Antonio Ramírez: «Escoger un libro es un placer, no sólo una necesidad»

La ciudad es una red de acontecimientos ciegos, que sólo tienen conciencia de sí mismos e ignoran, igual que son ignorados, lo que ocurre a su alrededor. Quizás me equivoque, pero eso es lo que pienso cuando, apenas unas horas después de despedirme de Watson, enfilo Huertas para terminar cruzando en diagonal la Plaza de Santa Ana y alcanzar el kilómetro cero recorriendo de memoria Espoz y Mina. Mi destino, más allá de Preciados, es Postigo de San Martín, una calle estrecha, donde el sol de la tarde se entretiene en los síntomas de la obra que flanquea la entrada al palacete vecino de la chocolatería Valor; el palacete que, el próximo doce de septiembre, abrirá sus puertas convertido en la sede de La Central de Callao, para mostrarle al público de Madrid que los sueños, aunque tengan que ver con los libros (o quizás precisamente por eso) incluso en tiempos como este pueden cumplirse.

Desconozco el lenguaje de los edificios. Sé que lo tienen, porque son los testigos silenciosos de todas mis historias, pero hoy no busco los secretos del cemento, sino las palabras de alguien que, contra viento y marea, se ha empeñado en desafiar a los gurús que profetizan la muerte del papel como soporte para la literatura: Antonio Ramírez es, desde que en marzo de 1996 abriera sus puertas en Barcelona La Central de Mallorca, la cabeza visible de un proyecto que este otoño se consolida en Madrid, cruzando la línea de los museos y las fundaciones para, con la ayuda de Feltrinelli, instalarse en el corazón de la capital.

Antonio Ramírez

Me cuesta localizarle entre los operarios que trajinan por la planta baja y, cuando por fin lo hago, está con las manos en la masa, respondiendo con una paciencia que a mí me parece infinita a una batería de preguntas que caen sobre él como las balas, a discreción. Es un hombre delgado, con el pelo canoso,  vestido con impecables pantalones claros y camiseta; capaz, como comprobaré a lo largo de la entrevista, de controlar hasta el detalle más mínimo y, a la vez, pasar desapercibido entre el yeso y los mostradores por llenar, entre las piezas metálicas difícilmente identificables y el polvo que lame un suelo aún inexistente y sin embargo necesario en pocos días… mientras le espero y contemplo el espacio iluminado por la luz que se cuela del exterior, rescato de la memoria los montajes de las librerías en las que trabajé y me resulta extraño participar de esta situación no siendo la que coloca ejemplares en las estanterías, sino la que mira.

Pero no me queda más remedio.

LA LIBRERÍA EN CIFRAS

Habla bajito. He leído que nació en Medellín y me pregunto si es de allí de dónde le viene su acento suave, que refuerza un trato amable y simultáneamente sólido. Su expresión, de edad indefinida, es la de un hombre astuto; su complexión, en apariencia frágil, no es problema para que se mueva con mucha más soltura que yo por las salas en carne viva. Como si se tratara de enseñarme su casa y después de aplazar una duda sobre el abastecimiento de queroseno, me propone que empecemos por el sótano para ir subiendo hasta el despacho de la última planta, en el que charlaremos; e iniciamos así un recorrido en cifras.

Lo primero que ha de quedar claro es que no nos encontramos ante la suma de una librería más un restaurante, “sino ante una propuesta mixta, disponible para el público de lunes a domingo; cuatro plantas de las que dos, la planta baja, con restaurante, zona de papelería y novedades destacadas por el equipo, y El Garito del sótano, destinado a convertirse en local de copas y eventos, permanecerán abiertas hasta la una de la madrugada”.

Hablamos de 60.000 ejemplares distribuidos en 800 m2 y gestionados por un equipo de 18 libreros, que va a trabajar codo con codo con los 14 profesionales del mundo de la hostelería, preparados para hacerse cargo de las barras y las mesas. Se trata de una enumeración que, en mi mente, se mezcla con la visión de la cúpula y los frescos que presiden algunos de los escondites más emblemáticos de la tienda por estrenar.

Aspecto de la 1ª planta de La Central de Callao

“Sólo hemos restaurado las molduras que estaban en mejor estado”, me cuenta Antonio señalándome una columna y sin detenerse, sin darle demasiada importancia, pasando rápido a otro tema; y yo, fascinada, siguiéndole a duras penas, comprendo a la perfección a qué se refiere cuando, para responder a mí interés por ese algo que no se puede tocar y que los hace diferentes, destaca “la singularidad del espacio, que convierte la experiencia de escoger un libro en un placer en sí mismo”.

Le digo que el producto es idéntico en todas partes y él me dice que no es exactamente así: “el producto es la combinación de la selección, la jerarquización, la señalización… lo diferenciamos al darle sentido mediante nuestro criterio. Lo específico, lo que nos desmarca del resto, es cómo confeccionamos nuestra oferta que, muy importante, crea la demanda; cómo presentamos los autores y los títulos, al lado de qué otros autores y títulos los ponemos… las sinergías… esa es la manera de acercarse a la forma de leer de nuestro público; lo que nos lleva a conseguir que cuatro de cada cinco libros de los que vendemos sean escogidos dentro de la tienda. La gente entra a por una referencia y acaba comprando más. Se trata de comprender que escoger un libro es un placer, no sólo una necesidad”.

