El sentido interrogativo. Padgett Powell
Traducción de Albert Fuentes
Alpha Decay (Barcelona, 2012)
El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la voz «mago», en su primera acepción, como «adj. Dicho de una persona: Versada en la magia o que la practica», mientras que «prestidigitador» es «(Del fr. prestidigitateur). m. y f. Persona que hace juegos de manos y otros trucos». Obviando la excluyentemente valorativa referencia a una actividad que se apoya en la mentira y la disimulación con respecto a un «arte» antiguo, tan respetado como desconocido, es posible que ambos términos tengan una traslación a la calificación de algunos escritores que, a lo largo de la historia de la literatura, han tergiversado el sentido usual de la obra literaria como una propuesta estilÃstica permanente o como simple experimento; asÃ, se pueden encontrar «magos» que han hechizado a sus lectores mediante propuestas que «valiéndose de ciertas palabras… han producido resultados contrarios a las leyes naturales» [de la definición que da el DRAE de la voz «magia»] de la novela, como Lawrence Sterne (The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman, 1759) François Rabelais (Les Cinq Livres de Gargantua et Pantagruel, 1532-1564) o Miguel de Cervantes (El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, 1605-1615), y «prestidigitadores» que, mediante «trucos» estilÃsticos han conseguido materializar ante nuestros propios ojos una realidad alternativa; por ejemplo, Georges Perec (Je me souviens, 1978), David Foster Wallace (Brief Interviews with Hideous Men, 1999), Julio Cortázar (Rayuela, 1963) o, salvando las distancias que la consideración pública y crÃtica marcan, Padgett Powell, con este inclasificable El sentido interrogativo, cuyo tÃtulo original (The Interrogative Mood: A Novel?, 2009), con esa pregunta que la edición en castellano no recoge, nos da una idea del reto ante el que el autor nos enfrenta: la muy europea tradición de las constricciones (Raymond Queneau en sus Exercices de style, 1947; Georges Perec, de nuevo, en La disparition, 1969; o Mà rius Serra en Mon once, 1996) se amplÃa con esa nueva aportación norteamericana que consiste, básicamente, en «Â¿una novela?» compuesta en exclusiva por preguntas, una de las formulaciones del lenguaje más directas: nada, ninguna forma estilÃstica, ni siquiera el imperativo, interpela tanto como una pregunta.
«Â¿Te queda claro a qué me refiero? ¿Te queda claro por qué te hago todas estas preguntas?»
Esta apostilla al tÃtulo parece destinada a repasar y, tal vez, reformular, y van…, la definición de novela;
«Â¿El número de cosas que te interesan supera el número de cosas que no te interesan?»
en este caso, por ejemplo, no está claro que quepa hablar de la existencia de un narrador al uso, a menos que se trate de un narrador-preguntador,
«Â¿Te apetece preguntarme algo? ¿Tienes curiosidad por saber qué voy a hacer con las respuestas que me has dado? ¿Crees que puedo confeccionar algún tipo de «perfil» significativo sobre ti? ¿Crees que tú, o alguien, podrÃa realizar un perfil de este tipo sobre mi persona a partir de las preguntas que te he hecho?»
ya que se supone que no es el autor el interesado (¿o s� pero, ¿para qué?)
«Â¿Cómo te llamas? ¿Qué intenciones tienes con respecto a mÃ?»
en saber tantas cosas del atónito lector.
«Â¿PreferirÃas mantener relaciones sexuales con una persona alta, rubia y alemana o con una persona alta, rubia y sueca?»
Incluso en el caso de que ese narrador enmascarado exista efectivamente, ignoramos qué es lo que pretende (el narrador siempre tiene una intención, oculta o evidente, esa es una convención de la novela clásica) martilleándonos con sus preguntas, a veces directas y explÃcitas
«Â¿Qué tal es ser tu? […] ¿Eres imbécil, según tú? […] Si estuvieras postrado en una cama de hospital, ¿aceptarÃas los favores sexuales de una enfermera?»
a veces tan generales que requerirÃan otro libro para poder responderlas.
«Â¿La inteligibilidad va en función de la inteligencia del orador, del oyente o de ambos? ¿Está sobrevalorada?»
Tal vez la propuesta consista en que si una frase afirmativa o negativa cualquiera puede llegar a formularse como respuesta a una pregunta no explÃcita, sea posible escribir ¿una novela? que sólo contenga preguntas…
«Â¿Te estoy haciendo perder el tiempo? ¿Me lo estás haciendo perder a mÃ? ¿Puede considerarse que la vida es y no es una pérdida de tiempo? ¿Crees que los que no lo pierden salen mejor parados que los que sà lo pierden?»
Sin embargo, esta constricción debe influir en la reformulación de la relación del lector con el libro: usualmente, somos nosotros como lectores los que planteamos preguntas al libro que estamos leyendo y tal vez toda novela no sea más que un conjunto de respuestas; pero ¿qué sucede cuando es el libro el que formula preguntas al lector?
«Â¿SerÃamos más felices si tuviéramos algo que no tenemos, o si nos dijeran algo que no nos han dicho, o si hiciéramos algo que no hemos hecho, o si no tuviéramos algo que sà tenemos?»
El mismo proceso de lectura, que consiste en la decodificación de los signos y de la información contenidos en el texto, se ve exigido con la construcción de un significado que queda únicamente apuntado;
«Â¿Sabes a qué se debe que la libertad no salga gratis?»
en este caso, parece que lo que se propone es un cambio en el papel del lector, ya que la duda que sobrevuela la lectura de El sentido interrogativo es cuál es la novela que estamos leyendo, si el listado de las preguntas del escurridizo pseudo-narrador
«Â¿Sabes cocinar? ¿Sabes pelear? ¿Sabes mentir? ¿Hay algo que sepas hacer bien?»
o las supuestas respuestas del lector. Si este artefacto es una novela, cabe preguntarse cuál es el lÃmite de la ficción, dónde estará esa supuesta frontera que parece más lejos cuanto más nos acercamos a ella.
«Â¿Ha llegado la hora de que me vaya? ¿Ya hemos terminado? ¿Te lo has pasado igual de bien que yo?»
En todo caso, propuestas teóricas aparte, hace tiempo que este lector no se divertÃa tanto con un libro; no se lo pierdan, Padgett Powell es genial.
«Â¿Te vas ahora? ¿SÃ? ¿Te importarÃa?»
Joan Flores Constans
http://jediscequejensens.blogspot.com