ElegÃa. Mary Jo Bang
Traducción y prólogo de Jaime Priede,
en edición bilingue
Bartleby Editores (Madrid, 2010)
Cómo puede ser que esto no signifique nada para nadie que no sea yo… He aquà un verso del poema Paisaje con caÃda de Ãcaro perteneciente a ElegÃa de Mary Jo Bang. Encabezo la reseña de ElegÃa con ese verso (una frase común, una frase que podrÃa apropiarse cualquiera de nosotros) porque creo que la escritura de este libro no es sino un exorcismo frente a esa frase, frente al vacÃo de sentido que bordea esa frase, contra el inmenso dolor de una madre capaz de escribir esa frase.
Mary Jo Bang perdió a su hijo, un hecho autobiográfico que motiva la escritura de las ‘elegÃas’, cantos, en su sentido más clásico, que lamentan la ausencia de los seres o la personas amadas. Sin duda el sentimiento elegÃaco es una de las grandes fuentes de la lÃrica de todos los tiempos. La muerte de alguien tan querido como un hijo es un tópico universal; y al tiempo un riesgo para el poeta que ose actualizarlo. Conservar el punto intermedio entre la experiencia personal y la expectativa de un lector universal, expresar el natural sentimiento de dolor sin caer en el fácil sentimentalismo… son retos a los que se ha enfrentado la autora y de los que sin duda ha salido con éxito. La experiencia de la muerte, de hecho, sirve a Mary Jo para adentrarse en cuestiones de hondo calado acerca del lenguaje y de la relación objeto/sujeto (objeto que es la urna de cenizas en la que ha quedado convertido el cuerpo del ser querido). ¿Qué es lo que puede ser dicho acerca del dolor y de la muerte? ¿Puede concedérsele algo asà como una sobrevivencia al ser amado más allá del momento de su desaparición? (algo de lo que ya se ocuparon Teognis de Mégara o el propio Shakespeare en sus sonetos) ¿Cuál es la naturaleza del recuerdo y, por tanto, la del tiempo? A ninguna de estas preguntas responde la autora con claridad (el objetivo de la poesÃa no ha de ser responder a las preguntas sino, más bien, saber plantearlas). Los poemas de ElegÃa transitan precisamente entre el espacio que separa y al mismo tiempo comunica los polos del dilema. Asà el recuerdo se ve como algo no vivo, como una maqueta, un ahora que ha terminado, mientras que unos versos antes se veÃa como un ahora infinito que compartir con el hijo perdido. Mary Jo es brillante en su escritura. Sus versos están llenos de imágenes donde el vuelo discursivo ashberiano ha sido limado hasta –sólo- lo substancial, como si la propia temática del libro impidiese el exceso digresivo al que nos tiene habituados el poeta neoyorquino. He pensado en Anne Carson y en La belleza del marido mientras leÃa el libro de Mary Jo Bang. Cierta cualidad del discurso poético emparenta a ambas poetas.
La impresión con la que el lector abandona este libro es la de haberse encontrado con algo ‘verdadero’ (Oh, el Arte/aún Contiene la Verdad, Hallen Refugio. ¿Dónde? AllÃ. /Allà dice uno.), radicado (volviendo a la frase con la que iniciábamos la reseña) en una circunstancia vital de la poeta que ésta ha conseguido universalizar para mostrarnos un espacio de intimidad que va más allá de lo experiencial y psicológico. Un espléndido y honesto ejercicio donde el lenguaje se adentra en las maneras de nombrar la ausencia.
Javier Moreno
http://peripatetismos2.blogspot.com