Albert Lladó | Foto: Miquel Taverna | CCCB

Albert Lladó: «Hay que salvar el periodismo de la inercia»

El filósofo y escritor publica 'La mirada lúcida', un ensayo en el que reflexiona sobre los desafíos de la profesión en la actualidad

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Albert Lladó | Foto: Miquel Taverna | CCCB

Si pensar nos hace humanos, ¿por qué nos empeñamos en dejarnos llevar por las inercias? Contra ellas y todo lo que suponga la mecanización, literalidad y automatismo humano se rebela el periodista, filósofo y escritor Albert Lladó, quien arranca el año con varias publicaciones que dan que pensar: el ensayo sobre el oficio del periodismo La mirada lúcida (Editorial Anagrama), un ensayo sobre el azar en el libro colectivo Humanidades en acción (Editorial Rayo Verde) y además pone en marcha junto a la filósofa Marina Garcés la Escuela de pensamiento del Teatre Lliure, entre otros proyectos de similar índole.

Tu ensayo La mirada lúcida parece responder a una necesidad urgente de pensar de nuevo el periodismo ante la enorme influencia de la tecnología. ¿Peligra el oficio?

En el libro propongo un análisis de cómo la tecnología influye en el periodismo pero no quiere caer en la tecnofobia ni en discursos apocalípticos. El periodismo siempre ha estado en crisis y esta es su manera de ser y su encanto. Pero sí creo que lo que puede poner en peligro al periodismo es la inercia, a ella es a la que hay que combatir. Repetimos constantemente que sin periodismo no hay democracia, y es verdad, pero solo repitiendo la frase como un mantra no combatimos el problema de fondo que es esa inercia que se cuela con excesiva facilidad en las redacciones, muchas veces debido a la velocidad con la que vivimos. De hecho, cada vez que nos sometemos a la inercia nos parecemos más a los robots, y si no queremos ser sustituidos por robots, lo mejor es no actuar como ellos. La notoriedad que tenían antes los medios procedía de la credibilidad, y ésta se ha puesto en duda. Ya hemos visto la escasa influencia de los diarios de Nueva York en las últimas elecciones norteamericanas. También está pasando aquí, la pérdida de credibilidad hace que la gente vea los medios como algo que ya no les sirve. El reto es hacer que el periodismo sea de nuevo imprescindible.

Cuadernos Anagrama

En La mirada lúcida, Albert Lladó propone una reflexión sobre el oficio del periodismo en pleno siglo de revolución tecnológica. Su posición es de resistencia, pero no tecnófoba o apocalíptica. Él reivindica un periodismo hecho por y para la mirada humana, alejado de lo que marca la semántica web, o el poderoso caballero don Google. Contra el mecanicismo, la resignación y la inercia que nos convierten en autómatas, contra la tiranía de la literalidad y el algoritmo a partes iguales, contra el dogmatismo y la narrativa oficial, contra la curiosidad basura. Y lo hace a través de cuatro brújulas que toma de su filósofo de cabecera, Albert Camus: la lucidez, la desobediencia, la ironía y la obstinación.  El libro sale a la luz justamente cuando medios líderes del clickbait o ciberanzuelo han sucumbido a la servidumbre del algoritmo de Facebook. Inspirado en la película Tiempos modernos de Charles Chaplin, su ensayo no es un manual pero sí tiene algo de manifiesto y en su reivindicación hay belleza.

Las narrativas y las formas de representación política son cada vez más escurridizas.

Por eso en el libro explico que me parece un error presentar, como se viene haciendo desde el siglo XIX, el periodismo como un cuarto poder. Creo que es mucho mejor entenderlo como un contrapoder. Porque si no, al final tu único objetivo es el de lograr influencia, y cuando objetivo y finalidad son la misma cosa se pierde la perspectiva. Hacer de contrapoder es combatir las narrativas oficiales u oficialistas, que nos vienen dadas. Es el medio el que tiene que decidir qué es o qué no es un acontecimiento, es decir, un hecho no es un acontecimiento hasta que el periodista lo transforma en noticia, en actualidad. Y por eso la misma pregunta sobre qué es actualidad nunca se clausura, el periodista debe hacerse la pregunta continuamente.

El relato periodístico también requiere un lenguaje salvado.

El lenguaje es una herramienta paradójica porque nos permite sortear la lectura oficial o impuesta desde fuera, pero a la vez siempre resulta insuficiente para contar la realidad completa. Siempre hay algo de la realidad que se nos escapa. Pero precisamente trabajar con una herramienta tan vulnerable como es el lenguaje es lo que hace del periodismo un oficio tan interesante, porque aquello que nos permite explicar también nos limita. Además, hay siempre una guerra por el lenguaje, un argumento partidista, y es tarea del periodista descolonizar el sentido político al que se someten las palabras. Siempre va a haber el intento de imposición de un lenguaje, por eso este ensayo defiende la resistencia y la desobediencia. Es una desobediencia al relato que llega impuesto desde fuera, esa es la lucha del periodismo. Pero no sólo al relato que viene impuesto por los partidos políticos, también, y cada vez más por las Redes Sociales y Google.

