Cuando Dios se equivoca. Carmen Moreno
Prólogo de Begoña Callejón
EH Editores (Jeréz de la Frontera, 2010)
El cristianismo predica que sólo podremos levantarnos tras el dolor, como si cualquier otra posibilidad quedara descartada de antemano. La vida nos enseña que la Iglesia no inventa de la nada, se basa en la experiencia y saca petróleo para asombrar al vulgo, cada vez más resabiado, convirtiendo ese dogma colectivo y transformándolo en camino individual a superar mediante una dura lucha interna que solventaremos enfrentándonos a nuestros propios demonios, bestias infames carcajeándose en su alianza con el contexto para dañarnos hasta la extenuación.
Carmen Moreno (Cádiz, 1974) es sin duda alguna una de las grandes poetas del actual panorama español, pero quizá le faltaba una colección de versos que impresionara a propios y extraños por estilo, valentÃa y pureza lÃrica. Lo ha logrado con Cuando Dios se equivoca, fantástica pesadilla que debe leerse como una sinfonÃa en tres partes, proceso vital, rÃo engendrado al entender que el mal siempre acecha aunque le demos portazos, que ignora al ser una atmósfera cojonera empecinada en disturbarnos en un silencio que agrava el sufrimiento al interiorizarlo. Estamos ante la crónica de un viaje sin punto y final pese a tener conciencia de Pandora en el futuro.
“llegará un dÃa el silencio
y habrá nacido para todos
un ser nuevo que reconstruya
la esperanza a dentelladasâ€
Y es que los relojes acaban por pudrirlo todo. La regeneración, extirpación de las lacras para sobrellevar la existencia, paseará por los mares de la neurosis y la esquizofrenia. En el primero afloran los miedos, el cuerpo se deshace despacio, no se bombea sangre y el principal temor es quedarse en la encrucijada, entre dos mundos, ni avanzar ni retroceder, cobardÃa agravada por la lucidez que implica la comprensión de un desagradable término medio, secuestro de un alma expresado en ágiles, desenfrenados versos que en cada palabra te asestan una puñalada al corazón por dureza de ambiente hospitalario y una irremediable oscuridad, túnel hosco que ni siquiera la madre- sabia de dar vida a la vida, luz popular- apacigua.
“en los estertores del desahucio
viven
los gritos de la oscuridadâ€
Las paredes agobian y encierran, el organismo lo es todo y el yo es nadie en su angustiosa plegaria de desdoblamiento. No hay absurdo, sino más bien un combate donde la autodestrucción lleva una lanza que bloquea el sendero de la transformación requerida. Se mencionan dos nombres que tanto pueden ser la expulsión de las fechorÃas divinas como la necesidad de otro ser, el propio u otro que complemente y pacifique, que indique el renacimiento en cualquier parte y aquà entramos en el resquicio de liberación, esquizofrenia trazada por la poeta asimilándose sobre todo al genial Hölderlin-Scarandelli, con lo que se asocia el proceso a una pacÃfica locura, pero locura al fin y al cabo que despedaza, encierra egos en un manicomio cotidiano. La superficie está presente, la lluvia cae, acaricia, se desvanece y seguimos, como bien dijo Fabrizio De André, aspettando la pioggia per non piangere da soli, aunque a diferencia de su hermosa canción no tiramos bombas, sino dardos enfurecidos que se clavan en nuestra propia piel hasta que otra identidad prevalezca y olvidemos el martirio insertado en el circo de la posmodernidad.
“Se regala animal herido
que lame mano que le mata
que cierra los ojos y no quiere saber
de las voces que le dictan
un nombre que debió ser el suyoâ€
Salir del frÃo. Pensar en Inglaterra. Putas de Genet. El todopoderoso acompaña los andares del poemario, y ello comporta una normalidad sagrada en la voz poética que para hallar la llave de sus grilletes debe pronunciar un conjuro, manifiesto que conduzca a una redención desprovista de egoÃsmo porque quiere revalorizar la condición humana, mundo real. Seremos animales llenos de sombras, tendremos miedo. Sin embargo, la especie debe rebelarse, Nietzche tenÃa razón, y valiéndonos de nosotros mismos hemos de ser capaces de atisbar un nuevo horizonte que impulse el caminar que despoje la tristeza y haga brotar sonrisas. Somos el mito de la caverna, somos seres que tras la negritud del enfermizo subterráneo merecemos adaptarnos a la tierra para gozar de una prÃstina vocación para y con la vida, si bien Carmen Moreno, bruja cautelosa, conoce demasiado bien la amenaza como para lanzar un brindis al optimismo.
“yo quise escribir en las puertas
sin saber ni por un momento que el fuego
del que vive este infierno se alimenta de mÃâ€.
Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com
Dios no se equivoca, Carmen si