El avance tecnológico parece imparable y no tan impresionante como se supone que deberÃa ser. Desde que empezó el siglo XXI, el imaginario colectivo parece que ha dejado anticipar el futuro porque como ya sabemos, no será tan distinto del presente. Sin embargo, los ingenios que nos rodean modifican nuestra vida en cierta manera.
Leer la primera novela de un escritor joven es sin duda una aventura arriesgada. A veces, incluso, uno puede llegar a pensar que sus libros ni tan solo han pasado por el filtro del editor -y no hablo de autoediciones-. Por fortuna, este no es el caso de I love F-150, opera prima del escritor de Fernando Roye, y digo escritor porque este joven de veintiséis años ha ejecutado una novela equilibrada, precisa y elegante, que toma como eje central uno de los grandes iconos de la ciencia ficción, pero insertado en un contexto de lo más común.
Tanto es asà que el protagonista va a trabajar a un estudio de arquitectura en transporte público, baja a comer con sus compañeros, es aficionado a hacer maquetas, y tiene una familia que como todas, tiene sus miserias.
Todo normal pero con una diferencia; uno puede ir y comprar por catálogo (ni siquiera por Internet) un androide con aspecto de ser humano, que para más inri es capaz de cambiar su estado de ánimo según las necesidades del usuario.
¿Qué es lo que te motivarÃa a comprar una atractiva androide modelo F-150? ¿Qué vÃnculos podrÃas llegar a establecer con este artefacto tan semejante a un ser humano, tanto en lo fÃsico como en lo psicológico? ¿Qué necesidades espirituales podrÃas llegar a satisfacer con semejante artilugio? ¿Cómo saber qué es correcto y qué incorrecto cuando tratas con un simulacro de persona? ¿Qué harÃas si pudieras programar la actitud o las reacciones de tu pareja? Si uno se encariña con su ordenador portátil, imagÃnate con lo que pasarÃa con una máquina tan similar a nosotros mismos.
“Realmente son una maravilla estos aparatos, parece todo tan real…â€Â (p.22)
Pero no se equivoquen, Fernando Roye no da respuesta a estas preguntas. Más bien surgen, como en las buenas lecturas, durante el transcurso de esta tragicómica historia de amor en primerÃsima persona. I love F-150 explora, a partir de una prosa ágil, fresca, divertida y sorprendentemente verosÃmil, el espinoso tema del deseo, la vergüenza y la soledad a través de la experiencia individual del protagonista en su relación con el robot, y da cuenta, entre muchas otras cosas, de que lo ético y lo moral nos persiguen incluso en nuestras relaciones con objetos inanimados.
Roye no es ni nocilla ni post-nocilla ni dospuntocero ni blogger. De hecho, nada de esto está presente en su novela, pero no por ello deja de ser contemporánea, y lo cierto es que se agradece. En este reino de joven y efÃmero descaro, donde la novedad se abre camino a base de imagen, es grato encontrarse con creadores austeros que sin creerse su cuento, hacen sus cosas “a poc a poc i amb bona lletraâ€.
Y aunque como a todo, a esta novela también se le pueda sacar la puntita, I love F-150 despliega con sobriedad, ingenio y contención, una historia con mucho gancho y muy buen ritmo. No revolucionará el panorama literario, pero sin duda nos hará pasar un buen rato. Yo lo recomiendo.
GenÃs Veirs
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