Autores de Novela Negra 2 (I): Craig Russell

Mientras el investigador Lennox (que no detective, como él mismo insiste en dejar claro) se está agenciando a Lorna MacFarlane en el asiento trasero de su Austin Atlantic, al padre de la chica le están reventando la cabeza.

«Resulta irónico pensar que dos miembros de la familia MacFarlane tuvieran que tropezarse casi a la misma hora con el extremo útil de un instrumento contundente».

Craig Russell (Foto: Roca Editorial)

Craig Russell tiene una especial habilidad para hacerle soltar semejantes frases a su protagonista-narrador. En cada párrafo hay al menos una de estas perlas sarcásticas que recuperan el viejo estilo de los clásicos, aquellos que permanecen en la memoria y que siguen sorprendiendo a las nuevas generaciones.

El beso de Glasgow (Roca Editorial) es la segunda aventura del personaje, un tipo socarrón de origen canadiense que vive en Glasgow en plena posguerra. Los años ’50 fueron muy duros, los veteranos de la segunda contienda mundial no encontraban su lugar y debían sobrevivir trapicheando y formando equipo junto a gentuza como los Tres Reyes, mafiosos que amañaban apuestas pugilísticas o que comenzaban a mercadear con la droga. Y Lennox, metido hasta las cejas en mil embrollos, debe poner orden e investigar todo lo que le llega a las manos, que no es poco, mientras esquiva la molesta sombra del comisario McNab.

Russell es también creador del personaje Jan Fabel, protagonista de cinco novelas ambientadas en el Hamburgo de nuestros días, y que le han dado gran popularidad en Alemania. Con la serie de Lennox ofrece un giro inesperado que sorprende a sus seguidores.

Con Lennox recuperamos la etapa más importante de la novela negra, la de los años ’50 – ’60. ¿Cuanto le debes a autores como Raymond Chandler, Dashiell Hammett o Jim Thompson?

Sin vergüenza alguna, reconozco que me sostengo sobre el eco que me ofrecen los clásicos y vuelvo sobre ellos. De todo lo que se ha publicado sobre crímenes, son los que más me han influenciado y, sin duda, los que más me han motivado a escribir, sobre todo cuando comencé de joven. Y no me refiero solo a la literatura, también las películas con actores característicos, como Robert Mitchum. Con las películas y esa atmósfera tan particular, inyectaron una sobredosis de eternidad y de realismo en el estilo. Pero, sin lugar a dudas, Chandler es una de mis grandes influencias. Figura en mi paisaje personal. Y es difícil, porque no leo a muchos autores de novela negra. Leo propuestas más modernas, pero siempre tiendo a ir atrás. Jim Thompson, Ross Macdonald, obviamente Hammett y Chandler.

La serie de Lennox es muy diferente a la anterior. Las historias de Faber son más sanguinarias, adecuándose a los nuevos gustos, con asesinos seriales y crímenes muy violentos, y a muchos seguidores les ha sorprendido tu nueva propuesta. ¿Querías distanciarte de tus anteriores libros? ¿Ha sido premeditado?

El cambio se hizo de manera evidente. Me gusta mucho la serie de Faber, disfruté trabajando en ella, aunque quizás no es la manera más acertada de decirlo, porque fue un trabajo muy difícil, la investigación me llevó a unas áreas muy oscuras, pero estoy muy orgulloso del cuerpo de textos que la conforman, aunque… no había risas. Y lo que quería hacer era hacer trabajar este otro lado de mi personalidad que no había sido capaz de explorar. Quería algo completamente diferente y entonces pensé en un tipo de novela histórica, como lo que resultan ser las de Lennox, que lo son en la medida en que reflejan rasgos de los ’50. Cuando apareció el personaje lo dibujé, lo eché a un lado y me puse a pensar en otras cosas, pero en ningún momento me dejó tranquilo. Siempre que empezaba a trabajar en algo me hablaba, y me encantaba lo que decía. Tenía que darle vida, él mismo se lo estaba buscando. Me resultó muy extraño porque el personaje tomó el poder y llevó la serie en una dirección completamente diferente.

Explicaste en un artículo que te consideras un escritor «de método» y que te absorbe tanto el trabajo que llegas a transformar tu casa cuando escribes y eso afecta incluso a tus hijos.

