Francisco Corral

Esta semana entrevistamos a Francisco Corral, director del Instituto Cervantes de Río de Janeiro en Brasil, que nos habla de Rafael Barrett y su obra.

En referencia a Rafael Barrett afirma en el prólogo de “Hacia el Porvenir” que la vida de Barrett es la crónica de un fracaso. ¿Nos podría explicar por qué?

Barrett nació en una familia emparentada con la aristocracia. Pero su existencia, a partir de los veintipocos años, se vio marcada por una cadena de contratiempos que lo van hundiendo progresivamente en el rechazo social y en la pobreza. Barrett se acaba convirtiendo en un desclasado y en ello, desde luego, tiene mucho que ver su carácter rebelde.

En el aspecto intelectual, tampoco le acompañaron en vida ni el éxito literario ni el eco social; Roa Bastos le define como “una voz clamante en el desierto”. Finalmente, contrae la tuberculosis y muere muy joven, a los 34 años. Su vida, por tanto, parece un retrato completo del fracaso.
Sin embargo, en paralelo a su naufragio social y personal, Barrett va creciendo en estatura moral, en penetración crítica, en profundidad intelectual y en calidad literaria. Por eso hablo de “un brillante fracaso”. Sus escritos nacen de la indignación y del dolor compartido, y nos conmueven hoy como el día en que fueron escritos. Las obras que nacen de estómagos agradecidos pueden agradarnos, pero difícilmente logran conmovernos.

Uno de sus primeros comentaristas, Emilio Frugoni, escribe que cuando se encontró con Barrett en Montevideo, volvió a ver “al Jesús de las estampas”. La comparación no es banal, ni es tan sólo externa. Jesús es uno de los personajes más citados y admirados por Barrett, desde una posición religiosa que podríamos calificar como “cristianismo ateo”. Recordemos que para muchos anarquistas (Barrett entre ellos) Jesucristo es considerado “el primer anarquista de la historia” por su ejemplo altruista que, por cierto, acabó también en el más rotundo fracaso personal.

¿Se podría decir que Barrett es el precursor del periodismo literario en Sudamérica?

Es uno de sus precursores, junto a otros, desde luego. Y Barrett lo es particularmente en ese terreno tan fructífero en el que crítica social y vanguardismo literario confluyen, se conjugan y se enriquecen.

Como apunta Roa Bastos, Barrett es un precursor en muchos sentidos, y no sólo para Sudamérica. Es notable, por ejemplo, cómo pone en entredicho la idea de Progreso (que en su época era poco menos que un artículo de fe) con observaciones críticas que resultan absolutamente actuales. Impresiona también cómo anticipa ciertas ideas que el existencialismo pondría sobre la mesa muchos años después.

En otros muchos aspectos, sus escritos no han perdido vigencia. Santi Alba dice que “La actualidad de Barrett es la actualidad del mal que combatió” y que “Unamuno y Baroja eran hombres de su tiempo mientras que Barrett lo es, para desgracia de casi todos, del nuestro”.

En este sentido, el descenso al infierno del yerbal paraguayo es decisivo. ¿Cómo afecta este hecho a su vida y su escritura?

Desde sus orígenes aristocráticos, Barrett vive un constante proceso de proletarización. En Paraguay comienza a vivir como un emigrante más: de su trabajo como agrimensor, de algunas clases y de su pluma, siempre en medio de crecientes dificultades económicas. En Madrid era un joven rebelde y en Paraguay se transforma en un revolucionario.

Cuando denuncia la esclavitud de los trabajadores de los yerbales, se le cierran las páginas de los diarios y los poderes económicos, que se sienten tocados, reaccionan contra él; finalmente es apresado y deportado al Mato Grosso.

En ese camino que media entre el rebelde y el revolucionario, creo que hay dos factores que fueron esenciales: su propio proceso de proletarización y su contacto directo, sobre todo en el campo, con la cara más sombría de la explotación y la miseria.

Se dice que la tendencia a la que oscila la narrativa actual es al periodismo literario que en palabras de G.G. Márquez “es un cuento que es verdad”, ¿Se puede aplicar esto a la obra de Barrett?

