«Caribou Island», autoficción y catarsis

Caribou Island. David Vann
Traducción de Luis Murillo Fort
Mondadori (Barcelona, 2011)

El pasado septiembre, el escritor estadounidense David Vann -ganador del premi llibreter por Sukkwan Island– presentó en Barcelona la novela Caribou Island, de la que dijo  que «habla del momento en que te das cuenta de que tu vida es muy diferente a lo que tu hubieras querido».

Editada por Mondadori en castellano y bajo el título de Desolacions por Empúries en catalán, la obra narra las dificultades de la pareja formada por Irene y Gary, cuyo matrimonio va a la deriva tras treinta años juntos y que deciden intentar salvar su relación construyendo una cabaña en un remoto rincón de la isla de Caribou.

La llegada prematura del invierno, la sensación de aislamiento, la tensión provocada por la dureza del paisaje y la mala salud de Irene, que sospecha que su marido la quiere abandonar y empieza a sufrir terribles jaquecas, desatan una trama que lleva a los protagonistas a los límites de la autodestrucción.

La obra comienza con un primer párrafo magistral en el que Irene confiesa a su hija: «mi madre no era real. Era un sueño prematuro, una esperanza. Era un lugar. Nevado, como este, y frío». En el fragmento la protagonista narra cómo se encuentra de pequeña ante el suicidio de su madre y cómo desde entonces el recuerdo de quién fuera queda borrado.

A partir de dicho recuerdo Vann erige la obra en la que la relación de Irene y Gary está marcada por el miedo de la protagonista a quedarse sola. En Fragmentos de un discurso amoroso, Barthes afirma sobre la ausencia que va solamente en un sentido y no puede suponerse sino a partir de quien se queda -y no de quien parte-: yo, siempre presente, no se constituye más que ante tú, siempre ausente. Suponer la ausencia es de entrada plantear que el lugar del sujeto y el lugar del otro no se pueden permutar, es decir: «Soy menos amado de lo que amo».

En este caso, esta ausencia sirve a Vann para construir unos personajes que se parapetan unos en otros y no consiguen enfrentarse al vacío de una existencia construida sobre un imaginario que no comparten. La incoherencia y la fragilidad de la cabaña que quieren construir con sus propias manos es una metáfora grotesca pero acertada de lo que han construido como pareja y como personas a lo largo de treinta años. La novela está a la altura de las expectativas que dejó Sukkwan Island y ofrece una dimensión más amplia en la construcción de los personajes a través de las diferentes historias que estructuran la trama.

David Vann (foto: Diana Matar)

Escritura, ficción y catarsis

El escritor ha reconocido que Caribou Island tiene tintes autobiográficos y ha recordado algunas escenas de su vida que le marcaron para siempre: el suicidio de su padre mientras hablaba con su esposa por teléfono y el asesinato de su abuelo a manos de su abuela, que posteriormente también se mató a sí misma.

Para Vann, escribir es una especie de terapia que le ayuda a estar mejor: «La escritura y la terapia tienen muchas cosas en común porque ambas giran en torno a la realidad, pero la literatura, además, tiene que ver con la belleza y con transformar las cosas feas en bonitas».

En una entrevista para La Vanguardia, el periodista Xavi Ayén, le preguntó a Vann sobre la novela a lo que el escritor respondió que «hay mucho de mí en todo el libro. Escribir es un proceso inconsciente y descontrolado. Ni yo mismo veo venir las sorpresas que se producen en la trama. Al escribir aparecen todos mis demonios, las cosas que he tratado de negar de mi vida. Da miedo».

Diego Giménez
http://entrefragmentos.wordpress.com

Diego Giménez

Diego Giménez, doctor en filosofía y pensamiento (UB) con una tesis sobre "El libro del desasosiego" de Fernando Pessoa, ha realizado diferentes actividades relacionadas con la literatura y el periodismo. Ha trabajado como redactor de LaVanguardia.com y en 2008 cofundó Revista de Letras.

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