Los años de lluvia. Jesús Esnaola Moraza
Paréntesis (Alcalá de GuadaÃra, Sevilla, 2012)
VenÃa siendo recurrente, a la hora de escribir una reseña sobre un libro de microrrelatos, o hiperbreves, o minificciones, como quiera llamarse, aludir al auge progresivo del género y a cómo poco a poco se iba afianzando con un buen número de autores y un grupo bastante fiel de lectores. Hoy, realmente, ya todo eso es innecesario, porque el “micro†ha adquirido plena carta de naturaleza y es ya un género bien formado. Un genero, además, con diferentes matices, muchos de los cuales podemos ver en este libro de Jesús Esnaola, un donostiarra afincado en L’Hospitalet, asiduo a blogs y publicaciones digitales, ganador y finalista de varios concursos importantes del género, y que con este libro se estrena en la letra impresa.
En Los años de lluvia podemos hallar microrrelatos de muy diversos estilos, desde aquellos fantásticos, que de repente rompen con la realidad introduciendo en la rutina, en la vida cotidiana, un elemento perturbador, a aquellos otros que juegan a engañarnos hasta el momento final, en que con una leve torsión inesperada, a veces en la última lÃnea, cuando no en la última palabra, nos sorprenden de forma totalmente inesperada, cambiando el sentido a todo. Desde los “micros†armados en torno a una sensación, a veces en torno a una frase cazada al vuelo; a otros que son un juego metaliterario en el que en un determinado momento se difumina la realidad a este y a ese lado del papel.
Todos los géneros, tratados con exquisito gusto por el autor, parecen tener cabida en este compendio de microrrelatos en sus diferentes formas, pero quizás, y en opinión del que reseña, los de mayor calidad son aquellos que llevan hasta sus últimas consecuencias el objetivo final de este tipo de relatos, que no es otro sino conseguir que no sobre una sola sÃlaba, que cada palabra tenga un sentido. La contundencia, en resumen, y tanto mejor cuando se llega a ella mediante la elipsis, el no decir, la sugerencia total, como en este magnÃfico relato titulado “Ellas†que me honro de transcribir:
Tal vez, si te hubiera preguntado dónde las habÃas visto, habrÃa podido comprobarlo. Pero preferà pensar que estabas loca, que la cordura te habÃa abandonado y firmé los papeles, dejé que te encerraran en aquel lugar lleno de blancos, de vacÃos, de rumores y gritos. En aquel momento me convencà de que era lo mejor para ti, que allà te ayudarÃan a curarte, a volver a ser la que eras, a olvidar los dÃas en que todo ocurrió.
Hace una semana que no me atrevo a salir de casa. Pronto me llevarán a tu lado. Yo también he empezado a verlas.
Aquà acaba. ¿Ver qué?, se preguntará, seguramente, el lector. No sé, qué importa, qué más da; lo que cuenta es haber conseguido despertar esa sensación de inquietud indecible precisamente a base de ocultar la palabra clave, no de narrar sino de callar. Esto es lo que hace a este, y a otros relatos del libro, unos cuentos prodigiosos. Esto es lo que en definitiva ha dado prestigio al género hiperbreve: los buenos autores, como Esnaola, que narran lo máximo con lo mÃnimo.
Hay varios relatos como esta joya a lo largo del libro. Un libro que, repito, puede ser también una guÃa de las distintas formas de afrontar los hiperbreves. Todas ellas con una contención y un gusto admirables, reflejo de un autor dotado para el género que cuida tanto o más los silencios que los dichos.
Miguel Baquero
El mundo es oblongo