajes de diferentes estratos. Un asesinato común acaba convirtiéndose en una larga investigación que conducirá a dos detectives, Matty y Yolonda, a las entrañas del barrio y a luchar contra la presión de la urbe, la que ejerce el padre de la víctima, y la que proviene de la desesperación provocada por las injusticias sociales.

Antes de empezar, nos confiesa, está haciendo fotos a todos los que le entrevistan, haciéndome recordar al gran cineasta Brian De Palma, quien filma con su videocámara a los periodistas durante sus ruedas de prensa. Según Price, «es la vida».

¿Tu vida son fotos?

Las fotos ayudan… (risas) No, es que acabo de comprarme la cámara.

La vida fácil es tu octava novela. ¿Qué impresión te produce el impacto que está teniendo tu trabajo, después de tantos años retratando la vida urbana y marginal de Nueva York?

Cuando escribes un libro en realidad tienes un único punto de partida. Hay gente que piensa que, cuando ya has logrado un cierto nivel de éxito, te puedes relajar. Pero en absoluto es así. Yo no tengo ni idea de lo que significa la palabra «relajo». Cada libro conlleva unas determinadas angustias y preocupaciones. Y a mi me preocupa absolutamente todo lo que trae consigo escribir un libro. Es cierto que, con el tiempo, adquieres confianza en ti mismo, porque sabes que has hecho cosas antes que han sido bien recibidas, pero eso no significa que lo que venga después sea bueno o tenga éxito. Por lo tanto, para mí, cada libro que comienzo es un primer trabajo.

Esta nueva novela es densa, algo compleja por las características narrativas que utilizas, pero, también, logras que sea fácil de leer, incluso con los inconvenientes que representa el focalizar los hechos en un ámbito localista tan duro y particular como el East Side. Hay una fluidez que invita a pensar que te dejas llevar a partir de ese inicio que comentabas, sin llegar a controlar del todo a los personajes y sus situaciones.

Sí, es la diferencia entre la complejidad de la vida particular de cada personaje y la búsqueda de una escritura cada vez más fluida. A medida que me hago mayor, tengo menos necesidad de explicar las cosas, es como si pudiera encontrar con un simple gesto o una frase, la clave, la esencia misma del personaje. Antes, hace años, necesitaba explicar, describir, una y otra vez, y ahora soy más minimalista. Describo, no sé, el mobiliario de una habitación, de la manera más simple posible.

¿Es ese uno de los motivos por los que los diálogos representan el peso fundamental de tus obras, en detrimento de las descripciones o del uso exagerado de la voz  narrativa?

Bueno, para mí son importantes ambas cosas: la narración y el diálogo. Lo que ocurre es que intento que las descripciones sean más precisas y menos elaboradas. Pero, si te fijas, ese recurso también lo utilizo en los diálogos, hay una comunión en ambos aspectos del libro, aunque parece que se destaque más lo segundo. Lo que he conseguido siendo escueto es reducir el número de páginas. Mis primeras novelas quizás tendrían ahora doscientas páginas menos y explicarían exactamente lo mismo. Antes me explayaba mucho, ahora saco toda la paja.

El Lower East Side se convierte en el personaje más importante de La vida fácil.

Sí. La ubicación se ha convertido en un gran personaje en mi obra. Es el más importante. Antes no era así, se mantenía como el tercero o cuarto protagonista, por debajo de los individuos. Aquí es el primero, es el que contiene todo el mundo que se desarrolla en él.

Es un barrio muy peculiar. Ha sido el que ha cambiado de manera más espectacular y evidente, pasando a ser, de un ambiente marginal, a otro totalmente elitista. ¿Has visto cambios tan profundos en otras zonas de Nueva York?

Sí, Harlem es el que ha experimentado más cambios en los últimos tiempos. Es en el que vivo y sobre el que estoy escribiendo ahora. Por supuesto, una vez más, será el personaje clave del libro. En cualquier caso, ya no podemos hablar de barrios, propiamente dichos, en Nueva York. Tribeca, Soho, Greenwich… han desaparecido como tales, porque la gente que vivía en estas zonas se ha marchado y ahora viven allí personas ricas. Los nuevos vecinos no tienen ningún tipo de afinidad personal con el ambiente físico en el que viven.

Y toda esa gente que vivía en estos barrios, ¿dónde ha ido?

