Diálogo con Guillermo Saccomanno | Revista de Letras
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Jueves 20 de mayo de 2010. Me levanto de la cama, aturdido. Es una dura semana y la cierro entrevistando a Guillermo Saccomanno. Mientras el autobús me acerca a la cita pienso en su novela El oficinista, ganadora del último Premio Biblioteca Breve, una obra intensa, seca, trepidante y cruda por el panorama que ofrece entre interiores y exteriores, tanto mentales como fÃsicos. La desolación que recorre sus páginas es una cabal ofrenda de desamparo, perfecta radiografÃa de un malestar común que el autor argentino expresa mediante la figura de un anónimo empleado, vÃctima de una leve ilusión entre el marasmo.
Guillermo Saccomano (Foto: Dirección de Prensa MSMA)
Pero quizá el perfil del administrativo se ajuste mejor a ese paradigma, quizá por todas las sugerencias visuales que tenemos en el cerebro: el hombre del traje gris, pendular de la casa a la oficina.
El paradigma es el hombre gris que mencionas, pero hay una infinidad de trabajos en la que los individuos, pese a sentirse libres, están condicionados, tienen una labor, pero al trabajar en un estudio y tener el tiempo marcado están encadenados. El que labora en un lugar está en una jaula donde se dan relaciones de fieras domadas, donde tal vez la violencia no se expresa de manera rotunda o evidente, sino que circula por debajo de los escritorios de manera serpentina.
Y la gran violencia es la represión mental fortÃsima a la que el personaje protagonista se ve sometido.
SÃ, pero aquÃÂ no hay puros ni limpios, nadie sale vivo.
Supongo que puede establecerse un paralelismo entre el exterior y el interior. Todas las amenazas del mundo de afuera se reproducen en la oficina desde otras coordenadas.
Son elementos de composición de futuro, pero por otro lado no creo que sea una novela de futuro lejano, no es 1984.
Es más una novela de presente.
Ya hay vacas clonadas. ¿Falta mucho para los perros clonados? No lo creo.
Circulan muchas metáforas de terrorismo y violencia, y eso me hace hermanar tu obra con el presente, porque al fin y al cabo los dos factores mencionados están en la calle, pero son invisibles para la mayorÃa, sea por poca curiosidad, sea por una ceguera voluntaria. Tú la proyectas.
Pero lo tuyo es el Apocalipsis, como cuando el protagonista va al trabajo y se limpia el polvo que ha aterrizado en su chaqueta como consecuencia de un atentado a escasos metros.
SÃ, pensaba en la Ciudad de Buenos Aires en los noventa. Dos atentados en pleno dÃa con una normalidad pasmosa, volaron edificios. Esos atentados los inventó el gobierno argentino. Ahora nos pintan a Bin Laden como Frankenstein, pero Frankenstein fue generado por los Estados Unidos.
Más que en las torres gemelas pensaba en un hermanamiento de ciudades, en los anarquistas de finales del ochocientos en Barcelona.
Es distinto. Creo que los anarquistas tenÃan fines revolucionarios y sus atentados estaban focalizados en el poder sin quererse cobrar vÃctimas inocentes. Ahora las bombas se enfocan a lo propagandÃstico tras provocar un efecto.
Actos que se ignoran, porque nos hemos habituado, como tu personaje, a la rutina de muerte. Hay un atentado y no importa, toca volver a la oficina.
En nuestras sociedades se vive con naturalidad y espontaneidad. Ustedes lo sufrieron en Madrid. El mundo sigue andando, como dice el tango. El mundo sigue andando porque tengo que hacer un trámite en el banco, porque debo ir a la oficina, porque tengo una cita. Todo continúa.
Volvamos al personaje. Es curiosa la relación que establece con la oficina. Es donde pasa más horas, y en cierto modo la usa como refugio de su verdadero domicilio, una pesadilla que desea evitar para no salir más dañado.
Es el lugar donde pasa más tiempo. Es un escape de su hogar, asà entre comillas, porque cuando llega a casa se enfrenta a la jaurÃa que es la familia.
Guillermo Saccomanno (Foto: Dirección de Prensa MSMA)
Bien, creo que sos el único que se avivó de esto, porque en la novela todos hablan del amor, pero la ecuación de ese sistema es otra. Sexo, dinero, poder. Se nombra un absoluto como el amor, pero es una coartada. Se habla de la familia, pero es una institución carnicera. La relación que se denomina amorosa encubre una estrategia de ascenso social o la posibilidad de articular una fuga de la realidad. En la novela el doble discurso está presente todo el tiempo. Cuando aparece el otro (ndlr: el trabajador de la mesa de al lado) ahà viene un cuestionamiento.
El otro es otra forma de paliar la soledad del protagonista.
El otro aparece, no tiene explicación, no es consciente.
