Nuclear weapons test | Foto: Wikilmages | Pixabay Commons

Conocer el mal para alcanzar lo moral y lo ético

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Nuclear weapons test | Foto: Wikilmages | Pixabay Commons

“Todo vivir ético requiere un estado de vigilia moral atenta a los detalles. Vivir éticamente es, sin duda, una forma de actuar. Pero nuestras acciones regidas por una motivación ética requieren una mirada y una deliberación previas”.

“La constitución de una mirada ética es indisociable de una reflexión atenta sobre las distintas manifestaciones o modalidades del mal”

En Del mal y sus signaturas (Alpha Decay, 2020), Nil Santiáñez se propone examinar lo que sugiere “denominar como “signaturas” del mal; en concreto me centro en siete de ellas: el resentimiento, la abyección, el mar radical, el mal absoluto, la banalidad del mal, el terror y el horror”. A partir de estas signaturas, Santiáñez estudia cada una de ellas “mediante la técnica del contrapunto: se contrasta lo que filósofos y pensadores por un lado, y escritores y cineastas por otro, han expresado sobre las signaturas del mal escogidas aquí”. Santiáñez adopta, como él sugiere, una aproximación a la realidad del mal en la modernidad y en la era de la Globalización a partir de múltiples perspectivas dada la imposibilidad de abrazar una verdad absoluta (siguiendo a Friedrich Nietzsche). Un ensayo sobre la mirada, o las formas de mirar, al mundo y, por tanto, un ensayo de cariz profundamente político.

“Estar atento, escrutar el horizonte de los acontecimientos y de las pasiones humanas, fijar la mirada en cada injusticia mediante el despliegue de la razón y las emociones, deliberar y acaso tomar una postura que conduzca a la acción política: ese es el modo de ser de la mirada ética. En cierto sentido, la ética podría definirse como una forma específica de mirar que conduce a determinados modos de acción. Para que una vida sea, ella misma, moral, el individuo ha de desplegar un mirar ético que sirva de punto de partida para la deliberación intelectual y el posicionamiento político”.

La utilización de Santiáñez de fuentes filosóficas, literarias o cinematográficas sirve al autor para establecer un punto de partida que no tiene tanto que ver con rastrear el pasado, como de usar este como una manera de entender el presente. En este sentido, se trata de un ensayo que crea una genealogía en cada categoría del mal, y, a su vez, de una más global que incluye a todas como un todo, para adentrarse en la necesidad de, frente a la maldad, conformar un comportamiento ético que pueda dar forma a una moral, tanto individual como colectiva. Y que sea tan atemporal como válida para nuestro presente. Santiáñez es consciente de la complejidad, establecida por diferentes filósofos a lo largo de la historia, de abrazar, al modo kantiano, un imperativo categórico. Pero también, de la posibilidad de crear unos parámetros a partir de los cuales alcanzar una posición hacia el mal, sus actos y sus consecuencias.

Alpha Decay

La lectura de Del mal y sus signaturas resulta no solo apasionante en cuanto al recorrido que plantea su autor y a la precisión de sus análisis, sino también porque exige, página tras página, evaluar nuestra realidad. Desde su comienzo con la signatura del “resentimiento”, la cual resulta reveladora para entender algunos devenires a nivel social a los que nos enfrentamos a diario: basta un paseo por cualquier red social para encontrarnos con comentarios sustentados por el resentimiento, aunque enmascarados en supuestos comentarios críticos hacia cualquier asunto que ese día se considere importante. Un resentimiento que es el inicio de una genealogía del mal que va mutándose: cada categoría opera de manera individual, pero puede alimentarse de otras.

Para hablar del resentimiento Santiáñez arranca con una relectura del cada vez más esencial para entender muchas derivas actuales, y a pesar de lo discutible que puedan ser sus argumentos, Nietzsche y continúa con Abel Sánchez, de Miguel de Unamuno, para enlazar finalmente con el (re)surgimiento de los fascismos, ya sea de manera explícita o tamizados por otros movimientos que bajo diferentes banderas o nomenclaturas, esconden un ideario fascista. Sobre la abyección recurre a Freud y Julia Kristeva para, después, abordar tres obras muy diferentes: Diario de un ladrón, de Jean Genet; el documental Asaltar los cielos; y, finalmente, la imprescindible autobiografía anónima Una mujer en Berlín. Para analizar la signatura del mal radical, Santiáñez recurre a la confrontación dialéctica entre Kant y el marqués de Sade en cuanto a las dos caras de la Ilustración, ambos, de distinta manera, producto de ella.