Google y la tiranía de la semántica web.

¡La palabra más buscada en Google puede ser lo que marca la portada de un diario digital! Ahí la resistencia se ha dejado de lado completamente. ¡Google no debe marcar lo que es portada! Esa función es de los periodistas, como tener una agenda propia y crear un relato desde una mirada propia. Ahí radica la desobediencia o resistencia ante el relato impuesto desde fuera.

¿Cómo se ha llegado a eso?

Los técnicos especialistas en SEO tienen un papel crucial en la prensa digital, en general, no sólo en España. Se han comportado como tecnólogos que en vez de crear nuevas audiencias, lo que hacen es subirse al carro de lo que se está buscando online. No hay una ambición de generar agenda o intentar provocar debate público, sino que lo que se hace es ir a rebufo de lo que marca la tendencia o el buscador.  Hay que dejar atrás esas inercias o tendencias que vienen marcadas desde internet.

¿La mirada lúcida es un don?

La lucidez no es un atributo innato, creo que esto lo hemos confundido muchas veces, como si determinadas personas que denominamos lúcidas hubieran nacido lúcidas, como si fuera un estado de genialidad. Yo creo que la mirada lúcida se trabaja, es una voluntad de mirada activa, un estado de disponibilidad al que se puede llegar leyendo entre líneas, observando mientras se camina por la calle, o en la mesa de redacción. Se puede llegar de muchas formas a esa mirada. Es una búsqueda, es un destino al que llegas de forma natural.

Es una manera de vencer la ignorancia.

Precisamente el periodismo es uno de los pocos oficios donde la ignorancia debe ser un motor de trabajo y no una condena. A veces se dice con desprecio que el periodista sabe de todo y de nada por no ser especialistas, pero esto forma parte del trabajo del periodista: la no especialización, que en algunos sectores ha conducido al aislamiento. Cito en mi libro en varios pasajes la película Tiempos modernos donde Chaplin, engullido por la máquina, en vez de escapar de ahí, sigue intentando enroscar tuercas porque es lo único que sabe hacer, desconoce todo lo demás de la cadena de montaje. La especialización aísla, no permite abrir la perspectiva. Hay que salvar el periodismo de la especialización y de la inercia, moverlo de lugar, provocar su polifonía.

Hemos dejado que las redes se apropien del debate público. ¿Qué debe hacer el periodismo?

Paradójicamente, el papel del periodismo es más que nunca el de siempre, el de la mediación. Uno de los grandes errores de los últimos años es ver como competencia algo que no ha sido tal. Cuando los diarios –no solo digitales- han intentado emular el trabajo de los medios basados en el clickbait y en los algoritmos, generalmente el de Facebook, se han olvidado de que éstos se entregaban al entretenimiento y creaban sus propias audiencias y han querido imitarlos sin ver que no era su ámbito de competencia. O el llamado periodismo ciudadano, que alguien haga una foto en Siria no le convierte en periodista por más que la imagen tenga un gran valor periodístico. O la información que ha llegado por vía filtraciones tipo Wikileaks, sin una mediación del periodista que seleccione e interprete todos esos datos no sirven para nada. La gestión de contenidos tampoco es periodismo, cuando sólo se gestiona y no se elabora, ni estás ejerciendo el periodismo ni estás creando. Yo reivindico un periodismo creativo.

Muchos medios (por no decir todos) han abusado de esta práctica y sin embargo lo que les salva es tener en su haber cronistas y entrevistadores excepcionales.

Precisamente a pesar de la inercia han surgido numerosas excepciones que inundan el mercado editorial como nunca. Hay enormes cronistas y analistas con cuyo trabajo han obtenido incluso el Premio Nobel, como Svetlana Aleksiévich porque en el fondo necesitamos personas capaces de narrar fragmentos de vida, que traduzcan la información a conocimiento. Al contrario, los medios y canales que aun contando con gente muy buena han basado su propuesta en contenido viral están cerrando porque han sucumbido al algoritmo de Facebook, se han dejado secuestrar por él, y al caer el algoritmo cayó el modelo. Lo que no ha caído y parece que no va a caer, es la mirada lúcida de alguien capaz de hacer una crónica que transmita una idea de experiencia de vida.

No sólo el algoritmo, también el sensacionalismo campa a sus anchas.

Mi libro no es un manual ni un método de periodismo sino una invitación a reflexionar sobre el  oficio. No escribo sobre casos concretos, pero la reflexión permite hacerlo. Por ejemplo, pensemos sobre la cobertura que se dio en torno a los trabajos de rescate de Julen. ¿Cuántos directos se han hecho cuando ni siquiera había información nueva?, y, ¿cuántas personas han muerto en el Mediterráneo durante esos días sin que les demos cobertura? ¡No estamos hablando de la otra punta del mundo. Durante esos días murieron más de cincuenta personas, también niños! El periodismo también es poner el foco en otros lugares.