Pero esto es un poco cómo cuando vas cada dÃa en el autobús y siempre ves a la misma persona, pero no le hablas…hasta que se activa un resorte y superas la represión que permite asesinar una extrema soledad.
Una soledad que parece rusa, pero aquà el compañero no es el otro, sino más bien una figura antagónica y al mismo tiempo complementaria que plantea otro modelo, pero el compañero tampoco es inocente, porque tiene sus sueños y ambiciones personales, no hay un proyecto solidario que contemple al otro diversamente.
Pertenece a una generación anterior de oficinistas. Es un empleado veterano, que con su modo de pasar inadvertido, agachando la cabeza, se ha zafado de los despidos y el paro.
Esa antigüedad está hasta su concepción del amor.
Y aquàen España ha sido el artÃfice engañado del pelotazo inmobiliario.
La clase media votó a Aznar. El gran crack de la democracia es que consiste en cómo los ricos se distribuyen la torta.
Y luego hay la gran falacia de la democracia participativa.
¿Participativa hasta que punto? Creo que los polÃticos están muy preocupados por estar agarrados a su banca, a su puesto; es una manera nefasta de entender la polÃtica.
La clase media es una culpable silenciosa porque acata lo de arriba y participa en el engranaje.
La calle siempre es territorio enemigo, siempre tiene que ir sorteando charcos de sangre.
Como si las farolas hubiesen desaparecido.
Vamos hacia ahÃ, una especie de Blade Runner o Doce monos.
Un Blade Runner que nosotros protagonizamos.
Oficinistas, sin techo, putas, pandillas…
¿Haces una traslación de aspectos americanos que llegarán a Europa?
Ya estamos en eso. Nuestros paÃses compraron el modelo McDonalds. Compras la cajita feliz e introduces la ametralladora que acaba con los compañeros del instituto. No adoptas sólo la hamburguesa, que es un átomo inicial.
Y naturalmente ello incide en las mentalidades. La chica que enamora al oficinista sabe muy bien cómo medrar para lograr sus objetivos.
Lo que ella intenta es alcanzar sus objetivos de cualquier manera. Eso es una americanización. Por desgracia todas las ciudades se parecen. Mi novela puede pasar en San Pablo, en el DF, en algún lugar de Madrid…
En este sentido es interesante lo que planteas, porque en España últimamente se hace una cierta literatura que no trata la esencia del ser humano e ignora los márgenes. Tú te atreves a ir hacia ese lÃmite de luz y sombra desde un punto de vista cotidiano, y eso hace que El oficinista pueda ser una historia universal.
Eso surge naturalmente porque mientras la escribÃa pensaba en Buenos Aires. Todo lo que he escrito lo he visto. Quien camina la calle recibe infinitos estÃmulos narrativos. Cuando estoy en la capital veo putas, turistas, sin techo, delincuentes, ejecutivos… y la distancia que les separa es de metros.
Hay primero toda la acción de la calle y luego todos estos personajes urbanos que en la privacidad de sus cuatro paredes se juntan y crean uniones inesperadas: el camello con el ejecutivo y asà hasta el acabóse, la jerarquÃa desaparece, todos somos humanos.
Hay un individualismo según los parámetros de la sociedad y luego tenemos el individualismo del personaje, un hombre incapaz de superar las trabas que le impone su Universo.
Al fin y al cabo en tu novela hay un momento en que se usa la frase gattopardiana de cambiar todo para que no cambie nada, y el pesimismo del oficinista radica en estar encadenado a esta máxima.
SÃ, pero porque a ninguno de los personajes le interesa cambiar el sistema, todos se mueven dentro del más absoluto y solitario individualismo, buscan salidas personales y se mueven en la ecuación sexual y de poder. Sigue la lucha de clases, lo único es que ahora la sociedad se divide entre incluidos y excluidos, y aquellos incluidos se agarran con uñas y dientes a su puesto porque no quieren perder ese espacio. Y esta posibilidad de ser expulsado genera miedo.
Una lucha de clases reformada, sin proletariado, que camina hacia otras rutas.
Y a veces en la novela cabe la posibilidad de sentir que el protagonista vive en un sueño, en ocasiones parece que quieras confundir al lector con ese juego entre imaginación y realidad.
Lo que le ocurre tiene un aire de sueño y pesadilla.
Y en su caso hay la imposibilidad de cumplir sus fantasÃas, hay una incapacidad manifiesta de actuar pese a sus propósitos de terminar con el Ãncubo en el que se encuentra inmerso.
Me interesa tomar clases con Guillermo Sacccomanno. Mi te es 4824 6360 el 15 30 34 93 14
Estoy interesada en tomar clases con Guillermo Saccomanno
Muy bueno. Excelente como todos tus ensayos.