Una rubia imponente. Dorothy Parker
Ilustraciones de Elisa Arguilé
Traducción de Jorge Cano
Nórdica (Madrid, 2013)
Miraba con desdén a la crÃtica, a ese mismo periodismo cultural del que ella fue una de sus más brillantes firmas y al que ofreció magnÃficas reseñas teatrales. Los artÃculos que Dorothy Parker publicó en el New Yorker son el ejemplo de cómo el periodismo cultural puede convertirse en un género literario de la mano de alguien como Parker, quien, por encima de todo, fue una de las narradoras más notables de la primera mitad del siglo XX norteamericano. Escribió relatos, publicó artÃculos, reseñas y poemas en revistas como Vanity Fair, Vogue o el New Yorker. La prensa ya no es lo que era, el New Yorker, al que Parker vio nacer en un ya lejano 1925, sobrevive como testigo de un tiempo ya pretérito y de una prensa cada vez menos frecuente. A lo largo de esos años y a través de esas publicaciones, Dorothy Parker se consagró como narradora; de gran relevancia pública, su personaje, por entonces, no consiguió oscurecer a la gran autora que tras él se escondÃa. Eran, sin duda, otros tiempos a los que, más allá de la apremiante actualidad y la obsesiva búsqueda de la novedad, siempre resulta agradecido regresar.
Nórdica rescata del olvido Una rubia imponente, magistral relato de Dorothy Parker publicado en 1929 en Bookman Magazine e incorporado por Augusto Monterroso en la AntologÃa del cuento triste. Tras su irónica mirada y su mordaz escritura, Parker escondÃa un universo literario oscuro, teñido por un inevitable sentimiento de hastÃo, de tedio, de nausea, como dirÃa su contemporáneo francés. “No me importa lo que se escriba sobre mÃ, siempre y cuando no sea cierto†decÃa desdeñosamente Parker; mucho se hablaba de ella en los pequeños cÃrculos newyorkinos que solÃa frecuentar, mucho se publicó sobre la autora, sobre sus problemas con el alcohol y sus relaciones personales. Tras esa afirmación Parker trataba de esconderse, negar todo aquello que de ella se decÃa, todo aquello que se escribÃa acerca de su personaje; todas mentiras, porque, como promueve la crÃtica literaria desde ya décadas, el personaje no es nunca el autor. El personaje mediático de Parker no era ella, aunque actualmente el tópico ha terminado por imponerse; hemos olvidado a la autora, el anecdotario parece haber ganado la batalla a la obra. La edición de Nórdica ofrece la oportunidad de leer y redescubrir a la Dorothy Parker autora; Hazel Morse es la protagonista de Una rubia imponente, un relato de ficción en el que el lector encontrará el imaginario literario de Parker, pues solamente a través de su literatura, de sus relatos, de sus poemas, el lector puede vislumbrar ese universo que Dorothy Parker escondÃa tras los focos que todavÃa hoy iluminan su homónimo personaje.
Un relato triste: asà definió Monterroso Una rubia imponente, un relato que, parafraseando a la propia autora, no debe ser apartada a la ligera. Su brevedad no debe traer a engaño, mas se trata de una narración en la que la rutinaria cotidianidad de la protagonista se convierte en un monótono y uniforme cÃrculo vicioso del que resulta imposible salir. Para Hazel Morse, “los dÃas, uno tras otro, habÃan perdido su individualidadâ€; los dÃas se habÃan transformado en un escenario donde siempre se interpreta la misma. Hazel se sentÃa atrapada en un personaje del que no podÃa desprenderse; ya no disfrutaba de jugar a ser esa rubia imponente, “se imaginaba un dÃa en el que no tendrÃa que sufrir más por caminar por esos zapatos apretados, en el que no tendrÃa que reir, escuchar y parecer admirada, el que no tendrÃa que se una mujer alegre y despreocupadaâ€.
Ese dÃa parece no llegar nunca, Hazel sigue interpretando un papel a los ojos de un público que, como en un teatro, nunca ve lo que ocurre una vez bajado el telón. El apartamento es para Hazel el espacio de la intimidad, el espacio donde no hace falta interpretar; en su habitación, Hazel conoce la soledad, es consciente de la falsedad cotidiana que la envuelve. Las seguidas relaciones sentimentales son sólo una distracción contra el hastÃo del dÃa a dÃa, una distracción que, sin embargo, termina también. Solamente el alcohol, la botella de whisky a los pies de la cama, permite a Hazel huir, evadirse de esa la realidad; la embriaguez es la única puerta de salida, una evasión, sin embargo, momentánea; pasada la embriaguez, Hazel vuelve a encontrarse con el mismo escenario de siempre.
La ironÃa y el sarcasmo no están ausentes en esta breve narración; Parker recurre al estilo ligero como Hazel al whisky: una máscara tras la cual, sin embargo, se esconde una realidad de tonalidades más oscuras. Y precisamente con estas tonalidades juega Elisa Arguilé, cuyas ilustraciones para Una rubia imponente reflejan el dualismo irónico que impregna la narración de Parker. El color rosa que domina los dibujos esconde el negro que impregna la historia; Arguilé, muy inteligentemente, no busca convertir a sus dibujos en la plasmación referencial de los hechos narrados: las ilustraciones evocan, como el propio relato, la realidad que se esconde tras la fachada. Arguilé dialoga a la perfección con Parker, comprende y traslada en imagen el juego de máscaras, un juego que Parker conocÃa bien, pues sabÃa que tras esos focos que la iluminaban, tras ese personaje de las revistas, existÃa una escritora, una Dorothy Parker diferente. Tras los tacones, tras la despreocupación y la alegrÃa, tras esa imagen de rubia imponente, se escondÃa Hazel Morse.
Augusto Monterroso descubrió en Una rubia imponente un gran relato, “un relato triste†que no podÃa ser apartado a la ligera; ganador del prestigioso premio O. Henry, Una rubia imponente es un brillante relato que la editorial Nórdica rescata y ofrece a los lectores en una exquisita y elegante edición en la que las ilustraciones de Elisa Arguilé no hacen sino enriquecer la narración. El crÃtico John Keats no dudó al afirmar que “Dorothy Parker era una de las personas más nuevas y brillantes†que habitaban en el mundo; desaparecida en 1967, una disculpa fue el último de los textos de Parker: “perdón por el polvo†dejó escrito en su epitafio. A esta disculpa cabrÃa añadir, “gracias por su inigualable ingenio, Mrs. Parkerâ€.
Anna Maria Iglesia
@AnnaMIglesia