Una revolución pequeña.
Juan Aparicio-Belmonte
Lengua de Trapo (Madrid, 2009)
Juan Aparicio-Belmonte es autor al que hay que seguir la pista. Fiel a un estilo propio, en el que el humor forma parte del mecanismo narrativo, consigue su mejor obra hasta el momento con Una revolución pequeña, su cuarta novela y una recalcitrante, graciosa historia de venganzas que acaba transformándose en pieza criminal de insospechada resolución.
(A partir de aquÃ, ojo porque se explican detalles del argumento).
Y todo comienza con un encuentro entre Perversa López, femme fatalÃsima, gorda y, valga la redundancia, pesada hasta decir basta, y Esteban Gómez, abogado con tremendos dramas personales que son expuestos en rutinarias sesiones con su psiquiatra, Don Fernando. En un viaje aéreo, comparten asientos consecutivos y acaban, de la manera más insospechada, compartiendo también la cama. Será el inicio de una pesadilla en la que se descubrirá que Perversa lo ha planeado todo para vengarse del despecho de Ãngel Rescello, tÃo de Esteban, un tipo afÃn a la izquierda revolucionaria que tiene adornada la casa con bustos de Lenin, con quien mantuvo un apasionado affaire en la facultad, siendo él profesor y ella disciplinada alumna. El enredo aumenta cuando Perversa, haciendo honor a su nombre, liquida a Rescello y confiesa el crimen a sus padres, quienes se dedican en sus ratos libres a darle matarile a indigentes y pescadores. Justo López, su padre es, además, juez de instrucción y decide, por el bien de su hija, manipular pruebas y testimonios para que no la pesquen. Pero, ¡ay!, el bautizo de Perversa como criminal no ha ido todo lo bien que se esperaba, ya que termina sintiéndose culpable y cayendo en una depresión profunda que agotará la paciencia del juez quien, a su vez, deberá esquivar a Sarita Lagos, comisaria que, aun estando embarazada, toma las riendas del caso para sacar de la cárcel a su pareja… que no es otro que Esteban Gómez.
(Fin de la sinopsis).
El autor de Una revolución pequeña consigue hilvanar una complicada trama en la que, además de ofrecer un catálogo de personajes antológicos a la altura de los que poblaban las ficciones de «la otra generación del ’27», pone en solfa, imagino que de manera premeditada, al sistema judicial de nuestro paÃs. Deja entre sus páginas episodios memorables, como los protagonizados por los papás de la criatura (su diálogo mientras asisten a una corrida de toros o el que mantienen paseando por el parque cuando Verónica, la madre, le echa el ojo a un corredor con intenciones asesinas, son de traca), las sesiones de terapia de Esteban o las impagables aventuras de un descontrolado Justo, liquidando a pedrada limpia para relajar sus torturados nervios.
Juan Aparicio-Belmonte controla en todo momento a sus personajes y sabe dosificar la acción, dándole coherencia a un texto que, en manos de otro autor menos metido en faena, podrÃa acabar siendo un cúmulo de despropósitos sin orden ni concierto. En esto vence a un experto de la talla de Tom Sharpe (con cuya obra me atreverÃa a comparar la aquà comentada), quien no acaba de dar carpetazo resolutivo a sus disparatadas intrigas. Una revolución pequeña es ejemplo de novela bien construida, con un armazón en el que todo cobra sentido (hasta lo menos probable) una vez finalizada la lectura.
Como decÃa más arriba, échenle el ojo a a este tipo.
José A. Muñoz
(Foto del autor © Eva Barrasa)