La obra de Barrett es en su mayoría crónica periodística, una crónica de gran calidad narrativa y capacidad develadora que profundiza en la realidad y saca a la luz aspectos que no son visibles a simple vista, o que no queremos ver.

Pero yo no estaría tan de acuerdo en que ésa sea “la” tendencia de la narrativa actual; también se escribe mucha literatura estrictamente fantástica y de otros tipos. Lo que ocurre, tal vez, es que desde hace algún tiempo la literatura busca reacomodar su territorio por referencia a la gran expresión narrativa del presente que es el cine.

En el caso de Barrett, además, hay que tener en cuenta que sólo escribió artículos periodísticos (los que recoge esta edición son precisamente los que más se aproximan al concepto de “ensayo” en extensión y en contenido) y unos pocos cuentos. No tuvo tiempo para escribir obras mayores, debido a las dificultades y urgencias que le rodearon y a su temprana muerte. Pocos meses antes de morir, él mismo dice que espera vivir un poco más para poder dedicarse al libro y no sólo al artículo.

¿Cómo se convierte Barrett en la voz de los desfavorecidos de Paraguay?

Viriato Díaz-Pérez, que coincidió con él en España y luego en Paraguay, expresa su perplejidad al ver convertido en “apóstol de la masa oprimida” a quien para él había sido un “gomoso de Madrid”. El conflicto con su entorno social llevó a Barrett, como hemos dicho, a convertirse en un proletario más, viviendo malamente de su trabajo. Cuando el doctor Lalesque le atiende en Francia, le dice que en las condiciones en que ha vivido “es milagroso que esté vivo”.

Yo diría que su proceso de proletarización fue la circunstancia, y que la causa fue su personalidad y su carácter, su conciencia crítica y su coherencia ética. En contacto con la dura realidad social, Barrett se transforma en un hombre nuevo, pero los gérmenes de esa transformación ya estaban en él. En Madrid ya demuestra ser un joven rebelde que rompe con las convenciones y las normas más intocables de su propia clase social. Incluso en el escándalo que protagonizó con su agresión pública al Duque de Arión, puede verse un cierto precedente anarquista en cuanto recurso a la acción directa para imponer la justicia por su propia mano saltándose toda la estructura legal y enfrentándose a ella.

Desde su juventud y a lo largo de toda su vida, Barrett demuestra que padece el error de tomar en serio el significado de las palabras. Y así como en relación al duelo no era su objetivo seguir el vacío ritual al uso, sino batirse de veras, de igual forma cuando más tarde defiende la justicia y la igualdad habla de la igualdad y la justicia reales, no de la terminología huera utilizada en los discursos políticos.

También es decisiva la acusación que mancilla el honor de Barrett en Madrid y lo obliga a emigrar. ¿Es en este momento que comienza la crónica de su fracaso?

En un interesante artículo, Juan-José López Burniol acaba preguntándose “¿Cómo habría sido la vida de Rafael Barrett, si hubiese sido admitido en el Círculo de la Gran Peña?”. Toda conjetura sobre lo que habría sucedido de no pasar lo que pasó es pura ficción, desde luego; pero está claro que en la trayectoria vital de Barrett fue aquél un momento decisivo que desencadenó toda una seguidilla de enfrentamientos con su entorno y que orientó su futuro.

Conviene apuntar, dicho sea de paso, que la acusación de “pederasta” no tenía entonces el mismo sentido que tiene hoy. En el uso de aquellos años, el término pederasta significaba simplemente “homosexual”. De hecho, Barrett se hace examinar junto con “el amigo que compartía el oprobio de la acusación” para presentar pruebas médicas al Tribunal de Honor.

Posiblemente aquel incidente no hubiera tenido mayor trascendencia si Barrett se hubiera sometido dócilmente a la reprimenda. Pero Barrett reacciona indignado, no está dispuesto a transigir con la arbitrariedad y la injusticia y se enfrenta violentamente a toda la “buena sociedad” madrileña.

¿En que se diferencian las tres etapas que selecciona “Hacia el porvenir”?

La selección fue realizada por la profesora uruguaya Bianca María Ansúrez (a cuya memoria el libro está dedicado, pues falleció recientemente) con la idea de reunir aquellos escritos en los que el pensamiento de Barrett se expresa con cierta profundidad y amplitud.

