Sorprende, en una ciudad como Barcelona, pasear por el centro un viernes por la mañana y contemplar mil negocios cerrados. Las vallas son indicio de un problema con seis letras y millones de afectados. La realidad lo hace visible de muchas maneras, tantas que al final nos cabrearemos y saldremos a la calle porque somos conscientes de lo se cuece para nuestra desgracia. Los protagonistas de Emaús (Anagrama), última novela de Alessandro Baricco, son adolescentes que viven en compartimentos cerrados, ajenos al mundanal ruido. Han recibido una educación católica a la que están apegados hasta que una señal impulsa la transformación, alterando una lógica que no era tal. Siempre olemos la esencia, pero para atraparla debemos agudizar los sentidos y soltar amarras de los lÃmites que coartan nuestro paso.
La trama de Emaús habla de una normalidad que puede superarse si existe la voluntad de ir más allá de la misma. Pese a que la novela se sitúe temporalmente a principios de los años sesenta creo que la situación de los protagonistas es similar a la de los jóvenes de hoy en dÃa.
Su cerrazón es distinta a la de los jóvenes de hoy, pero al mismo tiempo la similitud reside en que la educación recibida en ambos casos complica el momento de dar el salto cualitativo de maduración, de atreverse a generar una visión propia del mundo.
Y estas voces te transportan, juegan contigo y al final conforman un espejo social mediante la mirada de padres e hijos.
SÃ, pero fÃjate que a lo largo del libro se observa Italia desde el punto de vista de los protagonistas, un mundo donde no aparece la polÃtica, no hay una sola lÃnea donde se hable de esa problemática.
Quizá se intuye en el aire, está presente sin estarlo.
Puede, pero si hablas de los setenta en Italia todos mencionan el tema polÃtico: Lucha armada, Brigate Rosse… la Historia de mi paÃs durante ese perÃodo se identifica con la polÃtica.
Pero los cuatro protagonistas son de una ingenuidad primigenia.
Viven en un mundo donde los grandes temas existen pero no tienen ninguna importancia. Hasta la escuela carece de trascendencia pese a ser un lugar formativo para su edad.
Si el libro fuera una pelÃcula pensarÃa en un largometraje basado en interiores. Ellos no entienden lo que acaece en la calle, se ciñen a los valores aprendidos en casa y en la iglesia. No ven la calle, es la tentación prohibida.
Sólo la ven de noche en bicicleta, cuando salen del hospital o visitan a las putas. No hay luz en su existencia.
No conocen el mundo, pero en ciertos momentos parecen fuera del mismo porque son incapaces de entender su funcionamiento.
En Andrea se funden muchas cosas. Su personaje tiene muchos matices. Los cuatro chicos no están acostumbrados a valorar la belleza fÃsica o artÃstica. Además es rica, lo que es muy importante, un verdadero impasse. Para ellos el mundo de los ricos es inmoral y brillante, tiene una espectacularidad de fondo y destino que genera una especie de resplandor. Si juntas todos los elementos tienes el resultado. No es sólo su belleza fÃsica lo que determina la atracción que sienten hacia su figura.
Pero su belleza abre puertas de libertad.
Ven un esplendor diferente al que no están habituados.
SÃ, porque ellos piensan de este modo, con parábolas. Forman parte de su lenguaje.
Los personajes parecen roles prototÃpicos de esos años en Italia. Bobby toca el bajo y al intimar con Andrea recibe el espaldarazo para exprimir mejor su talento. Luca no logra armonizar su mente con lo que le ofrecen. En cambio, con el Santo he pensado en determinadas historias de los años setenta donde el aburrimiento impulsaba a los jóvenes ricos, como en el crimen del Circeo de 1975, a matar pobres para saciar su aburrimiento.
Los chicos del Circeo pertenecÃan al mundo de Andrea.
Pero el Santo se mezcla con ellos.
Los más mÃsticos y radicales sentÃan complicidad con determinados personajes laicos, sin ningún atisbo de religiosidad, pero con su misma desesperación. CompartÃan una especie de destino trágico. En los ricos este sentimiento nacÃa del cinismo y el ateÃsmo; en el caso católico partÃa de una extrema religiosidad.
Ninguno de estos dos grupos se sentÃa satisfecho con la vida.