Es extraño, sí. Quizás algún psiquiatra podría escribir una tesis acerca de este comportamiento. Hay muchas maneras de investigar un período, una localización y todo lo que está presente en una novela. Encuentro que, físicamente, debo tener a mi alrededor, mientras escribo, cosas del momento, del periodo en el que ubico el libro. No me dedico únicamente a investigar artículos de la época, tengo que tener en mis manos un periódico impreso entonces. Me costó una fortuna conseguir estas cosas.  Pero lo que afecta a mis hijos es la música, porque necesito ambientarme con las  canciones que escucharía Lennox, al igual que me sucedió con Fabel. Me convertí en un fan de Mel Tormé, porque lo mencionó en los libros y siempre lo tengo sonando detrás. Intento sumergirme por completo en el periodo. Vivo en Perthshire, que es un pequeño pueblo escocés y, allí, vivir en los ’50 no es tan extraño (risas). Esto lo puedo decir en España, claro, ahora que no me oyen mis compatriotas. Y sí, necesito obtener el sentido de la época. Por ejemplo, voy a rallies de coches antiguos y antes de que llamen a seguridad, les pregunto a los propietarios si puedo sentarme en el interior de sus vehículos, porque huelen de manera diferente. Honestamente, son cosas por completo innecesarias pero me divierten mucho.

Tanto Fabel como Lennox ejercen su trabajo fuera de sus países de origen. ¿Te apoyas en eso para remarcar y profundizar en el choque de culturas?

Fabel es alemán y medio escocés. Es diferente con las dos series. Si Lennox fuese escocés  hubiera resultado muy complejo reflejar esa mirada cínica hacia las personas de su misma nacionalidad, porque los escoceses son muy patrióticos y no toleran ciertas burlas. Es como una tradición del género que el personaje deba estar un paso por detrás de lo que está sucediendo en su entorno, incluso de la moral y de la cultura del país en el que se mueve. Es un mecanismo de distanciamiento que siempre se ha utilizado y que yo mismo empleo. Además, así se crea un puente con el lector, porque si alguien de Barcelona lee sobre el Glasgow de los ’50, será más sencillo entenderlo si el que te lo explica está fuera de  la cultura de esa ciudad, si es un outsider. Hay muchas novelas policiacas que transcurren en Escocia, con protagonistas escoceses y que tienen muchos lectores allí, pero no contemplé a Lennox así. Quise buscar un público más amplio y que se creara esa proximidad en otros países. Y el público escocés ya conoce Glasgow, no haría falta que detallara tanto.

Ese distanciamiento se refleja muy bien en la novela con el trato que los escoceses mantienen con los irlandeses, a base de insultos y calificativos de desprecio, mientras Lennox se mantiene al margen del conflicto.

Sí, en efecto. Él observa sin el calor del patriotismo. Creo que es uno de los elementos más importantes. Definitivamente es imprescindible que haya un personaje fuera del conflicto cultural. En El beso de Glasgow el personaje judío, Jonny Cohen, explica de cuando era un niño, acerca de su origen judio, y le preguntaban si era católico o protestante. Es algo que está ahí y de manera muy profunda. Lennox se mantiene al margen.

Sobre el sarcasmo, es un asunto muy complejo, porque el exceso puede provocar que un personaje nos parezca ridículo, no puede ser que el único gracioso de la novela sea el protagonista. ¿Te has controlado mucho para que eso no suceda?

Mis hijos dicen que ni yo mismo puedo controlar el mío, así que… (risas). Lennox es un producto de la guerra. Y la suya fue mala. El humor negro y el sarcasmo son un mecanismo de defensa para los personajes que se presentan con mucha violencia y muerte a su alrededor. Es algo que yo mismo he experimentado y hay muchas cosas de las que nunca se nos ocurriría que alguien pudiera hacer un chiste. Pero lo cínico, lo sarcástico, el humor de Lennox tiene mucho que ver  con la manera en que él mismo lidia con su historia y con el contexto en el que se ve envuelto.

Además es un tipo muy sensible, en algunos pasajes, por su reacción, notas ese toque de pesar y de amargura que lleva sobre sus hombros, como cuando le pide disculpas a Singer, el matón de infancia terrible, por haberse burlado de él.

Sí, porque en el fondo es el reflejo del otro Lennox, el que vivió en Canadá, y al que ve como el Lennox que se perdió durante la guerra. El arco narrativo de la novela es, en realidad, la historia de la redención de Lennox y la búsqueda de su camino para volver a ser el que era. Tienes razón al destacar la sensibilidad y la moralidad del personaje. Es algo que me va bien porque le puedo hacer golpear a la gente pero en el fondo, claro, es sensible.

La novela policiaca es un género perfecto para este tipo de personajes.

