Yo hubiera o hubiese amado. Diario Ãntimo (1974).
Félix Francisco Casanova
Demipage (Madrid, 2010)
AntologÃa poética.
Cuarenta contra el agua.
Félix Francisco Casanova
Demipage (Madrid, 2010)
Nadie duda que, de haber vivido en 2010, Félix Francisco Casanova tendrÃa un blog, pero es una suerte que su fecha natalicia se situara en 1956, porque de este modo su legado es un diario auténtico donde un adolescente más que talentoso desgrana sus inquietudes y ensayos en privado, que es lo que cuenta en estos casos. La pérdida de las notas Ãntimas en la posmodernidad es un mal que algunos juzgan beneficioso, como si exponer el yo de manera sempiterna en la esfera pública fuera una virtud irrenunciable para mayor gloria del género humano, entregado al exhibicionismo en una desenfrenada carrera del renuncio a la paz del secreto, del proceso vital y creativo en el silencio de un cuaderno guardado religiosamente en el cajón de la mesilla de noche. Yo hubiera o hubiese amado es el testimonio de un chico de otro tiempo, antes de la red, antes de las bitácoras en las que anónimos y firmas con el pecho henchido se permiten opinar del dÃa a dÃa expuesto a los cuatro vientos. El poeta canario, fallecido en enero de 1976 como consecuencia de un escape de gas, escribÃa sus pensamientos cotidianos desde la anómala normalidad de un cerebro privilegiado que, pese a todo, bailaba al son propio de su edad.
Su diario de 1974 es una amalgama de noches, versos, amores, obsesiones por divas del celuloide, viajes, notas académicas, amores roqueros tendientes siempre más al paraÃso del blues y una digna, por escueta, labor amanuense que registra lecturas, concesiones de premios y esbozos de poemas
¿Acaso tú, mi querido aire de invierno,
no bostezas como el rey del ajedrez
que espera su decapitación
leyendo a los románticos?
que en ocasiones te hacen sentir pequeño por sus osadÃas lÃricas y en otros casos
El autobús de medianoche
pasará por aquÃ, frente a tu casa,
sonará tres veces el claxón
tienen la impronta, que siempre deberÃa acompañarnos, de quien está aprendiendo y apunta sus hallazgos con la aspiración de mejorarlos bajo la sabia estela del paso del tiempo. Félix era una bestia lúcida, un oasis en una isla enmarcada geográficamente en una tierra que vivÃa sus últimas horas grises de franquismo y se aprestaba a cambiar un rostro del que, sin duda, él hubiera sido parte integrante por desparpajo y un genio indiscutible que sus notas muestran con arrogante timidez, capaz de soltar un toma ya al cosechar laureles mientras se sorprende con la belleza femenina que apenas está conociendo a sus magnÃficas dieciocho primaveras cargadas de energÃa, velocidad y una maleta repleta de sueños que trascendÃan universidades, que no universalidades, al adherirse a la existencia, bruja maldita de goce y constante insinuación.
Los diarios suelen ser, y éste no rompe la norma, una extraordinaria fuente de información para filólogos interesados en desentrañar los dimes y diretes vitales y literarios de sus protagonistas. El toque diferencial de Yo hubiera o hubiese amado son los cuentos que cierran el volumen, breves piezas de desbordante ingenio con buenas dosis de surrealismo canónico al partir de la realidad y transformarla al gusto de quien la asume como base inspiradora del proceso creativo al haberla asimilado.
Repetición de motivos y timidez en el atrevimiento: Cuarenta contra el agua
Si me preguntan cual ha sido la lectura que más me ha impactado a lo largo de 2010 diré sin parpadear que ningún libro me conmocionó tanto como El don de Vorace, estrepitosa novela que exige pausas para respirar y asimilar el enorme caudal poético de su autor, desatado en la modulación de un ritmo tan libre que sin quererlo inventa léxico y unas atmósferas inimitables, de aquellas donde puedes palpar la luz y la oscuridad porque su potencia genera una cascada de memorables imágenes que se encadenan con lógica aplastante, como si Casanova escribiera obras maestras desde la cuna. No podemos decir lo mismo de la antologÃa poética Cuarenta contra el agua. Los poemas seleccionados por Francisco Javier Irazoki son joyas en ciernes, bocetos a madurar que percibimos por la repetición de motivos y vocablos. La lluvia, el agua y los árboles aparecen por doquier, apreciándose un profundo cambio estilÃstico a partir de 1975, cuando los versos cobran otro tono y las composiciones adquieren sustancia y recorrido, alargándose mediante una solvencia dialogada que rebosa sinceridad y gana tanto en sÃntesis como en afán descriptivo al abandonar una introspección algo forzada y lanzarse sin miedo al mundo, transportándonos a su visión con envidiable convencimiento de quien ha dado con la tecla justa.
Estos últimos poemas configuran una pequeña porción de la verdadera capacidad de Félix Francisco Casanova, valiente al confesarse
Quisiera ordenar con lógica
mi discurso,
pero no puedo
desde una óptica que pese a su corta edad reflexiona sobre el texto y el lenguaje mientras cavila sobre romances y orgasmos.
El siglo XXI tiene una innata tendencia a vender sus productos literarios con estruendosos lemas que transforman la literatura en una panacea sin la que, en principio, es imposible vivir. Félix Francisco Casanova sólo se asemeja a Rimbaud en la casualidad cronológica. Ambos engendraron su obra en los años setenta de su siglo y, de repente, desaparecieron. Uno decidió abandonar el Viejo Mundo para surcar mares y recalar en EtiopÃa tras marear con profusión su perdiz viajera. El otro vio sesgada su singladura cuando daba esperanzas desde el innegable destello. Mi madre, a la que suelo escuchar siempre con atención, cree que es muy osado usar el término genio. Félix Francisco Casanova era una esperanza, y como tal debemos juzgar su legado, tristes por no poder leer más del niño que amenazaba con una revolución que sigue pendiente en las letras hispanas.
Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com