Y de este modo buscaban emociones al lÃmite que la existencia no les proporcionaba y finalizaban ingresando en universos cargados de droga, violencia y lucha polÃtica.
Mientras ayuda en el hospital, el narrador habla con un paciente que exagera mucho cuando habla de la droga y sus efectos. Es como si su indignación mostrara otra comprensión de la realidad.
Da la sensación que la estructura de la novela está muy pensada, tanto que casi determina el resto de la obra.
Para mi tener una idea precisa de la estructura del libro es fundamental. Cada libro tiene su forma, es como construir una iglesia. Siempre ves su arquitectura y eso impide su anarquÃa, algo que sucede hasta en mi primer libro, Castelli di rabbia, que puede parecer caótico pero no lo es, todo tiene un sentido. Me gusta mucho este trabajo arquitectónico, da fuerza al conjunto, pero en el resultado final debe ser sutil. Más escondido permanece mejor es. ¿Notaste mucho la intencionalidad de la estructura?
No se ve mucho, pero claro, hay cuatro personajes, una chica… se genera un esquema.
Y con una arquitectura asÃ, cerrada, puedes potenciar más su intencionalidad, no es sólo un placer formal.
Encontrar la forma justa de una historia es la mitad del trabajo. No se trata sólo de belleza. No es decoración.
Y esta arquitectura se junta con una importante economÃa de medios, no metes paja en la narración, sólo lo esencial. La combinación de ambas cosas crea un estilo.
Lo que dices está muy presente en Emaús, no asà en otros libros. La idea de escribir sólo lo esencial es muy anglosajona. Imagina quitar lo innecesario de Cien años de soledad.
Se pierde la magia.
SÃ, pero lo haces con Moby Dick de Herman Melville y no queda nada, es un libro muy americano.
Estaba pensando en tu Homero, Iliada, donde sintetizas quitando la parte de la historia donde intervienen los dioses.
Yo soy partidario de la velocidad, mis libros lo son. Emaús podÃa ser cinco veces más largo…
De ser asà hubieses creado La meglio gioventù literaria (ndlr: pelÃcula de Marco Tullio Giordana que dura seis horas).
(Risas) La velocidad no significa sintetizar, no debe ser un valor. Hay historias que nacen para ser contadas con pocos medios, pero no es algo imperativo. Lo que cuento en Emaús es fuerte, propio de la juventud, con muerte, lucha, violencia, sexo…
Aparecen todos estos elementos, pero sin el efecto que tienen actualmente.
Porque el narrador reflexiona retrospectivamente. Recuerda y analiza.
SÃ, pero un lector joven quizá lee el libro y nota cómo le ofrecen temáticas muy actuales, en realidad eternas, desde una óptica diferente porque incita a la reflexión y prescinde del impacto que en el siglo XXI tienen estos motivos, que siempre lindan más con la banalidad de lo gratuito.
Es una cosa extraña porque cuando he escrito el libro no pensaba en un texto sobre la actualidad. Cuando apareció la novela en Italia muchas voces dijeron que era una parábola que explicaba la situación de nuestro tiempo en mi paÃs y sus raÃces católicas. Ahora veo que en España pensáis igual.
Cuando era más pequeño siempre asociaba la cuestión de las raÃces católicas italianas con Federico Fellini, que siempre repetÃa que el sentimiento de culpa católico es algo inconsciente que flota en el aire.
Un poco como el humo pasivo, que infecta hasta a los no fumadores. En Italia todos tenemos el complejo de culpa. Todos menos Berlusconi. Por eso la gente lo vota.
¿Cómo imaginas a los protagonistas de Emaús en 2011?
Mostraban la normalidad captando detalles que escapaban a la mayorÃa.
Eran los poetas de lo cotidiano. La música que los cuatro chicos de la novela tocan en la iglesia es una versión pobre del trabajo desarrollado por los cantautores.
MagnÃfica entrevista.
Estilo bien definido el de Jordi Corominas.
Genial diálogo. Corominas entrevista como nadie en este paÃs.
Se trata de Baricco, creo, y no de que vuestro amigo intente ponerse como siempre a la altura del entrevistado.
Cosme, afeitate la barba y deja de hablar tanto de tu vida en Facebook
Un muy buen libro y una muy buena entrevista
Me ha encantado la entrevista,
Besos desde Ripollet.