Los canÃbales. Iván Humanes
Libros del Innombrable (Zaragoza, 2011)
La arqueologÃa es una de las disciplinas de la Historia que más socava el discurso imperante. Asà como lo llamado histórico suele basarse mayoritariamente en la documentación escrita, entendida como testimonio más o menos objetivo de los hechos pretéritos, y suele relatar la intencionalidad benigna o maligna de nuestra propia idiosincrasia grupal o individual, la arqueologÃa estudia aquellos restos fÃsicos que nos legaron, unas veces conscientemente y otras inconscientemente, nuestros predecesores. La especie humana, en el transcurso de su existencia sobre el planeta Tierra, ha vivido en constante contradicción consigo misma, no sólo en su forma de comportarse como especie (animal) sino también de relacionar al individuo con la colectividad y al individuo con su prójimo. En este contexto, la arqueologÃa nos ayuda a comprender hasta que punto somos mentirosos y prosaicos los seres humanos, pues decimos o escribimos algo y después nuestros hechos dicen algo muy diferente, a veces justo lo contrario, y los restos –especialmente las huellas inconscientes- que dejamos asà lo delatan. Iván Humanes en Los CanÃbales, libro de relatos recientemente aparecido en la editorial zaragozana Libros del Innombrable, realiza un perfecto ejercicio de arqueologÃa.
De esta manera, por ejemplo, y por resaltar un testimonio estudiado por la ArqueologÃa sobre la existencia del canibalismo, tenemos el hallazgo de algunos restos de homÃnidos en el yacimiento de Atapuerca (Burgos); concretamente huesos pertenecientes a dos niños, dos adolescentes y dos adultos troceados, con marcas de descarnado y golpes producidos por instrumentos de piedra, que fueron descubiertos mezclados con los restos, igualmente troceados, raspados y golpeados, de otras especies animales como ciervos o jabalÃes. Aquellos restos, depositados entre los de animales que habÃan servido de alimento a nuestro homo antecesor, vienen a descartar que el canibalismo que practicaron los antiguos habitantes de Atapuerca fuera un hecho ritual y aislado y, por tanto, convierte su antropofagia en mero ejercicio alimenticio cotidiano o, mejor aún, en pura gastronomÃa.
Pero retornemos al libro de Iván Humanes. No me gusta la expresión tantas veces usada de que el “autor no ha hecho concesiones a sus lectoresâ€, yo prefiero pensar que el autor me está tratando como un lector inteligente. Y ese elogio hacia mÃ, lector, me produce la mayor de las satisfacciones. Pues bien es sabido que tan importante es lo que se cuenta como lo que no se cuenta en cada narración; Iván opta por dejar en manos de sus lectores el completar la narración e interactuar con el texto, o reflejar en él su propio imaginario, asà como dar más o menos valor a las múltiples referencias sugeridas.
Estas referencias son muy variadas, pero creo que se pueden resumir en dos polos principales para realizar un recorrido por las narraciones incluidas en el libro: uno centroeuropeo, con sonoridades bernhardianas en relatos como el titulado “Unida†o kafkianas en “Q93nâ€, y también con las pelÃculas del austrÃaco Haneke, especialmente en la capacidad para recrear una violencia no explÃcita, violencia que puede hacerse silenciosamente, como la hace el forense sobre los cadáveres en el relato titulado “El segundero de oroâ€. El otro polo radicarÃa en el continente americano, desde el sur nos llegan los ecos entretejidos de Borges y Cortázar, y desde el norte Paul Auster como gran artÃfice del absurdo humano y el relato inacabado, y Lovecraft en esa maestrÃa por hacer de lo fantástico universal un terror próximo e individual, que Iván recrea en narraciones como la titulada “La zonaâ€. Todas esas referencias y algunas más (como la explÃcita al gran poeta y novelista catalán Joan Perucho) hacen de este libro no sólo un ejercicio de estilo literario, sino, y por encima de todo, evidencian la inmensa capacidad de Iván por la invención, con gran contención e ingeniosidad, y sin caer en la ocurrencia sorpresiva que despista o en los fuegos de artificio del género fantásticos habitual.
Los interiores cerrados, los sótanos y las cuevas, crean una atmósfera propicia en la que los personajes desarrollan comportamientos absurdos u onÃricos que, en principio, nos producen extrañeza, pero que, en el fondo, son la expresión de las ansiedades colectivas e individuales ante los desafÃos, demasiadas veces incomprensibles, a los que tememos enfrentarnos. AsÃ, junto al personaje aislado, en constante transformación o autodestrucción, surge una conciencia colectiva, un nosotros o ellos, aún más terrible y global, que convierte en inaprensibles las amenazas que acechan al ser humano.
El canibalismo contemporáneo, la forma socialmente aceptable de consumir seres humanos, se basa en un discurso que oculta el capitalismo vigente, extrañándolo y haciéndolo abstracto; y uno puede leer en los periódicos la palabra “mercados†y no entender que la inversión que acaba de efectuar en bolsa o en su banco habitual forma parte de los mecanismos de una maquinaria despiadada, capaz de despedazar naciones, acabar con las poblaciones indÃgenas, apoyar la deforestación o impedir que los alimentos sean asequibles para todo el mundo. Iván Humanes nos descubre a nosotros mismos hincándonos el diente. Sólo las buenas narraciones, asà como la arqueologÃa, son el espejo que nos merecemos. Merecer a Iván Humanes nos hace lectores afortunados.
AgustÃn Calvo Galán
http://proyectodesvelos.blogspot.com