Mi vida con Potlach. Inma Luna
Baile del Sol (Tenerife, 2013)
Nadie le hacÃa caso a Blasillo mientras recorrÃa las calles del pueblo apelando desesperadamente a un Dios ausente, «Dios mÃo, ¿por qué me has abandonado?». Era Blasillo el bobo, sus palabras resonaban repetidamente en los despreocupados oÃdos de sus vecinos; no tenÃan sentido, o al menos asà lo creÃan ellos, las palabras del bobo del pueblo, absurdas frases que, sin embargo, anunciaban la paradójica pérdida de fe por parte de Don Manuel, incapaz ya de creer en un Dios que, sin la drasticidad del filósofo alemán, se habÃa definitivamente ausentado.
¿Quién iba a escuchar las palabras del bobo del pueblo? De la misma manera que ningún vecino daba credibilidad a las repetitivas interrogaciones formuladas, voz en grito, por Blasillo, asà el, no acaso llamado, Doctor S. desconfiará del diario que su paciente le entregará tras un más que absurdo tratamiento psicoanalÃtico. No se trata sólo del relato de un enfermo, de un «inepto» que no quiere curarse, sino del paródico y carente de toda seriedad relato diarÃstico de un paciente que no confÃa en las indicaciones médicas. Narrada de forma delirante, se presenta La conciencia de Zeno, la extraordinaria novela escrita por el triestino Italo Svevo, quien ofrece a los lectores un narrador y, a la vez, protagonista principal de la obra, carente de toda fiabilidad; ¿cuánta verdad hay en su relato?, ¿cuán distorsionada y distorsionante es la mirada de Zeno? Las mismas preguntas que, sin duda, planteaba y, sigue planteado, el relato narrado por el personaje creado por Svevo, reaparecen ahora en el relato de Luis, el protagonista-narrador de la última novela de Inma Luna, Mi vida con Potlach, editada por Baile del Sol.
Encerrado en un sanatorio mental y acompañado de la lectura de la novela Opiniones de un payaso de Heinrich Böll, Luis comienza a escribir su diario: unas páginas en las que, dÃa tras dÃa, su autor relata, con desencantada mirada, el pasar del tiempo y el transcurrir de una vida marcada por el desengaño laboral y personal y el estrés provocado por una vida a la que Luis parece no adaptarse. «Estrés patológico», este es el diagnóstico que, tras dÃas de análisis y de convalecencia en la clÃnica, le confirma el doctor Espinosa al paciente. «Lacónicamente he pensado en el dinero que me ha costado que llegasen a esta rala conclusión«, confiesa, ya en soledad, Luis en las primeras páginas de su diario; lacónico y defraudado, Luis, como el mismo escribe, «esperaba algo más. Algo sorprendente, sofisticado… y curable«. El diagnóstico, como la vida universitaria que llevaba hasta antes de ingresar, no le ofrece nada más, nada más sofisticado, nada más llano y tediosamente rutinario. Como Zeno, Luis sabe desde el primer momento que no se va a curar, no hay curación para la frustración, el tedio y el desengaño; no la hubo para Zeno, como tampoco para Hans Schnier, el payaso creado por Böll, cuyas opiniones son el claro reflejo del desencanto e, incluso, del cinismo consecuencias de ver la propia vida y la realidad que la rodea en un irrefrenable declive.
Tras ser abandonado por su novia Silvia, Luis decide dejar atrás en el pasado una vida vacua y, a la vez, angustiosamente estresante que le tenÃa apartado. Empezar de nuevo, ahora, sin embargo, en soledad, acompañado por su inseparable perro Potlach. Aislado de todo y de todos, Luis se encierra en una soledad sin sobresaltos, en una rutina en la que toda expectativa es inútil; desengañado, Luis encuentra consuelo en la no-esperanza, es decir, ha dejado de aspirar a «ese algo más», para conformarse con la nada que caracteriza la cotidianidad. Encerrado en su trabajo de oficina en una inmobiliaria, Luis se niega, emulando sin saberlo a Bartleby, a salir a vender pisos; rehuyendo de toda sociabilidad, Luis trata de construir una pared en torno a sÃ, su vida gravitar, o al menos éste es su primer y último deseo, entorno a sà mismo, a su soledad y a Potlach, el único ser con el cual es capaz de relacionarse. Los muros, sin embargo, no son infranqueables; el aislamiento es casi siempre vÃctima de la imperante socialización a la que todos estamos abocados. Sin ser consciente de ello, las páginas de su diario dejan de ser la simple crónica de una tediosa cotidianidad, para convertirse en un relato en el que se entremezclan una rocambolesca historia de amor, un inexplicable -al menos para el lector- asesinato, el retrato melancólico de una sociedad marcada por la crisis económica y el paro, el amargo relato de una madre alejada de su hijo o la búsqueda de los propios orÃgenes.
