Lanark. Alasdair Gray
Traducción de Albert Solé
Marbot (Barcelona, 2013)
«Soy [El Mago, en definitiva, el autor] como Dios Padre, compréndalo, y usted [el protagonista de la novela] es mi Hijo destinado al sacrificio, y el lector es un EspÃritu Santo que lo mantiene todo unido y en movimiento». ExtraÃdo del EpÃlogo, que no está al final del libro, que consiste en un paréntesis en la acción y contiene una insólita conversación entre un personaje, el Rey, que dice ser el autor de Lanark, y uno de los avatares del protagonista.
¿Qué grado de fiabilidad merece un escritor cuando escribe su autobiografÃa? Las Confesiones de AgustÃn, ¿reflejan la realidad de la vida del santo de Hipona? ¿Hasta dónde llega el rastro de las experiencias personales del escritor de una obra de ficción? La considerada «autobiografÃa novelada» de J. M. Coetzee Escenas de una vida de provincias (Scenes from Provincial Life, 1998-2009), ¿cuánto tiene de «novela» y cuánto de «autobiografÃa»? A menudo es lÃcito preguntarse cuándo el escritor de una autobiografÃa se ciñe a la realidad de los hechos ocurridos y cuándo fantasea con aquello que pudo ser y no fue o con aquello que fue y no debió ser… En la mayorÃa de escritores ambas circunstancias aparecen mezcladas -y, a menudo, indistinguibles-; Gray corrige esta tentación a la desviación separándolas: la realidad con la realidad -lo que fue tal como fue- y la fantasÃa con la fantasÃa.
«El recuerdo es un proceso de edición que inevitablemente exagera algunos episodios, suprime otros y ordena los hechos de forma más pulcra, pero nadie es consciente de eso con sus propios recuerdos. Yo tampoco».
Lanark (1981) lleva el subtÃtulo Una vida en cuatro libros (Libro III, Libro I, Libro II y Libro IV, por este orden, más un Prólogo anterior al Libro III, un EpÃlogo anterior a los últimos cuatro capÃtulos, y un Apéndice), y asà podrÃa considerarse -entre otras cosas, porque el autor asà lo quiso-, pero puestos a subtitular, también serÃa pertinente Dos vidas en cuatro libros, o Una vida que parecen dos en cuatro libros.
El libro se abre con un desconocido y amnésico individuo, que ha olvidado incluso su nombre, que aparece en una ciudad llamada Unthank -una versión fantástica de Glasgow, en la que no se hace nunca de dÃa- y empieza a relacionarse con un grupo de jóvenes estrafalarios. Tras ese comienzo, los protagonistas, unos personajes esbozados someramente cuyas intenciones y reacciones se salen de lo común, son sometidos a situaciones surrealistas en un medio onÃrico. Lanark, el protagonista, que ha tomado el nombre de una ciudad de la que posee un vago recuerdo, se mueve en ese ambiente como un autómata, como un ser sin discernimiento ni voluntad que actúa según un patrón aleatorio y que se deja llevar por unos acontecimientos inexplicables, injustificados e irracionales. La sorpresa puede ser mayúscula para el lector desprevenido que, llevado por la recomendación o por la pura intuición y desconociendo la obra de Gray, empieza a leer Lanark creyendo que se trata de una novela convencional y, transcurridas las cien páginas de cortesÃa, es incapaz de clasificar el texto que tiene enfrente: ¿una autobiografÃa alucinada? ¿Ciencia-ficción? ¿Un diabólico puzzle literario? La forma narrativa puede recordar al Beckett primerizo, en general, y a Belacqua en DublÃn en particular, y el eco de Kafka es indudable, pero las libertades que se permite el autor, los constantes y desconcertantes cambios de narrador, por ejemplo, pueden dejar perplejo al lector.
«El señor Meikie la rechazó [la historia que habÃa escrito Thaw], explicando que Thaw habÃa intentado lograr una mezcla de realismo y fantasÃa que habrÃa resultado difÃcil incluso a un adulto».
