Algo más que un asesinato: «La muerte y la dolce vita», de Stephen Gundle | Revista de Letras
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Antes de Londres y los sesenta, Roma fue la capital de moda, el paraÃso terrenal de diversión simbolizado en Via Veneto y sus terrazas plagadas de divas del celuloide y reyes desterrados, carne perfecta para los paparazzi y el curioseo de la gente normal, que de ningún modo podÃa permitirse esos lujos en la dura posguerra y se conformaba con alimentar la imaginación leyendo revistas, fotonovelas y asistiendo religiosamente al ritual del cine, puerta de lo imposible.
El paÃs estaba dividido en dos facciones. Coppi y Bartali en lo popular. Democracia Cristiana y Partido Comunista en el poder. Las huestes de Andreotti y compañÃa monopolizaban las instituciones y tejieron una red sibilina con ayuda de la Iglesia y otros mandamases con los que convenÃa pactar. La mafia hacia de las suyas y el dinero corrÃa con corrupta libertad.
Y sin embargo, pese a su función catártica de desvelo de la mentira, nadie reaccionó ante tanto scoop mediático. La prensa en su afán de vender publicaba cualquier rumor, desde cábalas de tarotistas hasta opiniones de reputados expertos que no sacaron nada en claro de esa agonÃa judicial que duró un lustro y dio carta de legitimidad al universo del ocio romano como paradigma de un relativismo que ahondaba en la creación de una sociedad del espectáculo donde el oropel tenÃa siempre las de ganar.