Hablemos de un medio ajeno a las tiranías del mercado: Revista de Letras acaba de cumplir 10 años. ¿Qué destacas?

Es una escuela de aprendizaje. No es alternativa a ningún medio de comunicación, pero en él pervive el espíritu de su inicio formado por lectores herederos de la idea de suplemento cultural, trasladado al mundo Creative Commons y a un medio electrónico. Empezamos invitando a blogueros y de esa filosofía ha surgido una comunidad de más de doscientos colaboradores. Ante la pregunta de qué es actualidad, en Revista de Letras lo tenemos claro: podemos escribir sobre un libro que está descatalogado pero cuyo contenido sea tremendamente actual.

Participas en el libro colectivo Humanidades en acción que ha coordinado Marina Garcés y en el que tratas el azar. ¿Qué te propones al tratar este fenómeno tan paradójicamente relacionado con la libertad?

El azar, como la mirada lúcida, no pasa sólo por casualidad, sino que necesita una voluntad de que suceda. Por tanto, también está profundamente vinculado como dices a la libertad. El azar nos permite hallar espacios para la duda y la perplejidad y eso está profundamente ligado a la vez con la condición de ser humanos. Ser humano es que te pueda pasar lo imprevisto y que algo cambie tu mirada. Es un acercamiento al conocimiento desde otro lugar y no sólo desde la deducción. Por eso lo relacionamos con una forma de humanismo ligado a la acción y no sólo a una lectura pasiva de la vida. Es poder ver el mundo como un lugar lleno de relaciones potenciales, es decir, actualizadas. El azar hace que lo imposible pueda ser posible, es una brecha de posibilidad, porque siguiendo a Aristóteles, todo lo que está en potencia puede estar en acto. Se nos han dicho que la vida sólo puede ser de una manera, pero caminar desde el azar nos permite ver que la vida puede ser de muchas maneras. Es atender a la perplejidad, que finalmente es lo que significa estar vivo.

Humanidades en acción es una propuesta editorial fruto del proyecto Aula Oberta  de l’Institut d’Humanitats de Barcelona (CCCB), en el que han participado una veintena de investigadores, artistas, activistas y escritores en el marco de su 30 Aniversario. Un proyecto destinado a actualizar el discurso, los referentes y las prácticas de las humanidades. En palabras de la coordinadora, Susana Arias “el Aula Oberta es un proyecto fundamental para esta nueva etapa de l’Institut, clave para abrirlo a nuevos discursos, voces, perspectivas y horizontes diversos”. El Aula cuenta con el soporte de la Fundación Sabadell, quien también apoyará el nuevo proyecto del Institut para la difusión de cuatro años de cursos humanísticos a través de podcasts. De momento, el Aula Oberta cuenta ya con la publicación del texto que ha servido de base para cada curso, de la que se ha hecho cargo la editorial Rayo Verde, con coordinación de la filósofa Marina Garcés. (Ediciones en castellano y catalán)

¿Qué ofrecerá la Escuela de pensamiento del Teatre Lliure que pondrás en marcha con Marina Garcés?

Tiene que ver con esta atención a las complejidades. A veces olvidamos que el teatro y la filosofía nacen de la misma época y lugar. Son hermanos. Son dos brazos de un mismo cuerpo. Abrirá muchas brechas, muchas preguntas compartidas entre la escena y el pensamiento. Preguntas no sólo planteadas por nosotros, sino también aquellas que ya se están debatiendo en la ciudad. El caso del Aula Oberta de l’Institut d’Humanitats es un buen ejemplo. Un teatro es también el lugar de resonancia de lo que se debate en la ciudad.

¿También las bibliotecas?

Cuando todo ha ido mal, con los recortes durante la crisis, las bibliotecas han sido los equipamientos que se han mantenido con más dignidad en Barcelona. Lo dicen todos los indicadores y también las encuestas: es la institución que mejor valoran los ciudadanos. También porque se han sabido actualizar, no es un lugar de absoluto silencio, donde la lectura es aislamiento. Ahora hay silencio pero también debate. En ellas tienen que pasar cosas siempre interesantes y no siempre previstas, y es la forma más rápida y efectiva de llegar a capas de la población a las que no se llega desde los grandes museos o grandes instituciones. Son lugares de dignidad y libertad. Una biblioteca dota de dignidad porque ofrece la posibilidad de acceso a documentos de lectura sin tener que pagar ningún precio por ello, pero además cada vez más se escucha al lector, que puede proponer debates, lecturas o adquisiciones de libros. De esta manera, el debate no solo está impuesto desde las autoridades, ni es elitista, sino de construcción de comunidad y de polifonía de voces.

Berta Ares Yáñez

Periodista e investigadora cultural. Doctora en Humanidades. Alma Mater: Universidad Pompeu Fabra.

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