Thaw es el otro personaje central del libro, o el alter ego de Lanark -¿o es Lanark el alter ego de Thaw? Conceptualmente, lo que sucede es que un mismo personaje se desdobla: Thaw, de niño y joven, antes del suceso que da un vuelco a su vida y que hace que cambie a Lanark, que escucha de un supuesto y oculto Oráculo la historia de su vida anterior-, y se dirÃa protagonista de una autobiografÃa convencional, cuyo súbito surgimiento en el Libro I explica por qué está alterado el orden de los cuatro Libros; de hecho, en el Interludio posterior al Libro I se nos apunta que «la historia de Thaw está recubierta por el caparazón de la historia de Lanark», aunque el lector puede que no tenga claro qué historia sostiene el papel de «caparazón». Aquà sà que la ciudad donde trascurre la acción se parece más al Glasgow real, la familia del protagonista es convencional y el tiempo histórico fácilmente identificable, los años anteriores a la II Guerra Mundial. El propio autor reconoce el rastro autobiográfico de estos dos «primeros» libros, no tanto un bildungsroman al uso como un Retrato del artista adolescente, texto con el que las relaciones son fácilmente rastreables.
La distopÃa está servida al llegar al último Libro, y el eco de 1984, indudable, aunque con un Winston Smith peculiar, más reivindicativo que desengañado, y más centrado en el poder económico -recuérdese la época histórica en que se ubica el libro- que en el mediático.
«Hay muchos obreros que no crean nada salvo riqueza. No producen comida, combustible, casas ni ideas útiles; su trabajo no es más que una forma de aumentar su poder sobre la gente que sà crea todas esas cosas».
Se trata de un mundo dominado por una oligarquÃa que posee el poder y que utiliza el dinero para comprar el tiempo para pensar o hacer planes con el fin de perpetuarse en su posición.
«Es la conducta habitual. La mitad eficiente se come a la mitad menos eficiente y se vuelve más fuerte. La guerra es tan sólo una forma violenta de conseguir aquello que la mitad de la gente hace sin disturbios en la época de paz: utilizar a la otra mitad como alimento, para obtener calor, como maquinaria para lograr placer sexual. El hombre es el pastel que se hornea y se come a sà mismo…».
¿Denuncia? SÃ, por supuesto, bajo la forma de distopÃa funcional polÃtica y económica desarrollada en un medio inhabitual, laberÃntico, metafórico incluso en su arquitectura y en su geografÃa, un orbe apocalÃptico e irreal dominado por vÃas aéreas que conectan mundos superpuestos e infinitas escaleras que no siempre llevan al mismo lugar, con una ácida crÃtica, aunque muy literaria, hacia la mercantilización abusiva y el creciente, insaciable y omnÃmodo poder de las impÃas multinacionales que podrÃa recordar, en algunos aspectos, incluso el metaliterario, a la posterior La broma infinita.
«Te estás dejando engañar por la ilusión polÃtica más vieja que existe. Crees que puedes cambiar el mundo hablando con un lÃder. Los lÃderes son efecto de los cambios, no sus causas. No puedo hacer prosperar una tierra si mis opulentos patrocinadores no pueden explotarla».
Ni el tiempo transcurrido desde su publicación, ni los cambios que en estos treinta años ha visto la civilización, ni la renovación en las formas estilÃsticas de los nuevos enfoques narrativos de ese concepto en continuo cambio que llamamos «novela», afectan en lo más mÃnimo a la vigencia de Lanark; si acaso, como en las peores pesadillas, podemos comprobar con estupor cómo las amenazas ficticias van encarnándose en ese difuso mundo que llamamos realidad. Lanark es un libro imprescindible, y Gray un autor al que merece la pena seguir.
Joan Flores Constans
http://jediscequejensens.blogspot.com
[…] Noticia completa (Revista de letras). […]
[…] en el bohemio West End de Glasgow, son una obra en construcción. A los 78 años, el autor de Lanark aprovecha cualquier descanso entre las bodas y fiestas que se celebran en la sala superior del […]
[…] via “Lanarkâ€, de Alasdair Gray – Revista de Letras. […]