La labor de MarÃa Angulo Egea como divulgadora, compiladora e interpretadora del periodismo narrativo contemporáneo es propia de una persona tan apasionada en la materia como rigurosa en su análisis. Madrileña de nacimiento, yo la conocà cuando estudiaba la carrera en Zaragoza, donde imparte clases de Periodismo. En los dos cursos en que fui su alumno, me descubrió los modos en que puede imbricarse el trabajo del periodista y el del escritor. No soy el único de sus alumnos que ha proseguido el camino de las letras, como demuestra la revista Zero Grados que ha fundado desde el espacio universitario con vocación de cultivar nuevas visiones sobre la sociedad y la cultura. Además compagina la labor docente con sus artÃculos en Altäir Magazine y protagoniza la sección «Carne de Crónica†en El Periódico de Aragón.
La infatigable investigación de MarÃa Angulo ha culminado su siguiente capÃtulo en Crónica y mirada (Libros del K.O.), obra sobre periodismo narrativo que ha coordinado. Útil para estudiantes, académicos y lectores curiosos, incluye crónicas de MartÃn Caparrós, Juan Villoro o Leila Guerrero, asà como el análisis del fenómeno por parte de la autora y diversos colaboradores como como Roberto Herrscher, Eduardo Fariña, Jorge Carrión, Leticia GarcÃa o Jorge Miguel RodrÃguez. Del libro, del género (que define en el prólogo como “una forma de mirar que encuentra un estilo de narrarâ€), de literatura y de periodismo charlamos en uno de mis lugares favoritos de Barcelona: la LibrerÃa Central.
La literatura y el periodismo comparten un objetivo común, que es contar buenas historias. ¿Cómo definirÃas el actual estado de relación entre ellos?
Yo creo que estamos recuperando esos orÃgenes de estrecha relación que ya exploraron en España precursores como Mariano José de Larra. Salvo la mentira, que es el único pecado mortal, el periodismo puede utilizar todos los recursos de la literatura para sus propios fines. Lógicamente también hace falta el periodismo más sintético, pero el dato sin explicación no nos dice mucho y por eso necesitamos cronistas de la realidad que nos ayuden a entenderla en todos sus matices y complejidades.
Sin embargo, los cronistas no suelen gozar de espacio en los medios de comunicación tradicionales. ¿A qué obedece la crisis que ha dejado a tantos profesionales en el paro?
Hay una crisis económica general y otra provocada por el cambio de modelo que supone lo digital. Los medios convencionales se han limitado demasiado tiempo a volcar en la red sus contenidos en papel, cuando las demandas y modos de lectura son distintos. El panorama evolucionará radicalmente, ya que al final todos seremos lectores digitales, aunque no desaparezca el papel. Por otro lado, los periodistas aprovechan la red para practicar periodismo de largo aliento, o Slow Journalism, en publicaciones como Anfibia, Frontera D, Jot Down, El estado mental o Altair Magazine, que apuestan por una narrativa extensa y una ampliación de los formatos y temáticas del periodismo cultural.
¿Cuáles son los males del periodismo tradicional que vuelven tan necesarios a los cronistas independientes?
Los periódicos suelen tener la agenda marcada, padecen de cierto anquilosamiento y además están muchas veces obligados a tender hacia la siempre imposible objetividad. En el caso de las secciones culturales, las editoriales grandes tienen un peso notable e imponen los libros de los que se habla. Los cronistas, por su parte, reivindican su subjetividad y realizan un periodismo más profundo que pone el foco en lo marginal o en los problemas de los ciudadanos de a pie. Tenemos algunos ejemplos maravillosos en crónicas sobre Buenos Aires o acerca del narcotráfico en México.
Además del riesgo personal que a menudo asumen los cronistas, ¿cuáles son las principales dificultades para asegurar un sano porvenir del periodismo cultural?
El problema casi siempre es el dinero. Los modelos de negocio están en fase de prueba y error. La crisis genera parados que invierten en proyectos hermosos, aunque no siempre sobreviven. La autonomÃa que otorga no depender de la publicidad sigue siendo improbable y los colaboradores muchas veces trabajan solo por vocación. La suscripción es una fórmula válida si se consigue generar una comunidad dispuesta a pagar por mantener un producto que le gusta. No queda otra que arriesgar.
Hasta ahora se han vendido más fácilmente las historias de ficción que las reales. ¿Consideras que la tendencia está cambiando?
Yo creo que está cambiando, aunque sigue ocurriendo. De hecho, hay periodistas que prefieren que sus libros estén en la zona de ficción de las librerÃas por este motivo. Pero con la crisis y la digitalización de todo hay más interés que nunca por las historias reales. Cuando salimos de la pantalla queremos “tocar carneâ€. Mi objetivo con Crónica y Mirada es abarcar todo lo posible dentro de este macrogénero: conjugar teorÃa y práctica, ensayos académicos y ejemplos vivos para consolidar la idea del periodismo narrativo. En esta dirección se mueven obras como Mejor que ficción, coordinada por Jorge Carrión, o la AntologÃa de crónica latinoamericana actual, de DarÃo Jaramillo. En Latinoamérica han asumido la iniciativa con autores ya canónicos como Caparrós o Villoro. Se trata de una corriente subterránea que va emergiendo con el tiempo, periodismo de calidad que debemos conocer, practicar y reivindicar.
Cada cronista posee su propia mirada y su propio estilo. ¿Cuál ha sido la evolución del género?
Ha cambiado mucho desde las Crónicas de Indias hasta el viajero posmoderno del que habla Carrión, que ya no descubre un lugar sino que regresa a él. Hay maestros de la sátira y la ironÃa, autores con un interés más etnográfico o ideológico… se viaja con las experiencias de otros a cuestas y con tu bagaje cultural en la maleta. Lo metanarrativo se vuelve inevitable y llega también a la crónica. Esta se sitúa en la exploración de los márgenes y, en sus mejores exponentes, aúna poética y polÃtica.
Hola. Interesante campo de discusión. Sólo anoto que hay que principiar el análisis y reflexión -por lo menos- a partir del texto «El año de la peste» de Daniel Defoe.