La publicación de la traducción al castellano de la inclasificable House of Leaves(2000) ha generado una expectación inusual, al menos por estos lares, cuando de lo que se trata es de un libro: monográficos a toda página en los periódicos de información general (y no solamente en los suplementos culturales), artículos en revistas, presentaciones que se prevén multitudinarias, entrevistas al autor, intervenciones en la web 2.0, fuego en las redes sociales; en fin, un despliegue mediático en toda regla. La saturación de información acerca de la novela y el hecho de que algunas de las voces son mucho más autorizadas que la del redactor de este escrito, principalmente las que lucen algún criterio y/o que conocen al autor y han leído todo o parte del resto de su obra, hacen que el intento de escribir una reseña académica sea un empeño inútil, sobrero, y que solo contribuya a un ruido que, francamente, dudo que redunde en beneficio de los lectores; por tanto, lo que sigue son solamente algunas reflexiones no sobre la novela sino sobre su lectura, con pocas citas (serían innumerables) y pocas valoraciones, hechas por un lector al que La casa de hojas le ha apasionado, fútiles para quien haya pasado ya por la experiencia de su lectura, y espero que útiles para aquellos que pretendan embarcarse en ella.
La casa de hojas tiene una/s trama/s sencillas; si se me permite la frivolidad, podría/n ser ésta/s:
Un hermético (1) documental filmado por un periodista (2) acerca de las variaciones que experimenta la casa donde vive con su familia da pie a que un anciano ciego (3) confeccione un manuscrito (4) que, una vez fallecido su autor, llega a manos de un amigo (5) de Johnny Truant, que es quien transcribe, con aportaciones personales, el texto (6) al lector (7).
1 Y de dudosa existencia.
2 Navidson.
3 Zampanò.
4 El expediente Navidson.
5 Lude.
6 La casa de hojas
7 Tú, hipócrita, compañero, hermano.
Aunque algunos pasajes del propio libro, no refiriéndose directamente al texto, podrían también aplicarse, con el fino sentido del humor que, también, rezuma en toda su extensión, a la consideración de la novela:
«Es, bueno… te lo digo en dos palabras: un rollo chungo. Un rollo chunguísimo […] Es lo que yo llamo un mal viaje. Nunca pensé que yo diría esto, pero mujer, tienes que dejar el ácido, las mescalinas […] Porque como no hagas algo y deprisa vas a acabar mal. En la vida he visto un rollo tan chungo. Esta mañana he acabado rompiendo cosas, platos, una figurita de jade de un pingüino. Una rana toro de cristal. Estaba tan cabreado que hasta he tirado la pecera de mi amigo contra el armario de la porcelana. Todo muy, muy feo. Todo ha acabado lleno de agua salada y de peces muertos y he terminado gritando: «¡Pero qué chungo es todo esto!»
Hasta aquí lo que pueda haber de objetivo en este escrito; lo que figura a continuación no son más que algunas consideraciones totalmente personales, unas reducidas, parciales y provisionales Instrucciones de uso, subjetivas y, consecuentemente, sujetas a todos los cuestionamientos.
La casa de hojas es una novela extensa; por más que, en una rápida hojeada, aparezcan páginas casi en blanco, el lector no debe engañarse porque las que están escritas en su totalidad son densas, en parte por su contenido literario, pero también porque algunas veces el acertadísimo hecho de paginar siguiendo la edición original obliga -un mismo texto en castellano es más extenso que en inglés- a reducir la tipografía. Ármese, pues, el lector de paciencia: será recompensada.