A través de la mirada de Luis, Inma Luna realiza un irónico retrato de una sociedad marcada por las contradicciones; a pesar de su a-sociabilidad, el protagonista, un auténtico inepto en las relaciones personales y en su dÃa a dÃa, muestra empatÃa hacia aquellas personas que, independientemente de los muros, terminan por cruzarse en su unidireccional camino, dibujando curvas y desvÃos inesperados y completamente indeseados, al menos en un primer momento, por Luis. Luna construye un estrambótico personaje, cuya narración, tan estrambótica como su propio ser, muestra, desde su perspectiva delirante e hiperbólica, una realidad y, sobre todo, una sociedad y unas problemáticas tan verÃdicas como fácilmente reconocibles para el lector.
La lectura de Mi vida con Potlach resulta entretenidamente extraña, pues si bien el lector desconfiará de lo narrado por Luis, rechazando incluso más de una de sus afirmaciones y acciones, no podrá sino sentir empatÃa hacia él, una comprensión que, sin embargo, no osará confesar. Tras Luis se esconde el inigualable Ignatius Reilly, el protagonista de La conjura de los necios; sin la desfachatez y, podrÃa decirse, sin el carácter polÃticamente incorrecto, rozando en ocasiones la amoralidad, de Ignatius, Luis revela, tras su mirada deformante y su rocambolesco relacionarse, la espontaneidad y la ausencia de todo impuesto y artificial freno que no en pocas ocasiones nosotros mismos anhelamos.
La narración en primera persona, la unÃvoca perspectiva del narrador, reforzada por la construcción diarÃstica de la novela, hacen de Mi vida con Potlach un interesante ejercicio narrativo que, enmarcándose en una tradición literarias cuyos autores, como es el caso de Böll, aparecen explÃcita e implÃcitamente a lo largo de la narración, recurre a la distorsión, a lo estrambótico o, en palabras del maestro Valle-Inclán, lo esperpéntico para retratar una sociedad que ha perdido su sentido.
Anna Maria Iglesia
@AnnaMIglesia
[…] Encerrado en un sanatorio mental y acompañado de la lectura de la novela Opiniones de un payaso de Heinrich Böll, Luis comienza a escribir su diario: unas páginas en las que, dÃa tras dÃa, su autor relata, con desencantada mirada, el pasar del tiempo y el transcurrir de una vida marcada por el desengaño laboral y personal y el estrés provocado por una vida a la que Luis parece no adaptarse. “Estrés patológicoâ€, este es el diagnóstico que, tras dÃas de análisis y de convalecencia en la clÃnica, le confirma el doctor Espinosa al paciente. “Lacónicamente he pensado en el dinero que me ha costado que llegasen a esta rala conclusiónâ€, confiesa, ya en soledad, Luis en las primeras páginas de su diario; lacónico y defraudado, Luis, como el mismo escribe, “esperaba algo más. Algo sorprendente, sofisticado… y curableâ€. El diagnóstico, como la vida universitaria que llevaba hasta antes de ingresar, no le ofrece nada más, nada más sofisticado, nada más llano y tediosamente rutinario. Como Zeno, Luis sabe desde el primer momento que no se va a curar, no hay curación para la frustración, el tedio y el desengaño; no la hubo para Zeno, como tampoco para Hans Schnier, el payaso creado por Böll, cuyas opiniones son el claro reflejo del desencanto e, incluso, del cinismo consecuencias de ver la propia vida y la realidad que la rodea en un irrefrenable declive. Siga leyendo Mi vida […]