Daniel Innerarity | CCCB, MIquel Taverna

No es el eco lo que oyes a lo lejos

Daniel Innerarity habla sobre la excepcionalidad en la que se vive en Catalunya en una conferencia organizada por el CCCB

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Daniel Innerarity | CCCB, MIquel Taverna

Daniel Innerarity, catedrático de la Universidad del País Vasco, ha aprovechado la presentación de su último libro, Política para perplejos, para ofrecer una conferencia en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona.

Acompañado por las periodistas Esther Vera y Neus Tomàs, el pensador ha compartido un diagnóstico de la situación política, tanto en Catalunya y España como en el resto del mundo, dominada por la incertidumbre y la desorientación.

Innerarity insiste en la necesidad de “saber las razones del otro”, algo tan obvio y tan necesario como tantas veces olvidado, consciente o inconscientemente. Por ello ha hablado de la importancia de escapar de la cámara de eco en la que muchas veces nos refugiamos.

Una cámara de eco es la metáfora que se suele utilizar cuando se habla de los medios de comunicación que potencian un sistema cerrado, en el que audiencia y emisor se retroalimentan con una única perspectiva. Al efecto homogeneizante que produce (solo consumimos información que coincide con nuestra cosmovisión) se le suele llamar, también, “tribalismo cultural”.

¿Cuántas veces hemos empezado un artículo sabiendo qué iba a decir exactamente y, aún así, lo hemos leído? ¿Cuándo es la última vez que, sin renunciar a nuestros criterios y valores, nos hemos dejado tocar por una mirada divergente de alguien al que considerábamos adversario político?

Es por eso que Daniel Innerarity recomienda, en momentos en los que triunfa más que nunca la mercadotecnia política y la rotundidad de la simplificación, una “dieta variada de información”.

En el anterior libro, La política en tiempos de indignación, el filósofo analizaba cómo en periodos de enojo colectivo los culpables pueden identificarse con nombres muy concretos. Ahora, cuando la política ha vuelto a desengañarnos (sobre todo, su sistema de representación), es cuando podemos y debemos decir en voz alta que  “nosotros formamos parte del problema”. “Hay políticas populistas porque hay votantes populistas”, sostiene el ensayista.

Vivimos, según el autor, en una triple incertidumbre. La teórica, que ya no nos permite anticipar el futuro. ¿Quién podía predecir la victoria de Trump o el Brexit? La práctica, cuando la izquierda solo quiere impugnar lo existente mientras la derecha intenta adaptarse, y nadie se plantea la política a medio o largo plazo. Y, por último, la incertidumbre emocional, un estado de ansiedad permanente en el que se vive en algunas comunidades.

Galaxia Gutenberg

La triple perplejidad está asociada de manera íntima, según el autor, a la crisis de la mediación que estamos padeciendo. Por eso habla del periodista, que parece haber perdido su rol en la sociedad actual. Además del evidente desprecio a los hechos por parte de algunos políticos (también de muchos ciudadanos), lo que vemos es cómo los votantes creen poder acceder al conocimiento de manera directa, sin nadie que les ofrezca criterios. Ven el trabajo del periodista (o del maestro o del médico) como si estuviera impregnado de un cierto paternalismo (y, a veces, tienen razón) pero la verdad es que, como apunta Innerarity, “la realidad no viene dada inmediatamente”.

“No nos falta información, lo que nos sobra es confusión”, añade el pensador.

Daniel Innerarity considera que la democracia “es un régimen de opinión, no de objetividades”. Es por ello que apuesta por sofisticar los sistemas democráticos, superando las categorías binarias (derecha/izquierda, arriba/abajo, nosotros/ellos). Considera el filósofo que estamos focalizando demasiado en las personas (los líderes) y muy poco en los procedimientos (en las reglas del sistema). “La democracia, si es útil, puede superar el paso de los malos políticos”, sostiene.

En “sociedades potencialmente catastróficas”, dice Innerarity, la amenaza ya no es exterior. Por eso hay que aprender a convivir con la aparente paradoja de que cada vez es más difícil anticiparse a lo que vendrá y, al mismo tiempo, cada vez es más necesario para combatir la perplejidad en la que nos hemos instaurado.

¿Cómo hacerlo? El autor afirma que, más allá de gestionar el día a día, el político ha de prestar atención a lo latente. “La política solo recoge zascas”, y los zascas son conservadores porque solo atienden a la lógica de la acción y la reacción (además de revelar una cierta tendencia al show business que algunos tienen, podríamos añadir).

Desde esa retórica de la cámara de eco, consumiendo información únicamente para alimentar la autocomplacencia, podemos analizar, también, algunas de las cosas que han ocurrido en Catalunya, según el ensayista. En primer lugar, no podemos obviar el complejo dilema sobre quién encarna el demos (el grupo de gente que se declara competente para decidir o no). Pero, además, hay que aceptar que “el otro es irreductible”. “El adversario político no se va a disolver ni va a desaparecer”, nos advierte Innerarity, quien apuesta por abrir en cuanto antes espacios de negociación.

Lo más importante para el ensayista es cumplir, en cualquier circunstancia, el “principio de reciprocidad”. “No podemos exigir al otro lo que no nos exigimos a nosotros mismos. Hay que mantener, siempre, un especial respeto a la pluralidad y a las minorías”. Y es que lo que oímos a lo lejos no es nuestro eco. Es el vecino, que está tan cerca y tan lejos. ¿Seremos capaces, a pesar del ruido y los agravios, de acercarnos sin adjetivos? ¿Lograremos ver en él lo que tiene de enigma y no lo que contiene de estigma? ¿Encontraremos otras reglas de juego que no sean las banderas de la victoria o de la derrota?

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

1 Comentario

  1. …ya, como decir, «roma e Italia», visto que alguna vez era de los papas, o tel aviv e isarel, confimando que negamos a jerusalén como capital legítima… y mordiéndonos la cola, Cataluña y España, como si no fuera el mismo sitio.

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