Carolin Emcke ha visitado el CCCB para analizar los mecanismos del odio, dónde y cómo se origina, y las formas en las que está siendo utilizando como herramienta polÃtica. La periodista y filósofa ha comenzado su conferencia, que ha sido moderada por Judit Carrera, mostrando un vÃdeo de 2016 en el que un grupo de manifestantes encolerizados se reúnen en Clausnitz para intimidar y amenazar a los refugiados que intentaban llegar a un albergue de la localidad alemana. Los gritos de “Nosotros somos el pueblo†y “fuera extranjeros†se repiten ante la impasibilidad de los vecinos, que observan el episodio como el que mira un espectáculo televisivo.
Autora de tÃtulos como Contra el odio (Taurus, 2017) o Modos del deseo (Tres puntos, 2018), Carolin Emcke ha combinado su trayectoria académica, en Londres, Harvard o Frankfurt, con el reporterismo, llegando a cubrir zonas en conflicto como Kosovo, Irak o Afganistán.
“El odio paraliza la imaginaciónâ€, asegura Emcke, quien también se dedica al comisariado de diversas salas de teatro alemanas. Y es que para la pensadora es imprescindible utilizar la ironÃa y la “disidencia poética†ante cualquier forma de purismo. “Si queremos cambiar las conciencias hemos de cambiar las imágenesâ€, insiste la filósofa.
Lo que nos muestra el autobús de Clausnitz es que algunas personas han sido capaces de invisibilizar al otro, expulsándolo del nosotros, hasta tal punto que ya no son capaces de descubrir que lo que tienen justo enfrente son seres humanos. El niño llora. Ellos únicamente ven a un enemigo. Ya no existen los individuos, solo permanecen los estereotipos.
¿Pero cómo se llega hasta allÃ? ¿En qué momento aparece ese deseo, aparentemente incontrolable, de una cacerÃa colectiva? “El odio no aparece de la nadaâ€, nos dirá Carolin Emcke, quien explica que siempre tiene que haber alguien que produzca las razones para que un grupo sea odiado. Esa retórica, repetida una y otra vez, va dejando un “residuo†y una “predisposiciónâ€.
Es por eso que, más allá de hacer una caricatura de la horda de energúmenos que gritan ante el autobús, es imprescindible atender a sus acciones de habla y a los hechos concretos que protagonizan. En este sentido, la pensadora explica que en Alemania la ultraderecha se ha preocupado, y mucho, de inventar toda una terminologÃa aparentemente neutra, pero que está llena de eufemismos que funcionan. A los refugiados, que huyen de la guerra o del hambre, ya no se les llama refugiados. Ahora son “los nuevos especialistas del robo y la delincuenciaâ€.
Emcke ha recordado que ese vÃdeo aparece por primera vez en una página de Facebook. Las redes han sido capaces de conectar un mundo, el ultra, que está peligrosamente ensamblado. Los hooligans que gritan ante el autobús son solo una parte del peligroso triángulo. En las webs racistas coinciden los que generan todo tipo de material, con una fuerte preparación intelectual, y los partidos polÃticos, que estructuran el discurso en su representación institucional. La unión de los tres vértices es lo que hace realmente peligroso el auge de esa visión tan estrecha de la sociedad.
“No pueden ver al inmigrante como otra cosa, y por eso no existen espacios para la empatÃaâ€, sostiene Carolin Emcke. La metodologÃa utilizada, pues, no tiene nada de nuevo. Se reiteran las mismas cadenas de prejuicios, insistiendo en los mismos motivos de siempre como si fueran motivos nuevos, forjando una narrativa apocalÃptica. El pueblo está en peligro. Es una situación de emergencia. No hay lugar para el placer ni la alegrÃa.
La pensadora alemana pone el foco, con especial interés, en esa parte de la sociedad que no se expone en público, que no grita frente a un autobús, pero que tolera las acciones de los agitadores. “Permiten que otros odien en su nombreâ€, nos dice Emcke.
Son los cómplices del resentimiento a los que también hay que combatir. Muchas veces utilizan su situación de poder para fomentar las fobias contra la diferencia, hasta que sean los otros, más desnudos intelectualmente, los que lleven a cabo las acciones más estridentes. La televisión alemana, cuenta Carolin Emcke, ha tenido un papel protagonista en ese auge del odio. “Existe un deseo pornográfico de provocarâ€, sostiene la también periodista.
Preguntada por el racismo institucional, Emcke afirma que “no hay posibilidad de vivir en una sociedad abierta sin fomentar la memoria histórica y sin reconocer los crÃmenes del pasadoâ€. Pero aún se puede hacer algo más a pequeña escala. Generar contranarrativas, incluso, en la propia familia. “Hay tanto silencio, aún…â€. Un silencio que si uno no rompe a tiempo, otros lo romperán con la fuerza del estigma.