(Se encoge de hombros, risas)

Es una pregunta que también me hago. De repente, un barrio de casas bajas desaparece, construyen grandes rascacielos y pienso: «Â¿Y la gente que vivía aquí?». Pero, en realidad, sí lo sé. Por ejemplo, la gente de Harlem se ha ido a Pennsylvania, a una zona que se llama Reading. Y esto lo sé porque está demostrado estadísticamente que los detectives de homicidios, cuando han de investigar crímenes cometidos tiempo atrás en Harlem, hacen infinidad de viajes hasta allí, de lo que se deduce que muchísima gente del barrio se ha ido a ese lugar. ¿Por qué? Va uno, descubre que no se está mal, llama al colega y, al final, se desplaza una comunidad entera. Además, el Estado ofrece ayudas, un tipo de subsidio que está garantizado cuando, por el ordenamiento del territorio, es el propio Estado quien te obliga a salir de tu casa. Te ofrecen un dinero para establecerte en otro lugar. Pero bueno, es como si tuvieran una escoba y les faltara el recogedor: trasladan lo que les molesta de un lado a otro, lo esconden debajo de la alfombra o en los rincones, para que no molesten, sin resolver nada.

Hay dos personajes en la novela que utilizas como recurso para conectar al resto de individuos que aparecen en ella: los detectives Matty y Yolonda. Son registros muy particulares y difíciles de encontrar en narrativa. Creo que Yolonda está inspirada en alguien que conoces.

Los dos están basados en personajes reales. Y además pasé mucho tiempo con ellos. A veces pienso que Dios pone a mi alcance personas como las que me inspiraron, porque ¡claro que has de utilizar tu creatividad y la ficción!, pero es que estos personajes son tan brillantes y tan buenos que lo que quieres es llegar a mostrarlos tal y como son. Y sí, Yolonda está inspirada en una detective de primer grado. Es una mujer puertorriqueña muy especial, de las que no hay. ¡Una psicópata genial! ¿Por qué lo digo? Mira, era capaz de entrar en una sala de interrogatorios con un individuo que acababa de cometer un asesinato, desarrollaba una empatía brutal con la persona a la que estaba interrogando, hasta el punto de que ambos acababan llorando. Ella se mostraba como la hermana que el asesino nunca habia tenido, o la madre que le había abandonado siendo niño. Cuando acababa, el detenido incluso le pedía continuar el contacto, todo muy emotivo. En cuanto ella salía y cerraba la puerta, cambiaba la cara como diciendo «a este le caen treinta años. Venga, el siguiente».

La impresión que ofreces, por tus novelas y guiones, es la de ser un autor que pisa mucho la calle, que habla con la gente, que no es un escritor «de despacho». ¿Es así?

Paso mucho tiempo pululando, deambulando por las calles, probablemente tanto o más que escribiendo. Pero todo lo que escribo después de mis paseos es ficción. Hay una gran diferencia entre entender el mundo que quieres describir, verlo, sentirlo, y lo que resulta después, cuando llegas a casa y buscas las alegorías, las metáforas, que representen lo que has visto y sentido.

¿Has tenido problemas para escribir sobre el trabajo de la policía? A diferencia de las fuerzas de seguridad europeas, que son muy receptivas con los autores de ficción para que puedan ofrecer una descripción realista del procedimental, las de tu país parecen ser más prudentes y restrictivas.

Depende del nivel de protección que establezca la burocracia del sistema. Se tiene que pedir permiso en el departamento correspondiente. Hay jefes de departamento que son terriblemente paranoicos y empiezan a preguntar de qué manera lo vas a presentar, si será en tono crítico, o positivo… Luego, además del tema burocrático, está la visión individual del policía con el que tengas que estar. Nuevamente te encontrarás con algunos más abiertos y con otros que quieren controlar todo lo que haces y escribes. Ellos saben en todo momento cómo y dónde te quieren.

¿Richard Price se considera pesimista u optimista bien informado?

Cuando estoy escribiendo sobre un mundo determinado, durante el proceso de escritura, diría que no soy ni optimista ni pesimista. Estoy en estado de alerta. Me veo como un liberal anticuado, por lo que te diría que tiendo al optimismo, pero me pregunto constantemente el porqué. Entiendo que hay un poco de pesimismo en ello.

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

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