“La teoría del mal desarrollada por Sade en su obra libertina dialoga con la tesis de Kant sobre el mal radical. Sade conduce la teoría kantiana del mal (casi con toda seguridad sin sospecharlo) hasta sus últimas consecuencias; su literatura cartografía un territorio que Kant prefirió dejar meramente esbozado”.

En el capítulo dedicado al mal absoluto, el autor aborda Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt y a una serie de autores, como Klaus Mann y su Mefisto: Novela de una carrera o el pensamiento de Emmanuel Levinas. Un capítulo que tiene su continuación en el siguiente, sobre la banalidad del mal, a partir de la obra que creó esta signatura, Eichmann en Jerusalén, también de Arendt, la cual sirve como punto de partida para evaluar no solo la controvertida expresión, también para adentrarse en una de las cuestiones más interesantes e importantes sobre el ejercicio de la maldad: la responsabilidad individual de los actos atroces y la complejidad, a su vez, de evaluar algunos de ellos, como en los casos expuestos por Santiáñez alrededor de los gulags o los lagers.

El colgajo, la magnífica crónica de Philippe Lançon sobre el atentado en las oficinas del semanario Charlie Hebdo en enero de 2015, al cual sobrevivió aunque con duras secuelas, es el punto de arranque del capítulo dedicado al terror y, en especial, a la figura del terrorista y al terrorismo desde diferentes perspectivas. Y continúa con el análisis de la figura del “perdedor radical” acuñada por Hans Magnus Enzensberger. F.W.J. Schelling, El corazón de las tinieblas y el documental de Claude Lanzmann, Shoah, son los tres pilares en los que se asienta para hablar del horror que finaliza, antes de un epílogo a modo de conclusión, con la inhumanidad.

“Callejón sin salida, el terror es con frecuencia un tropo ominoso de la derrota. Como difícilmente cumple los objetivos de quienes lo perpetran, puede ser considerado como una actividad usualmente fallida llevada a cabo por perdedores contra enemigos absolutos. Dada su habitual inutilidad y su estrecha conexión con el fracaso, el terror es una signatura del mal muy cercana a la negatividad en estado puro”.

Del mal y sus signaturas, entre sus múltiples planteamientos, siempre abiertos a derivas y reflexiones complementarias, plantea una serie de manifestaciones del mal que pueden rastrearse en nuestro presente, en muchos casos en la cotidianidad, aunque aparezcan velados o sean aparentemente imperceptibles, y que deben ser afrontados desde una mirada ética que sirva para la creación de una moral políticamente eficaz para afrontar esa maldad que, cada vez más, se asienta en la realidad para construirla y definirla. Esto convierte este ensayo en una lectura de gran valor. A pesar de su naturaleza y aspiraciones generales, lo que Santiáñez nos recuerda en todo momento, de manera directa e indirecta, es la necesidad de una ética individual para conseguir una más general. Sin la responsabilidad personal, sin el análisis o la reflexión de cada uno sobre las signaturas del mal, sobre aquello que estamos o no dispuestos a tolerar, sobre hacia donde dirigimos la mirada cuando no queremos ver el mal o sobre qué cosas aceptamos o sobre qué cosas nos quejamos, se encuentra una acción personal que es la que al final puede marcar pequeñas diferencias que, después, den forma a una exigencia moral y política de mayor alcance.

“Los rasgos distintivos del horror contemporáneo hacen que nuestro presente posterior esté marcado por la tenebrosidad y la inhumanidad inherentes a esta manifestación del mal”.

Israel Paredes

Israel Paredes (Madrid, 1978). Licenciado en Teoría e Historia del Arte es autor, entre otros, de los libros 'Imágenes del cuerpo' y 'John Cassavetes. Claroscuro Americano'. Colabora actualmente en varios medios como Dirigido por, Imágenes, 'La Balsa de la Medusa', 'Clarín', 'Revista de Occidente', entre otros. Es coordinador de la sección de cine de Playtime de 'El Plural'.

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