«Y entonces, a las chicas sonrientes, les estalla el corazón». Entrevista a Tao Lin

Aparecida en marzo de 2011, la novela Richard Yates, escrita por Tao Lin (Alpha Decay) provocó, nada más salir al mercado, un interesante debate sobre lo que representaba de avance en las formas narrativas.

Tao Lin (foto: Alpha Decay)

Al margen de la discusión, y habiendo pasado el «periodo de reflexión», Unai Velasco entrevista al autor para, desde lo literario, revelar algunas claves de la obra y las intenciones creativas de Tao Lin.

A los personajes de Bret Easton Ellis en Less tan zero parece que les hayan golpeado con un martillo en la cabeza. ¿Qué les pasa a los tuyos? Siempre se tiene la sensación de que están muy pero que muy por detrás de sus propios cuerpos. ¿Cómo consigues ese efecto?

El problema de la mayoría de mis personajes es que se sienten solos o están tristes. Los médicos dirían de muchos de ellos que tienen un “trastorno de angustia social”. Cuando están con más gente se ponen nerviosos y tienen miedo, sobre todo si están en una situación donde se espera que hablen, cosa que les hace sentirse alienados y solos y tristes.

Siguiendo con la comparación (¿tal vez odiosa?) con Ellis. En su caso, las actitudes desangeladas parecen una respuesta (drogas mediante) a un estilo de vida muy determinado. En tu caso, no me parece tanto una cuestión social como fisiológica, la transcripción de una enfermedad del alma. ¿Te interesa ese tipo de escritura, más europea, la de un Beckett o un Thomas Bernhard?

A Beckett no lo he leído demasiado pero Bernhard me gusta mucho. Lo que más me ha gustado de él ha sido Tala. Me identifico con el narrador de ese libro, que parece odiar a todo el mundo y también a sí mismo. Creo que mis personajes son en realidad bastante felices: están seguros que algún día encontrarán amigos y amigas y novios y novias con los que estén a gusto y que podrán hacer cosas divertidas e interesantes con estos amigos. Les gusta la gente y hay cosas que les emocionan y les gusta bromear y divertirse. Seguramente el único problema que tienen es que están siempre ansiosos y son tímidos y puede que no tengan los mismos intereses que la mayoría de la gente.

Permíteme que aventure un breve análisis de tu obra. En tus obras el uso de una escritura ‘de chat’, poco compleja en su base,—me refiero ahora a prosa y poesía— parece estar al servicio de una estrategia mayor que la del mimetismo realista: automatizar el relato, serializarlo, inducir a una atmósfera de aburrimiento (que va directa al estómago del lector) e incrustar ahí una serie de sorpresas anímicas que están cerca de lo tragicómico: las figuraciones animales (el hámster en Cognitive-Behavioral Therapy, que convoca la carcajada y una ansiedad soterrada), las figuraciones surrealistas (los osos, aliens y delfines de Eeeee, eee, eeee, cuyo humor en el fondo acojona) y la figuración bobalicona (la couple de Richard Yates, cuyas tonterías nos hacen reír pero dejan un rastro triste al pasar la página o los objetos parlantes de tu poesía, en la línea de ¿Quién engañó a Roger Rabbit?).

Me gusta tu análisis.

¿Es la falta de madurez una consecuencia de la edad en Dakota y Haley o es su propia guerra preventiva?

No estoy seguro de que sean inmaduros. Es que realmente no sé qué significa ser maduro o inmaduro. Sé que hay gente capaz de reprimir sus necesidades y centrarse en las de los otros y creo que eso es lo que la gente entiende por madurez. Si es así creo que Dakota Fanning es muy madura pero también, hasta cierto punto, sumisa. Siguiendo esta definición, Haley Joel Osment es más inmaduro que Dakota Fanning. Pero no pienso en ellos como personas inmaduras. Creo que los dos están intentando cambiar mucho en poco tiempo, y eso es difícil. Si jugasen a baseball tendrían agujetas cada día y tendrían entrenadores que les gritarían, pero la gente vería eso como algo positivo. Yo veo su relación de igual manera que les vería entrenar para conseguir algo difícil. Los dos quieren algo positivo -dejar de mentir, comer sano, hacer lo que dicen, hacer feliz al otro- y están muy centrados en conseguir sus objetivos. La novela acaba en el clímax de esa lucha, seguramente. Si la novela tuviera cien páginas más el lector quizá descubriría que los dos personajes son más felices y que hasta cierto punto han cumplido sus objetivos.

En la línea del estilo serializante que te comentaba, Vicente Luis Mora escribió un texto largo (que creo que leíste) donde se preguntaba por el recurso de nombrar a los personajes de Richard Yates siempre por su nombre y apellido. ¿Podemos enmarcar esa decisión en ese primer tratamiento (llamémosla fase de filtros) de distanciamiento, para que el lector (como aventura Mora) nunca pueda lograr una empatía cálida con ellos?

