Una luz que viene de fuera. Joan de la Vega
Paralelo Sur Ediciones (Barcelona, 2012)
Una de las principales diferencias entre la espiritualidad oriental y la occidental es que en aquélla la trascendencia es vivida en el aquà y ahora, mientras que en occidente la trascendencia es percibida como algo fuera de nuestra esfera de realidad temporal. Tras La montaña efÃmera, Joan de la Vega incorpora la trascendencia oriental a su obra poética en Una luz que viene de fuera. El libro se divide en dos partes, «Samsara» y «Las flores del Dharma». Samsara y dharma son palabras del sánscrito que siguen teniendo vigencia en religiones orientales actuales como el hinduismo o el budismo; y simplificando mucho, podrÃamos decir que ambas hacen referencia a la renovación y a ley universal que gobierna los ciclos de la vida -y de la muerte-. De esta manera, marcado el sendero de la espiritualidad, nos encontramos ante un libro en el que la meditación y la contemplación le permiten al poeta construir la conciencia de su devenir:
todo sucede
menos yo
Por otro lado, y como viene siendo habitual en la obra del poeta de Santa Coloma de Gramenet, la naturaleza sigue siendo una de sus grandes fuentes de inspiración, en ella rastrea lo inalterable, de ella aprende el sentido de la eterna renovación y la superación de las apariencias, en ella busca también una inocencia primigenia:
gime la tierra
su anhelo de infancia
Y de la contemplación surge una percepción de la luz, de su origen; pero también frente a la luz, a lo diurno, la noche se hace conciencia de la realidad, conciencia preñada de la vastedad del firmamento. Es en la noche donde tomamos referencia verdadera de la luz, de su ausencia, de la luz que llega de afuera para iluminar la cueva en la que vivimos y donde, platónicamente, sólo vemos pasar sombras:
más allá de la córnea
donde las sombras abordan
una oscuridad suprema
Una conclusión posible, en medio de la oscuridad que nos rodea, es reconocer la vacuidad en un mundo de apariencias. Los poemas de Una luz que viene de fuera afrontan las contradicciones de la existencia y se van construyendo como trascendencia del mundo y su apariencia, como absolución, como posibilidad de redención y reconocimiento de la nada que somos, de la que emergemos y en la que nos mantenemos, de ese vacÃo universal que puede llenar nuestra mente hasta desbaratarla o que puede hacer crecer frente a nosotros la materia en forma de naturaleza. Al creador sólo le resta caminar en la oscuridad de sà mismo, apenas iluminado por la luz del mundo, sin conseguir resolver ni anhelos ni asperezas, ni la soledad compartida, el amor o la escritura. Al fin, la muerte es la única respuesta que nos aproxima a la eternidad, la única pulsión realmente vital, inalterable y universal de nuestra existencia:
aquella que dure
más allá de la vida.
Honda poesÃa de templanza y vitalidad, donde buscar la muerte no es destruir la creación sino rendirse a los ciclos de la vida y, por tanto, renacer en un nuevo ser. La poesÃa de Joan de la Vega renace en cada uno de sus libros y se reinventa, renovada como aliento de conocimiento y no de desesperación. Ante el paisaje, el poeta se reencarna desde la sinceridad y el reconocimiento de su propia insignificancia ante la naturaleza; y desde su propia capacidad de destruir el yo individual consigue confundirse con el Universo. Además, ahondando en la búsqueda de una escritura lo más natural posible, Joan de la Vega se desnuda de cualquier aditamento gramatical innecesario y practica una poesÃa del despojamiento, limpia, franca, sin doblez ni vestiduras artificiosas, sin falsas estéticas de la modernidad, sin puntos ni comas, sin mayúsculas, hilvanada en versos que se abren sin principio ni fin y forman poemas, constelaciones significantes, que van sumando ciclos vitales a un conjunto en el que, gracias a la renuncia, se consigue una poesÃa de extraordinaria altura.
AgustÃn Calvo Galán
http://proyectodesvelos.blogspot.com