Historias de asesinos, tahúres, daifas, borrachos, neuróticas y poetas.
Luis Antón del Olmet
Ginger Ape (Mojacar, 2012)
Luis Antón del Olmet (Bilbao, 1886 – Madrid, 1923) fue un periodista y escritor de renombre en el panorama literario español de principios del XX, entre ese ambiente cuasi bohemio de escritores que se alimentaban de sueños y de media tostada, en ese Madrid de redactores llenos de remiendos que apuraban el vaso en lo que llegaba su oportunidad, entre esa intelectualidad hambrienta y a menudo hampona que aguardaba el Parnaso ejerciendo mil oficios heterogéneos, entre ellos, y con frecuencia, el sablazo y algunos la mendicidad. Era ese Madrid que tan bien retrató Cansinos-Assens en La novela de un literato, donde aún permanecía vivo el recuerdo de Alejandro Sawa (Max Estrella) muriéndose de hambre en su casa de corredor, y frescas las anécdotas de quien le dio vida, devenido en manco por disputas literarias. Más de un rato de tertulias saturadas de humo y de conceptos estéticos hubo de compartir, sin duda, Antón del Olmet con, por ejemplo, Dorio de Gádex, emprendido ya por éste el camino hacia la fosa común, o con Pedro Luis de Gálvez, pronto a emprender su rumbo hacia el pelotón de fusilamiento.
“Espíritus ilusos, devorados por el monstruo encantador de la literatura. ¡Intrépidos comedores de musarañas!”, decía de ellos Emilio Carrere, otro sin embargo que tal…
Luis Antón del Olmet (foto: D. P.)
En medio de esa nómina de la “poetambre”, Luis Antón del Olmet ocupó un lugar destacado y su nombre aparece varias veces referido en las crónicas de la época. Él mismo, de hecho, iba a alimentar la leyenda de esos tiempos bohemizantes en que los escritores andaban par a par con la gente de peor vida; no en vano Antón del Olmet fue diputado (primero por las derechas, y luego intentó serlo por las izquierdas), camorrista, pendenciero, matón, y otras actividades de la gentucilla; pero lo que le reservaba un lugar en la crónica de estos tiempos fueron las circunstancias de su muerte: el 2 de marzo de 1923, su compañero de bohemia, el escritor gerundense Vidal i Planas, le mató de un disparo en el saloncillo del Teatro Eslava, donde se estaba ensayando una de sus obras de teatro, por motivos nunca del todo aclarados pero en los que se mezclaba lo amoroso (cuestiones de celos), lo literario, lo político… lo suburbial, en resumen.
Tras su asesinato, su obra (que, como se apuntó, fue bastante celebrada en su día) se hundió en el olvido, a lo que también contribuyo la tumultuosidad de los tiempos que se avecinaban. Hoy, tantos años después, la joven editorial Ginger Ape, en un labor muy elogiable, rescata para los lectores actuales uno de los volúmenes de cuentos de Antón del Olmet, titulado muy gráficamente Historias de asesinos, tahúres, daifas, borrachos, neuróticas y poetas (en el original, publicado en 1913, el título estaba antecedido por Espejo de los humildes y finalizado como [historias…] zurcidas para estímulo de probos y castigo de bellacos).
Decíamos que es elogiable la labor de la editorial Ginger Ape al rescatar esta colección de cuentos (publicados en las revistas Los Contemporáneos y El Cuento Semanal entre 1910 y 1911) porque Antón del Olmet estuvo hermanado con muchos de los escribidores de su tiempo además de por su vida dislocada por la extraordinaria calidad de su escritura. El estilo, el lenguaje, la manera en que narra Antón del Olmet es de una categoría superior, notable ya en su tiempo y hoy prácticamente inencontrable: su prosa es de una soltura tal que, en algunos de los cuentos, como el primero, ambientado en un pueblo gallego, nada tiene que envidiar realmente al Valle-Inclán más desaforado.
Pero, además de la prosa, el planteamiento que de las historias hace Antón del Olmet es también sobresaliente. No ya porque el autor fuera en cierta manera un adelantado de su tiempo, al escribir, por ejemplo, historias de ciencia-ficción (en tono de distopía cercano a Un mundo feliz de Huxley) o historias sobre un fondo bastante explícito de lesbianismo; se trata de que en sus historias se aprecia una realidad sin aditamentos, un acercamiento a las cosas sin remilgos literarios, una verdad desnuda y cruel que a veces se perfila en dos sencillos párrafos o en un diálogo fluido, como la necesidad, por ejemplo, que existe entre dos personajes de matarse mutuamente, o las razones que mueven a otro a engañar a su amigo con la mayor crueldad para hacerse con su novia.
Son historias (las cinco que componen este volumen) directas y sin concesiones que, envueltas, como se ha dicho, en un estilo impetuoso, personal y de muchos quilates, conforman un magnifico rescate de un escritor. Esperemos que no quede el tal rescate sólo en este volumen y pronto podamos ver a Antón del Olmet ocupando el puesto que merece.
Madrid (1966). Ha publicado hasta la fecha las novelas "Vida de Martín Pijo"; "Matilde Borge, aviador"; y "Vidas elevadas", el volumen de relatos "Diez cuentos mal contados", así como una selección de las entradas de su blog: "A esto llevan los excesos". Asimismo ha intervenido en distintas antologías y ha recibido varios premios por sus relatos. Reseñista y crítico literario para medios electrónicos, en la actualidad está dando los últimos retoques a una nueva novela.
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