«Obras de Erasmo», ed. de Jordi Bayod y Joaquín Parellada

Obras de Erasmo.
Edición e introducción a cargo de
Jordi Bayod y Joaquín Parellada
Gredos (Madrid, 2011)

Estamos en un tiempo, el siglo XVI, en que toda literatura se reviste de un cierto contenido didáctico. Los numerosos textos de los arbitristas en España a fin de instar al gobierno a rectificar en sus políticas o los Tratados de carácter moral-religioso para advertir al rey de la importancia de sus justas decisiones han conformado, en la época, un fondo casi inagotable de fundamentos teórico-literarios accesibles. Siempre, dicho sea de paso, bajo la premisa del refrendo de las ideas  religiosas, que, a la postre, representan una buena parte del bagaje cultural de la época.

Erasmo de Rotterdam (retrato de Hans Holbein el Joven, 1523)

En tal marco, mutatis mutandi, cabría encuadrar a Erasmo de Rotterdam, un espíritu religioso (agustino), más crítico, libre, que en sus numerosos libros o tratados ha dado muestras de una preocupación auténtica acerca del valor –y la necesidad- de la cultura como base para la argumentación crítica, cívica o religiosa. Títulos como Enquiridión o Manual del caballero cristiano o su afamado Elogio de la locura, pasando por la Urbanidad en las maneras de los niños hasta llegar a Preparación y aparejo para bien morir no son sino ejemplos eximios de una voluntad educadora en el momento en que el hombre curioso, libre, emprendedor del Renacimiento trata de ubicar su lugar y representación en el nuevo código político y social que le concierne.

Su relevancia cultural fue muy importante en Europa, y es bien conocida su amistad con Tomás Moro, que habría de morir por causa del comportamiento atrabiliario del monarca inglés, hasta su profunda influencia en una España que se resistía a aceptar los vientos de libertad que soplaban en el continente, lo que llevaría a su obra a ser prohibida o rechazada por parte de la monarquía, más, tal vez por ello, muy leída y de una gran repercusión.

“Piensa que nada es más pobre que esa opulencia –escribe en su Del desprecio del mundo-: abundar en dinero y carecer de virtudes; piensa que nada es más desgraciado que aquella riqueza que acarrea daño al alma. Por tanto, es vergonzosísimo en un hombre culto y cristiano  perseguir indignamente con grave peligro de la salvación aquello que, por amor de las letras o de la fama, no resultó difícil despreciar a los filósofos paganos” p.15. Y la advertencia se extiende, incluso, a temas tan prosaicos como la falsa apariencia de la mujer: “¿Te retienen por casualidad dulces tentaciones? Señoras son, ciertamente, lisonjeras y que dominan casi todo el orbe con su belleza aparente. Pero quita el disfraz y guárdate de que por el artificio de su envoltura te impresione su brillo falaz”.

Al fin, advertencia siempre hacia una ética del comportamiento constructivo como cultura, propio a una época de graves dudas morales, pero acaso vigente más allá de cuando fueron concebidas tales recomendaciones. Una lectura de referencia, a todas luces, y una edición de los textos cuidadísima por parte de los profesores Bayod y Parellada.

Ricardo Martínez
www.ricardomartinez-conde.es

Ricardo Martínez

Nació en la aldea de Aldariz (Sanxenxo). Realizó los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid. Colaborador en prensa y revistas especializadas, desempeña su labor profesional como Técnico en la Consellería de Cultura (Xunta de Galicia) donde coordina la web 'Autores galegos'. Es premio Bensaque de Poesía, Reimóndez Portela de Periodismo y Diploma de Honor en el concurso internacional de Relato Breve Jorge Luís Borges. Foto de autor: Santos Díez (Ollo de Vidro-ACAB).

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