Discreto, se resiste a opinar de la competencia para mal, pero sí se fija en los que han hecho las cosas bien: “hay que mezclar, encontrar el equilibrio entre lo comercial y lo cultural y simbólico. El ejemplo más claro de buen trabajo lo tenemos en editoriales como Anagrama o Tusquets, que han atendido las dos caras… atendiendo solo una se fracasa, no se sobrevive”.

La primera planta estará destinada a la ficción e incluirá la zona infantil; la segunda albergará el fondo de Humanidades. En nuestro periplo hasta el despacho, yo me detengo ante la también restaurada barandilla de la escalera y él lo hace para charlar con los libreros y las libreras que trabajan ya contrarreloj. Son cerca de las seis y el ajetreo del centro se atenúa al filtrarse entre los volúmenes que aún no han encontrado su sitio.

EL FUTURO DEL LIBRO ESTÁ EN LA GENERACIÓN QUE VIENE

No existe la magia; o no, al menos, aislada en el desierto. Algo parecido, creo, ocurre con la fe.

Atracamos en una habitación pequeña, de mobiliario austero. La mesa es de madera oscura y la pregunta, obligada: ¿Por qué esta apertura precisamente ahora, con la que está cayendo, con esas previsiones catastróficas que planean sobre el sector, cuya nefasta evolución en Estados Unidos algunos se empeñan en proyectar sobre Europa?

“Es evidente que, si yo lo creyera así no daría este paso. Siempre he sido muy excéntrico con las visiones de los gurús. Aquí no tiene que pasar lo mismo que en EEUU, donde la gente está más acostumbrada a la compra por catálogo y el concepto del libro como objeto tiene menos fuerza que en Europa. Allí el mercado debido a la concentración, la inexistencia de editoriales medianas y la guerra de descuentos, colapsó. Para ellos, el libro electrónico ha sido una salida. Para nosotros, todavía está por ver. En Europa las cadenas nunca han pesado tanto y la ley ha regulado los precios”.

Le parece simplista considerar el cambio tecnológico como motor del cultural: “es al revés”; es la alteración de nuestros hábitos culturales y educativos la que dirige el uso de la tecnología. “Nos enfrentamos a una transformación mucho más compleja. El futuro del libro está en la evolución de la generación que viene”; una asignatura pendiente, la de los adolescentes, que, me confiesa, no sabe cómo afrontar: “tendremos talleres infantiles y una agenda con la que esperamos convertirnos en referente”… pero hay un vacío por explorar en esa franja de edad que va de la primera a la última adolescencia.

“El sistema educativo nos ha hecho una gran putada. Ha conseguido alejar de las librerías a los adolescentes y los universitarios más jóvenes. Es fácil detectar ese distanciamiento dramático y escandaloso de la cultura”.

La 2ª planta de la nueva librería

UN GRAN EQUIPO

Afortunadamente, no ocurre lo mismo con los que son un poco más mayores. A ellos, la crisis los han empujado hasta las puertas de La Central.

Antonio Ramírez tiene clarísimo que el papel del librero como mediador es importante y, a la hora de definir a su equipo, reconoce que, en este momento no es difícil encontrar gente muy buena dispuesta a implicarse en un proyecto como el suyo: “treintañeros, viajados, licenciados que no encuentran su hueco; curiosos, con un buen currículum e idiomas, a los que la universidad no ha podido ofrecerles una carrera docente e investigadora; gente que quiere acercarse al mundo del libro y no lo consigue en las editoriales; un perfil que se ha esbozado en los últimos cuatro años y que es relativamente nuevo”.

Gracias a este panorama, comenta, “nunca habíamos tenido un equipo tan preparado, con gente tan curiosa, que ha probado tanto…. gente que, antes de recalar aquí, ha tenido la oportunidad de perderse y experimentar cosas distintas, con mucho que aportar y capaz de ver más allá de la parte física y sacrificada de este trabajo. Gente que apuesta por la combinación de creatividad y conocimiento”.

Intuyo que les irá bien, porque detecto en el ambiente el grado de miedo justo. Más ganas que miedo.

Y las ideas muy claras.

Antes de despedirme, no me resisto a preguntarle qué se está leyendo y, si bien es muy rápido con el ensayo y me recomienda al instante El giro, publicado en Crítica, una investigación sobre la búsqueda renacentista de los manuscritos grecolatinos, le cuesta más darme un título de ficción, aunque finalmente se decide por la novela policíaca y Jim Thompson, un autor de culto del que ha leído hace poco Un cuchillo en la mirada.

Yo sigo teniendo pendiente 1280 almas.

Me acompaña hasta la puerta y, mientras me despide con amabilidad, me prometo esmerarme en su retrato, construido quince años y siete librerías después de que aceptara vivir su propio reto.

Porque para mí eso es ya un gran triunfo.

Y, por cierto, la inauguración no me la pierdo.

Marina Sanmartín (texto y fotos)
La Fallera Cósmica

Marina Sanmartín

Marina Sanmartín (Valencia, 1977), periodista, escritora y librera, es "La fallera cósmica", premio RdL a Mejor Blog Nacional de Creación Literaria. Actualmente trabaja en su primera novela, "El principio del desierto", tras la publicación del libro de relatos "La vida después", editado por Baile del Sol.

2 Comentarios

  1. Como trabajador de la Central me gustaría contar lo que es trabajar con Antonio Ramírez: Explotación, salarios bajos, mobbing, más beneficios a los trabajadores que a las trabajadoras a las que no asciende. Trabajamos bajo presión, gritos e indultos por parte de este hombre que además no ha dado la cara desde el coronavirus ni nos está pagando mientras dura el ERTE.

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