La interrelación salta a la vista hasta en los colores de las portadas. ¡De eso nada! de D. H. Lawrence es sangre y vino. Diario de un toxicómano de Jules Boissière evoca lo impenetrable del opio y la tranquilidad que conlleva su efecto. Hay más coincidencias. Tanto uno como otro son textos que transmiten mediante terceros el núcleo de la trama.
Siempre creà que el fascismo, sin saberlo, tenÃa tintes dadaÃstas. ¡De eso nada! padeció cortes y dudas desde su mismo proceso de gestación. Lawrence lo escribió en Italia a lo largo de 1927, y sabÃa a la perfección que tanto la estructura del relato como su contenido eran muy osados para la sociedad que tanto repudiaba. Las editoriales rechazaron dar protagonismo a un plato tan corrosivo, que finalmente encontró acomodo en Londres y Nueva York con frases expurgadas para no escandalizar ni romper fronteras delimitadas al milÃmetro.
Diario de un intoxicado no se distribuyó en Europa hasta 1911. Hoy en dÃa el cine ha configurado en nuestro imaginario los elementos tÃpicos del opio, pero por aquel entonces encarnaba el vicio que daba pie a todos los males, una enfermedad voluntaria que aterrorizaba y deleitaba a partes iguales. Su hermana alcohólica era la absenta. Ahora, casi curados de espantos, repasamos estas notables páginas y seguimos notando la tensión y el misterio que determinados contextos y situaciones causaban entre nuestros antepasados. ¡De eso nada! con el pánico a la mujer avanzada y el aura del macho absoluto y despiadado. Boissière en compartimentos para la fuga temporal de los sentidos envueltos en un halo de ensueño. Recuerden. Los minis de dos en dos. Amamos lo completo.
Buen artÃculo.