Cuando publica “De estética”, en 1905, Barrett está poco influenciado por su nueva situación vital en América. Es todavía un joven perteneciente a la “juventud del 98” (no confundir con la Generación del 98, como hace algún periodista despistado); es un temprano lector y admirador de Nietzsche, deslumbrado por el modelo de los héroes culturales de Carlyle y por la idea romántica del genio.

“Lo que son los yerbables” se publicó en 1908, cuando Barrett ya es un hombre nuevo, impregnado de valores altruistas y comprometido en la lucha social desde el anarquismo. El texto es un clásico de la literatura de denuncia social que ha servido de inspiración a muchos escritores latinoamericanos, desde Horacio Quiroga hasta Roa Bastos, y que acarreó a su autor la cárcel y el destierro.

“La cuestión social” aparece en 1910, pocos meses antes de su muerte, como comentario a una publicación del profesor Rodolfo Ritter. Al hilo del debate, Barrett presenta un equilibrado y fino análisis crítico del marxismo y de los problemas sociales más candentes de su tiempo, desde una óptica revolucionaria.

¿Se atrevería a conjeturar sobre qué hablaría Barrett hoy?

Me atreveré, porque es desde luego un atrevimiento; aunque tampoco necesitamos conceder demasiado juego a la imaginación, pues muchos de sus escritos resultan absolutamente actuales.
Barrett hablaría con seguridad, por ejemplo, del terrorismo, un tema que era candente en su tiempo y que de nuevo lo es hoy bajo otras formas. Y, en ese sentido, Barrett rechazaba la violencia terrorista, pero rechazaba más aún la violencia y la opresión institucionalizadas: “¡La bomba! ¡El crimen! Sí, mi sensibilidad se subleva antes el gesto del asesino. Yo concibo sacrificar mi existencia, pero no la ajena. (…) Pero si hay diferencias en el crimen, yo digo que (…) el de los que eligen ser a un tiempo verdugos y mártires, es un crimen más respetable que los crímenes de tantos héroes cuyas estatuas se yerguen en las plazas públicas”, escribió.

La época que vivió Barrett es conocida como la “crisis de fin de siglo” porque entre el siglo XIX y el XX se produjo una conmoción profunda tanto filosófica como social, con el empuje de los movimientos revolucionarios, las consecuencias del evolucionismo y del industrialismo, los avances científicos, el modernismo, el regeneracionismo, etc., etc.; crisis que afecto radicalmente a la imagen que el hombre tenía de si mismo y de la sociedad.  Hoy día vivimos otro cambio de siglo no menos conflictivo que aquel y quedan cuestiones no resueltas que a veces son las mismas o semejantes.

En algunos aspectos, los postulados anarquistas que defendió Barrett se han impuesto, al menos en parte, sobre todo en lo que hace a las libertades individuales y a los derechos civiles. Pero yo no veo tan claro que la sociedad haya mejorado en su conjunto. En otros aspectos vivimos mayores y más serias amenazas, opresiones más sutiles pero más omnipresentes y tal vez mayores frustraciones. La cultura de la imagen, que apenas existía hace cien años, posibilita hoy una mayor manipulación de los individuos y mayores mecanismos de control, al lado de un desbocado comercialismo, concentración del poder económico y creciente desigualdad. Los medios de comunicación se han convertido en el gran poder en una sociedad de consumo cuyos verdaderos designios escapan al control social. Las “leyes del mercado” que hoy dominan al hombre, no están escritas en ninguna constitución ni son votadas por los parlamentos.

Un pensador tan penetrante como fue Barrett, escribiría probablemente sobre todos estos temas iluminando la realidad profunda de las cosas desde la pequeña anécdota humana o desde el gran acontecimiento internacional, como hizo en su tiempo.

Diego Giménez

Diego Giménez, doctor en filosofía y pensamiento (UB) con una tesis sobre "El libro del desasosiego" de Fernando Pessoa, ha realizado diferentes actividades relacionadas con la literatura y el periodismo. Ha trabajado como redactor de LaVanguardia.com y en 2008 cofundó Revista de Letras.

1 Comentario

  1. Interesante el personaje. Una trayectoria humana dolorosa y valiente. Habrá que leerlo

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