La casa de hojas es una novela densa, con varias tramas que avanzan a la vez, no todas al mismo ritmo, y con la intervención de multitud de voces; a menudo, es necesario volver atrás para reencontrar el hilo, avanzar hasta los anexos para entender una intervención, o repetir la lectura de algún párrafo la volatilidad de cuyo contenido no se ha podido asir a la primera lectura. Estas zancadillas que Danielewski (o Zampanò, o Truant, o los editores, o el sursum corda) tiende al lector aconsejan una lectura en cuantas menos sesiones mejor, lo más seguidas que se pueda, en cuatro o cinco días como mucho, para no perder ni el hilo narrativo ni, francamente, el efecto de la lectura sobre el ánimo del lector. Una vez leído, hay que dejarlo reposar, cualquier opinión debe ser diferida porque, en caso contrario, estaría contaminada por el efecto fisiológico que deja su lectura.
‘La casa de hojas’ making off
Uno de los aspectos más curiosos de La casa de hojas es el formal. Está escrito usando diferentes tipografías, a veces en función del contenido, otras en función del narrador, y esta distinción no es ni anecdótica ni aparente, es fundamental para la comprensión del texto y uno de sus mayores logros. La inclusión de fotografías, planos, cartas y material diverso acumulan una diversidad que puede y no debe distraer, y ni tan sólo el hecho físico de la lectura, el acompañamiento de movimientos que estamos acostumbrados a usar (aguantar el libro, girar la página, mover la cabeza en unas direcciones determinadas) es el usual; a menudo es necesario darle un giro al libro porque no todo el texto está escrito de derecha a izquierda, de delante hacia atrás y de arriba a abajo. Se ha querido, ya desde la aparición en el año 2000 de su versión original, considerar La casa de hojas como una novela de culto, y muchas de las razones se han apoyado en estas cuestiones formales; tal vez sea una calificación acertada pero, tampoco en este caso, los árboles deben sustraernos la vista del bosque: La casa de hojas es una excelente novela de terror cuya intrigante trama vale por sí sola la consideración de excepcional.
Corren por la red innumerables ejemplos, a pesar de lo reciente de la publicación del libro, que por ceñirnos a la actualidad podemos limitar a los autores en castellano haciendo referencia a la traducción al castellano de La casa de hojas, de apresurados juicios con respecto a los errores tanto de forma como de fondo que adolece el texto, interpretaciones psicoanalíticas de las intenciones ocultas -quiero decir, insconscientes; perdón, Herr Sigmund- del autor, cuestionamientos que critican desde la elección de la trama, la adscripción a un género literario -ya se sabe, pecado mortal para el escritor serio- o la misma elección de los distintos personajes, hasta descalificaciones de la obra completa. A la vista de tanto desvarío, una tendería a atribuirlos a la pura envidia o al reconocimiento implícito de la incapacidad para imaginar y escribir una obra de envergadura semejante: se trataría, de nuevo, del viejo dilema de la zorra y las uvas. Pero seguro que no es eso…
Diagrama relacional | Xmind.net
En lo referente a las exégesis, incluyendo desde las intervenciones más acertadas hasta los dislates más increíbles, están a disposición del lector los diversos portales, algunos exclusivos, repartidos por la red, dedicados a la discusión, el comentario o el exabrupto acerca de La casa de hojas. Una mención especial merece el sitio oficial dedicado a la obra de Mark Z. Danielewski, con una página específica para La casa de hojas; a pesar de la confesión de la editora acerca de la utilidad de algunas de las intervenciones en el foro para resolver dudas a la hora de la edición, haría bien el lector de posponer la visita hasta después de haber leído la obra, pues no debería buscar explicación a las dudas que todavía no se ha planteado. Incluso, al hacerlo después, no debería dar excesivo crédito a la mayoría de las intervenciones. A pesar de su complejidad, creo que la lectura de la novela es autosuficiente, comienza y acaba en sí misma, y si acaso una primera lectura nos deja con esa extraña sensación de «habernos perdido algo», lo mejor es volver a leerla… Alguien le preguntó una vez a José María Valverde, autor de la primera, aunque no en el orden temporal, traducción del Ulises, cómo debía encararse su lectura; el consejo del profesor fue avanzar en la lectura «como si lo comprendiéramos todo», y dejar que las re-lecturas nos fuesen aclarando las dudas.