Simplemente me pareció divertido que esos fueran sus nombres. Cuando leo el libro soy consciente que los personajes han de tener un nombre, pero tanto me da cuál sea, porque representan personajes. Los nombres podrían ser 2093182 y 5820193, que el libro, para mí, sería el mismo. Si la gente me llama John o Mike o Júpiter o Ulises sigo siendo yo mismo, sigo siendo cualquiera que sea el efecto que hago sobre el mundo, sigo siendo lo que digo y lo que hago y lo que pienso y lo que siento. Al ponerles nombres de gente famosa más o menos estoy diciendo que no importa mucho el nombre que les pongas. Pero tienen que tener nombres. Así que escogí algo gracioso y un poco arriesgado. No quiero que la gente no pueda empatizar con mis personajes.

Al hilo de mis suposiciones, yo no diría que tu estilo sea minimalista. Más bien lo emparentaría con los usos barrocos de la sugestión ilusoria (¿acaso la profundidad de la escritura ‘de chat’ no es una forma de trampantojo?) y con su retórica de la empatía piadosa (todas esas ‘chicas marchosas’ y las ‘expresiones faciales neutras’ son caracterizaciones verdaderamente tristes)…

Creo que he utilizado dos estilos diferentes. Diría que tanto en Richard Yates como en Shoplifting from American Apparel (que Alpha Decay publicará en breve, creo) el estilo se basa en utilizar palabras específicas y evitar abstracciones y que el texto sea fácil de leer y que haya también una variedad en las frases para que sea interesante. En otros libros he usado estilos que incluyen frases largas, guiones, punto y comas, abstracciones, fragmentos de frases, etcétera.

En Richard Yates hay un problema muy chungo de comunicación cuya ejecución es siempre problemática: la presencia ausente. Ya sea en las conversaciones de chat, donde no hay posibilidad para el abrazo, mientras que el cara a cara no nos asegura nada sobre la verdad, y la mentira entre la pareja acecha continuamente. ¿Es Richard Yates una novela sobre la incomunicación con el otro? ¿Estamos tan jodidos?

Richard Yates, para mí, es una novela sobre dos personas que se gustan mucho pero que, como todas o casi todas las relaciones, tienen problemas, problemas que intentan solucionar. Creo que sus problemas son únicos, pero también creo que todos los problemas son únicos. La veo simplemente como una novela sobre dos personas que se gustan; podría transcurrir en Australia o en el año 200 a. C. o en el 20.000 d. C., en la luna o en Rusia.

¿Cuál es la relación entre tu poesía y tu prosa? ¿Qué poetas te interesan? ¿Hay alguna influencia particular en tus dos poemarios?

No sé si se relacionan de algún modo. Sólo veo que las dos salen de mi cerebro. Me gustan Matthew Rohrer, Michael Earl Craig, Ben Lerner y los que he publicado en muumuuhouse.com. No creo que en mi primer poemario haya una influencia directa de otro libro en particular. En el segundo estuve muy influenciado por A Green Light de Matthew Rohrer y por la poesía de Ben Lerner.

Hablaba antes de lo tragicómico, aunque quizá es más adecuado hablar de una ingenuidad muy blanca, veraniega, que se precipita hacia lo siniestro. Esta idea está muy bien captada, sobre todo, en los delfines y en los aliens asustados de Eeeee, eee, eeee. Uno piensa en los Rabbits de David Lynch. ¿Te interesa esa ambivalencia casi emo del surrealismo?

No recuerdo los conejos de Lynch. No intento pensar en qué palabras definen mis libros. Me centro en escribir y dependiendo de mi estado de ánimo parecerá alegre, triste, surrealista, irreal, aburrido, salvaje, emocionante o cualquier otra cosa. No tengo una única postura sobre ello y creo que seguramente nadie la tiene. Me gusta la música emo de Samiam, Sunny Day Real Estate, I Hate Myself, Mineral y otros grupos.

Unai Velasco

Unai Velasco

Unai Velasco (Barcelona, 1986) es licenciado en Humanidades y Máster en Estudios Comparados de Literatura, Arte y Pensamiento. Como crítico literario colabora en Quimera, Hermano Cerdo o Qué Leer. Escribe en su blog ifakedrogerrabbit.blogspot.com y dirige la web cultural www.mamajuanadigital.com. Ha publicado el poemario “En este lugar” (Papel de fumar, 2012) y prepara la publicación del siguiente, “El silencio de las bestias”. Sus poemas han sido recogidos en varias revistas (Quimera, Ex Libris, Paraíso, Nayagua, Catálogos de Valverde, Quaderni Ibero Americani, Punto de Fuga), así como en la antología de joven poesía española “Tenían veinte años y estaban locos “(La Bella Varsovia, 2011). Ha traducido al poeta neoyorkino David Fishkind para la antología de joven poesía norteamericana “Vomit” (El Gaviero, 2013).

4 Comentarios

  1. Lo que no entiendo es muy bien el título que te has apropiado de las letras de una canción de Family…

  2. La frase de Family recoge, en mi opinión, esa sensación rara de ingenuidad feliz + tristeza ligera que yo he sentido al leer Richard Yates. Se podría escarbar esa intuición 😉

  3. Uiuiui, discusiones bizantinas, ortográficamente es una cita con su par de comillas bien puestas, pero atribuirle la referencia era anti-estético (alarga demasiado la línea), la frase citada perdería su poder descontextualizador y por ello el de sugestión. 😉

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