Vacaciones en Patmos

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 Desierto | Foto: Estitxu Carton | Flickr Commons
Desierto | Foto: Estitxu Carton | Flickr Commons

Siempre me ha acojonado que un hipotético hijo mío pueda preguntarme alguna vez: papa, ¿yo también voy a morir? No creo que haya pregunta de más difícil respuesta que ésta: es como un dedo acusador. Quizá se explica ya abiertamente que los niños no los trae la cigüeña de París, pero poco sobre qué sucede cuando te mueres.

Claro que el padre moderno replicará que él, a sus hijos, les explicará la verdad, sin terciopelo. Bien por él, pero es mucho suponer que sabe ni remotamente lo que es la verdad. ¿O no es él mismo un azar lanzado al vacío? ¿No es hijo al mismo tiempo que padre? Acaso no morirán también sus padres, y, con ellos, sus motivos para procrear (aunque antes de dilucidar estos, seguramente habrán preferido explicar, porque es más fácil, batallitas de fecundación en un Seat Altea de vacaciones en la costa; la mayoría tenemos este tipo de anécdotas).

Todos hacemos delegaciones a una autoridad para sentirnos dentro de una zona de confort. Como reza el poema de Antonio Machado, caminamos en sueño por amor a la mano que nos lleva y el alma siempre es niña. Los padres, junto con el purpurado médico, están en el podio de esta proyección. Es muy difícil asumir que, en realidad, tus padres son unos pringados que no tienen ni idea de lo que han hecho en la vida, incluido porque han tenido descendencia, sin que algo de nuestra seguridad interior no se derrumbe. Por eso, silencio.

Todos estos autoengaños forman lo que el gran genio terror cósmico actual Thomas Ligotti, denomina La Conspiración Contra la Especie Humana, felizmente publicado por la editorial Valdemar, y que posiblemente sea la mejor síntesis de pensamiento pesimista contemporáneo jamás escrita. Como tantos otros indocumentados, llegué a Ligotti gracias a True Detective (Valdemar ya lo había publicado antes). Es bien sabido que Nic Pizzolato, el creador de la serie, se inspiró en La Conspiración… para esbozar el personaje del nihilista Rust Cohle. Cabe decir que Ligotti se sentiría totalmente estafado con el discurso final de de Cohle (ese de The light’s winning) pero, claro, la televisión necesita un final feliz, o agridulce, para los más suspicaces.

Volviendo a la pregunta del hijo, el padre contrario a llamarle popó a la mierda le contestará que algún día morirá y, por lo tanto, será nada. Pero que la vida es una oportunidad preciosa y la vida puede ser muy bonita.

Valdemar
Valdemar

El pensamiento radical de Ligotti se basa, precisamente, en atacar este postulado, es decir, que vivir es algo bueno. El responde que no lo es (tiene sus pruebas, el sufrimiento, dolor, y sobretodo, el espanto seguro de estar mañana muerto). Pero en todo caso, es modesto en reconocer que no lo puede demostrar, que es como decir que los optimistas tampoco pueden, puesto que nadie ha escogido nacer y una vez se está vivo, la única alternativa, que es no estarlo, parece bastante peor.

Claro que se dirá que las cuestiones existenciales sobran, porque la reproducción es un instinto animal. Somos mamíferos, te dicen compañeros oficinistas mientras se sirven una taza Nespresso con un dibujitos de The Big Bang Theory. Admitamos, pues, que el homo sapiens sapiens ha sido capaz de proyectar divinidades compensatorias de sus carencias o crear sublimes obras de arte de sus neurosis, pero no es capaz de controlar el instinto reproductivo.

Una variable es que instinto reproductivo de la mujeres no es aprehensible para los hombres, y por tanto, la opinión de Ligotti queda neutralizada. Es de suponer que hay mujeres que no tienen este instinto y imagino que no quieren ser consideradas menos mujeres. Además, de seres puramente instintivos han sido definidas las mujeres en todo la tradición reaccionaria y, sin cuestionar ese instinto irreprimible, quizá se debería reflexionar sobre su genealogía cultural.

Después está el discurso humanista, el que asegura que la humanidad debe persistir para hacer un mundo mejor. Es el Show must gone on de la especie. Pero para la naturaleza, la evolución es sólo una sucesión de extinciones sin criterio alguno. Además, vistos los precedentes, no parece que a la tierra le haya ido muy bien con el ser humano

Para terminar, hay las respuestas que no responden a ninguna lógica, pero quizá son las mas honestas, y, seguramente, las más atroces: porque tocaba, para vivir una experiencia, o por accidente.

Estos motivos aparentemente frívolos se acercarían más a la lucidez según Ligotti, ya que para él el hombre es sólo una marioneta, un ser paradójico con una consciencia desorbitada con la que se auto-engaña en relación al sentido de su existencia.

Ligotti es de aquellos que mira desde detrás del telón del espectáculo humano, y solamente percibe una única solución razonable ante la farsa: su desaparición. Una desaparición tranquila, a través de la renuncia a la reproducción. Incluso con boca pequeña (como buen pesimista, no puede pecar de hedonismo), considera que los últimos hombres vivirían una vida digna con todos los recursos a su disposición, sin más presiones que esperar sosegadamente su final. Que diantres, summertime and the livin is easy.

Aleix P.G.

Aleix P.G. realizó el Doctorado en Historia Contemporánea en la UAB y también ha cursado estudios en Gestión y Producción Cultural y en Edición.

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