Henry James por Elisabeth McClellan 1905
El lector no acostumbrado a la literatura de última generación -y valga esta calificación en sentido amplio aunque, ai-làs, poco concreto- puede sentirse abrumado ante uno de los mayores logros de la novela: independientemente de las distintas tipografías y de la distribución física de los párrafos, que serían cuestiones -sujeta a discusión, por supuesto- puramente formal, la novela incluye multitud de voces narrativas. Ni lo uno ni lo otro son inventos de Danielewski, aunque la pertinencia de la combinación de ambas, y su resolución en forma de texto estructurado, sí que se ha conseguido llevarlas a un alto grado de consecución.
No puedo quitarme de la cabeza otro texto, más parecido a La casa de hojas de lo que parecería teniendo en cuenta el tiempo transcurrido entre la una y la otra y la idiosincrasia de los autores; es una obra en la que la multiplicidad de narradores -intermediarios entre la acción y el lector, al fin y al cabo- coincide con La casa de hojas, como coincide también en la temática de género y en la atmósfera de la acción, y compone por sí misma un notable, elegante y lúdico ejercicio de prestidigitación literaria que, entre otras particularidades, pone en duda la realidad de los hechos contados; Otra vuelta de tuerca (The Turn of the Screw, 1898) es también una nouvelle de terror cuya intriga llega al lector después de pasar por las manos de diversos «intermediarios». Danielewski es más explícito que James -no se me ocurre ahora mismo ningún escritor menos explícito que Henry James- a la hora de señalar al lector todas las puertas que hay que cruzar hasta llegar a la sala de disección de la historia, puede utilizar recursos literarios desconocidos a finales del siglo XIX, y los materiales de que parte también están actualizados; no quiero decir que La casa de hojas sea un plagio ni tampoco que esté inspirada en Otra vuelta de tuerca, pero las coincidencias me han parecido muy curiosas. Y muy relevantes. En todo caso, no estaría mal considerar la lectura o re-lectura de la obra de James como un bonus track para después de Danielewski.
Finalmente, mi consejo:
NO ABRAS (1) ESTE LIBRO (2). Cómpralo (3), porque el esfuerzo de los editores y del traductor debe ser recompensado de alguna manera (4), exhíbelo camino de tu casa (5) pero, una vez en tu poder, fórralo (6) con un papel discreto (7) que te permita identificarlo pero que pase desapercibido a inoportunas visitas (8), y entiérralo en el estante (9) más inaccesible (10) de tu biblioteca (11). Y olvídate de ÉL. O te arrepentirás toda tu (12) vida.
3 Es un pequeño sacrificio que puedes permitirte (N. de los Ed.).
4 29,90€
5 Portada hacia afuera, sin bolsa de la librería, semblante concentrado, ligeramente indiferente, un poco desdeñoso: “Sí, claro que LO tengo”.
6 Las solapas son inocuas, y la guarda solo incluye los intercambiables blablabla panegíricos de conocidos líderes de opinión literaria y desconocidos ilustres que, por supuesto, tampoco lo han leído.
7 Moderado, sin exceso.
8 ¡Hipócrita!
9 Detrás del DRAE y del Manual de Ortotipografía. Ya me entiendes.
10 Acostumbra a ser el más alto y más a la derecha.
11 Porque, ¿tienes biblioteca, no, hermano?
12 Puta.
Entrevista a Javier Calvo -traductor-, Robert Juan-Cantavella -maquetador- y Ana S. Pareja,-editora-, sobre el proceso de edición de La casa de hojas:
Joan Flores Constans nació y vive en Calella. Cursó estudios de Psicologia Clínica, Filosofía y Gestión de Empresas. Desde el año 1992 trabaja como librero, actualmente en La Central del Raval. Lector vocacional, se resiste a escribir creativamente para re-crearse con notas a pie de página, conferencias, críticas y reseñas en la web 2.0, y apariciones ocasionales en otros medios de comunicación.
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