Tienes razón. La tradición del género tiene mucho que ver con el ambiente, la actitud. Lo extraordinario no es la persona, se trata del contexto. Se muestra cómo responde la persona y se enfrenta a ese contexto extraordinario.

¿Glasgow conserva ese ambiente de posguerra? ¿Podemos identificar el Glasgow de la novela con el actual?

No, pero puedo garantizar que si vas a un pub de la ciudad y pides un beso de Glasgow, no te van a dar un cocktail(risas). Algo que representó un reto es que Glasgow ha cambiado enormemente. Pero aún hay lugares en los que encuentras esa atmósfera. El bar Horsehead de la novela  es una representación ficticia de un bar auténtico que está en el centro de la ciudad. Entras y en lo único en que ha cambiado es en que no se puede fumar. Por lo demás, es como si estuvieras en 1950. Una vez quedé con una periodista para comer y la llevé allí. Se quedó asombrada, me dijo «Oh, es fantástico, tiene mucha atmósfera de la época pero ¿no vamos a comer aquí, verdad?».

¿Lennox ha tenido tanto éxito en Alemania como Faber?

Aún es pronto para decirlo, solo se ha publicado el primero. En cuanto a la crítica ha ido muy bien, pero será interesante ver qué sucede. La serie de Faber ha dominado por completo al público alemán. Incluso se está adaptando al cine. Lennox va a significar un gran cambio para ellos. Una cosa muy particular de esta nueva serie de novelas es que resulta muy difícil traducir el humor. Creo que la versión en español que ha hecho Santiago del Rey funciona muy bien. He podido leer y entender algunos pasajes y los conceptos están bien traducidos. La versión alemana también ha quedado perfecta gracias a un excelente traductor, pero me preocupaba la formalidad y la estructura del lenguaje alemán, que podría no encajar con el tipo de humor que hago. Con las lenguas latinas puedes  mantener el ritmo y la forma de las frases.

Los chistes han quedado geniales en la traducción española, te lo confirmo. En especial los sexuales.

Sí, tienen mucha fuerza (risas).

En España ya tenemos dos novelas protagonizadas por Lennox.

Habrá otras dos. En este momento estoy terminando la tercera, que se titulará The deep dark sleep (El profundo sueño oscuro). El título hace referencia al sueño que uno tiene cuando acaba en el fondo del río Clyde…

Ahá… (risas). Juegas otra vez con el título, como con el beso de Glasgow (es el golpe frontal en la cabeza del contrincante con el que se remata un conflicto).

Sí. Y que hace referencia a otras temáticas de la novela negra.

Hay quien dice que las novelas de Lennox son fácilmente adaptables al cine. ¿Se ha hablado del asunto?

Sí, pero está todo en al aire. Hay quien se ha interesado en producir una serie de televisión, una película, pero no hay nada concreto. Sería fantástico y dependerá de cómo lo manejen. Sí, la imagino en imágenes. Con lo que comentábamos antes del «método» creo que me pondría muy pesado para que la época fuera capturada de manera muy precisa, algo que es dfícil porque esa ciudad ya no existe, no se pueden encontrar localizaciones naturales.

Yo veo una película en blanco y negro. ¿Escribes estas novelas en blanco y negro?

No, pero Glasgow es monocromático. Uno de mis hijos tuvo un problema con un profesor que no hacía más que preguntar por los colores. Una vez le preguntó de qué color  era el cielo, esperando que dijera «azul». Mi hijo le respondió «Â¡blanco!». Lógico, en Glasgow lo único que se ve allí arriba son las nubes. (…reflexiona…). ¿Sabes? Probablemente pienso en blanco y negro. Tengo en mente colores mudos. ¿Has estado en Glasgow?

No.

Si vas algún día lo entenderás. La niebla es muy representativa allí, más aún en los ’50. Hay días en los que no ves más allá de dos o tres metros. Y esta niebla roba el color. Así que sí, en aquél entonces era como un film noir. Me parece muy interesante esto, no lo había pensado (…reflexiona…). Probablemente sí, pienso en blanco y negro. Mira, la foto de la portada del libro es contemporánea de esa época, es de un edificio que ya no existe, la estación de St. Enoch. Y la reconocí de inmediato. Fue demolida y ahora es un centro comercial. En aquellos años se hizo un proyecto de documentación fotográfica de la ciudad, al que pertenece esta imagen. Y el Glasgow de la foto es el que estaba en mi cabeza al escribir la novela. Así que, lo reconozco, escribo en blanco y negro.

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

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