Biblioteca Nacional. Mario Crespo
Editorial Eutelequia (Madrid, 2012)
Ya desde la primera frase de la novela, el autor nos sitúa en el escenario de manera nÃtida: “Pertenece a la generación de mileuristas españoles con sobrecualificaciónâ€, dice de su protagonista. Un ejemplar, este del trabajador con abundantes estudios y bajos ingresos, que no solo abunda sino que incluso determina la fauna actual, ciudadana y cultural. Se trata de una novela, por tanto, que ya desde su inicio nos sitúa en el aquà y en el ahora, en el ambiente cotidiano y las preocupaciones comunes de un empleado de la Biblioteca Nacional, o lo que es lo mismo, de cualquiera de los posibles lectores. No estamos hablando de un héroe, de un tipo escogido, de alguien excepcional… La historia gira en torno a un tipo a quien le resulta monótono su trabajo, un tipo que discute y se reconcilia con sus compañeros, que anda, además, algo renqueante de salud…
En medio de este ambiente brutalmente cotidiano, el protagonista empieza a encontrarse, poco a poco, en medio de unos sucesos que, en principio, ni siquiera llegan a raros, sucesos que a cualquier otro le pasarÃan inadvertidos, o que seguramente desecharÃa por insustanciales, como de hecho le aconsejan varias veces que haga. Se trata de la presencia, cada vez que se mira a un espejo, del rostro de un famoso entrenador de fútbol, de casualidades a la hora de hacer búsquedas en Google, de artÃculos periodÃsticos firmados por un tal Mario Crespo (en efecto, el autor) que en gran medida parecen anticiparse a los pensamientos del protagonista… Es un ambiente cotidiano entreverado de extrañezas referentes a la personalidad que en gran medida nos recuerda a las novelas de Paul Auster, y en mayor medida a la célebre novela (o nivola) de Unamuno: Niebla, donde un personaje literario siente de pronto la “otredad†de su conducta, sospecha que puede estar siendo manejado por algo o alguien que se halla en otra dimensión. De hecho, son varias las páginas de esta novela en que el protagonista alude a una “niebla†y expresa sus dudas sobre el universo en que puede hallarse, si en uno real, en uno onÃrico, incluso en uno ficticio…
Mario Crespo (foto: Eutelequia) Este juego entre la realidad real y la realidad literaria, entre lo cierto y lo inventado, es un juego que a tan alto nivel como en esta novela llevaba tiempo sin practicarse (todo lo más, seguÃa encendida la llama gracias al autor metaliterario por excelencia: Vila-Matas, que no por nada aparece mencionado varias veces en el relato e incluso llega a hacer su aparición). Ese ejercicio de situarse en el filo entre lo que existe como tal y lo que existe como inventado, entre una dimensión y otra, es algo muy difÃcil de realizar –sobre todo con la continuidad, la verosimilitud y el ritmo sostenido con que, en esta novela lo hace el autor-. Cuando se halla bien conseguido, como es el caso, la novela provoca en el lector una especie de estupor que, en último caso, le hace dudar a él también sobre si quien ha escrito la novela es en el fondo más real que aquella otra persona que la ha firmado y que aparece como secundario en ella. Un truco, en fin, magnÃficamente construido y llevado a efecto y que consigue capturar hasta el final la atención del lector.
Es muy difÃcil hacer juegos de manos con la narración –sobre todo ahora, que se estilan las redacciones lineales y básicas-, concebir el libro como un todo, como un pequeño universo en el que rigen unas leyes propias, y es muy difÃcil mantener la atención de quien lee para, en un momento de descuido, efectuar ante él una prestidigitación asombrosa ante la que no quepa más remedio que aplaudir. Hace falta, además de escribir bien, o sea, de tener ligereza de manos, bastante inteligencia, mucha agudeza y, sobre todo, un acendrado respeto por la literatura y amor por los libros, algo que se trasluce en cada momento de la narración. Sólo queda lo dicho, aplaudir e invitar a los transeúntes a que acudan a contemplar el espectáculo.
Miguel Baquero
El mundo es oblongo
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